Soledad

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Aquella noche me sentía muy solo, no salir de casa me agobiaba, me asustaba, me hacia pensar en lo peor si no estaba con ella. Cuando llegó el atardecer acabé yendo al lugar donde quedábamos siempre, donde todo se quedaba entre la orilla del lago y el árbol donde tanto nos gustaba estar a ambos. Aún sabiendo que ella no vendría me quedé esperándola,solo,triste y con la pregunta que llevaba tanto tiempo rondándome en la cabeza "¿Por qué?". Estuve esperándola alrededor de una hora, cuando el sol se ocultó por completo volví a mi casa, subí las escaleras y me senté en el ventanal a observar el bosque que se veía al pie de la colina, estuve como un tonto pensando en ella y sonriendo cada vez que me acordaba de una de esas tantas tonterías que hacíamos.

Me acuerdo de aquella vez en la que un dia que estaba lloviendo ella vino a mi casa, empapada y con la ropa muy fria tuve que dejarle una camisa mia, era de mis favoritas, con unos cuadros rojos y negros, si, como la de los leñadores, de alguna forma me gustan los colores oscuros. Aparte de la camisa, tuve que darle un pantalon corto mio mientras esperábamos a  que su ropa se secase para que ella volviese a casa. Me encantó como le quedaba  mi ropa, es verdad eso que dicen que la ropa de chico queda bien a las chicas, era muy atractiva, solo ella ocupaba mi cabeza desde que la conocí. 

Cuando caía el atardecer, los pocos rayos de sol que había y traspasaban los árboles iban a parar al ventanal dejando una luz tenue de fondo, iluminando sus bellas facciones y asi pudiendo verla en cada segundo que pasaba a su lado. Me senté en el ventanal y ella posteriormente encima mía, me flipaba como estaba con esa camisa mía, como tener a una diosa en tu propia casa. Después la envolví con mis brazos suavemente como si le dijese: "De aqui no te escapas". Aún me acuerdo cuando los rayos le daban a ella directamente, me enamoraba todo de ella, su piel palida como el mármol, su cabello negro o sus ojos claros como la hierba de una mañana, parecía hecha con cuidado y paciencia, luego ella era un manojo de nervios y muy inquieta. Me daba vergüenza decirle cosas como que la amaba y siempre que se quedaba dormida en mis brazos le decia todo lo que sentía por ella, en una de estas ella fingió y cuando acabé de decirselo ella se empezó a reir, se sentó encima mia mirándome y con una de esas sonrisas que tanto me gustaban de ella me dijo: "Yo también siento lo mismo, tonto". 

Me sonrojé mucho, me dió muchísima vergüenza que ella escuchase eso dicho por mi pero, a la vez, me reconfortaba saber que ella sentía lo mismo ya que a veces mi inseguridad me apisona y me empiezo a comer la cabeza sobre el tema. Se puso a hacerme cosquillas y yo intentaba esquivarlas pero me tenía completamente atrapado, obviamente porque seguía encima mía ella se aprovechaba de eso hasta que acabé dandole un beso, paró las cosquillas y lo siguió, recuerdo que una luz cálida bajaba desde la frente hasta la rodilla, era el sol diciendo que tenia que dar paso a su amiga la noche.

Me desperté al día siguiente más triste que la noche anterior ya que nunca sabría cuando volvería a verla, bajé con un sueño del quince a la cocina para desayunar algo, al entrar vi algo encima de la mesa, era una carta con algo escrito encima suya: "Para mi alma". 

Ella y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora