Aquel dia acordamos en vernos en otro sitio, uno que según ella era una maravilla y algo que podría ser muy bonito de ver en compañía. Quedamos a la misma hora de siempre, sobre las 8 de la tarde, cuando aún en verano por esas horas no está muy entrado el atardecer y así yo podría disfrutar de sus bellas facciones.
Estaba escuchando mi música sentado en el banco donde siempre quedamos en vernos, estaba un poco agotado asique eché la cabeza para atrás y cerré los ojos, de repente noté como algo húmedo y frío tocaba mis labios, era ella, me hizo no querer dejar de notar esa droga que ella tenia por boca. Se sentó a mi lado, me quitó los cascos y me dijo un suave "Hola mi vida". Adoraba su voz, era suave y muy agradable, sobre todo cuando ella cantaba las canciones de mi grupo favorito, los "Red Hot Chili Peppers", en cuanto ella empezaba a entonar alguna que otra canción, yo me apoyaba sobre sus rodillas y cerraba los ojos mientras disfrutaba de esa dulce melodía saliendo por esa boca que tanto me gustaba.
Aquel atardecer subimos a un mirador en el cual se podía ver el lago donde tanto nos gusta estar a ella y a mi, cerca de allí había un saliente de madera, era precioso, podíamos ver el valle tras del lago haciendo que los rayos de sol pasasen por entre medias de las dos grandes paredes rocosas que les accedían el paso hasta nuestro lugar donde podíamos ser nosotros mismos sin que nadie nos juzgase, me apoyé en la barandilla de cara a ella, me encantaba como los rayos del sol le daban en la faz de frente y resaltaban sus facciones que tanto me encantaban. Ella para mi lo era todo, me sentía afortunado de tenerla conmigo, era para mí alguien que me comprendía que aun teniendo un día de esos que solo quieres desaparecer de la tierra, ella estaba ahí para hacer que esas largas noches de verano sean las mejores que he pasado en mi vida.
Mientras que estaba de cara a ella, se me acercó y me susurró en una voz muy calmada un "Te quiero", aquellas dos palabras que a mi tanto me encantaba oir hicieron que dentro de mi surgiesen lo que todo el mundo llama "Mariposas en el estómago". Después de que me dijese eso la cogí por la cintura, la atraje hacia a mi suavemente para no dañarla, es como una delicada y maravillosa estatua hecha de mármol y no quería marcarla. Ella se puso a mi lado y me cogió de la mano, las tenía muy calientes, y a la vez que ponía mi mano en su cintura me daba la vuelta para que viese el atardecer con ella, me gustaba mucho verlo con ella mientras que el sol bajaba, a su vez yo hacía descender mi cabeza hasta ponerla a la altura de la suya y decirla lo mucho que la quería o incluso unos besos en la mejilla.
Aquella noche ella estaba como siempre, ambos disfrutábamos el uno con el otro, nos dabamos besos y nos tratábamos como si fuese la última noche de nuestras vidas. Algo me dejó un poco tocado después de esa noche cuando al irse me dijo con una voz muy tristona y tapándose la cara "Mañana no podremos vernos...".
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