Fácil de Matar.

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¿Podrá ser que todo salga por casualidad?
¿O hay sólo una manera que siempre debió ser?
Sé lo que debo hacer, pero simplemente no puedo marcharme.

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Veintiséis. Es sólo un número, Giorno lo sabe. A los quince él ya valía mucho más en euros que cualquier persona en Campania y desde entonces ha acumulado más capital que con la que sabría qué hacer. Sus cuentas bancarias son minas de oro. Trabajó duro para conseguir éxito, y los recordatorios de los sacrificios que tuvo que hacer para llegar a donde está le atormentan. Está cansado de ver las caras de los seres queridos que ha perdido cada que cierra los ojos, robando su capacidad de descansar, cual ladrones nocturnos. Veintiséis.

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Él se baña en agua hirviente hasta que el vapor nubla el baño con húmedas y sofocantes nubes. A través de los sonidos del agua cayendo, se escucha la puerta abrir y cerrarse.

“Es un sauna aquí adentro,” Mista dice al dar un paso dentro de la regadera. “¡Caliente!”

Giorno se mantiene dándole la espalda, vertiendo gel para baño con aroma a rosas sobre una esponja. “No te pedí que te bañaras conmigo. Sé que te gusta el agua helada.”

Unos brazos se envuelven a su alrededor y lo sacan del rocío de agua, cayendo contra un cálido pecho familiar. Ciertos labios tocan su hombro y cuello, y Giorno ladea su cabeza para que puedan hacer camino hacia su oído.

“Feliz cumpleaños.”

Las palabras le hacen un nudo en el estómago a Giorno, la caliente respiración soltada contra la concha de su oreja envía escalofríos bajo su columna a pesar del húmedo ambiente. Mista alcanza y retira la esponja de su mano, Giorno no protesta cuando es cuidadosa, amorosamente limpiado. Hay un cómodo silencio entre ellos cuando Mista lava cada parte de él, suavemente levantando su cabello para alcanzar la parte posterior de su cuello, o delicadamente limpiando su espalda. También lava las manos del menor, bajo sus uñas, y masajea su palma con hábiles y atentos dedos. Giorno se siente desenrollar y derretir por la atención, cierra sus ojos y se olvida de sí mismo por sólo un momento de paz. Sólo eso es uno de los mejores regalos que ha recibido.

Voltea e inspecciona el empapado cabello del otro, el agua corre por entre sus cejas y se amontona en sus pestañas como lágrimas. Su piel está rosada por el calor y el vapor roza sus hombros. Sin más, Giorno se agacha tomando su cuello y lo besa mojada, lentamente. Con sus labios le agradece, lamiendo el agua que llena sus bocas, bebiendo de su lengua. Cuando se separa, presiona su cara contra el cabello del mayor y toma una decisión.

“Quiero retirarme,” dice.

“¿Qué?” la mano de Mista se siente tranquilizante sobre la parte baja de su espalda.

“¿Crees que exista algún lugar en la Tierra donde podamos ir y sólo seamos nosotros dos, que no tengamos que trabajar o separarnos, ni siquiera por un segundo?” El rubio arrastra sus dedos perezosamente a través de los finos vellos en el pecho de Mista. “¿Crees que esa sea una posibilidad para nosotros?”

“Creo que te volverías loco de aburrimiento en las primeras seis horas,” Mista ríe.

“Probablemente estés en lo correcto.”

Mista se separa y se estira para apagar la regadera. Regresa y coloca su mano en el abundante cabello de Giorno, exprimiendo el agua y desenredándolo gentilmente con sus dedos. “¿Y a qué vino eso?”

“Sólo tengo veintiséis,” Giorno le dice, con la voz quebrándose. “Ya he perdido a tantas personas que he amado y cada día me enfrento a la posibilidad de que puedas ser asesinado o arrestado. ¿Cuántas noches más crees que me quedaría sin sueño si sigo entonces? Soy muy joven como para sentirme así de viejo.”

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