Sophie se encontraba recostada sobre una cama grande y cómoda. Al menos de e eso estaba segura, ya que sería imposible estar acostada tanto tiempo sin sentir alguna molestia. Como una estatua, yacía quieta la mayor parte del tiempo. Sus cabellos largos le rodeaban los brazos y, si se le miraba de lejos, parecía una hermosa virgen o una doncella de cuentos. Su bello rostro estaba intacto, y solamente podía abrir los ojos, de vez en cuando, para vislumbrar al sujeto que la tenía así. Y eso sólo ocurría cuando la alimentaba o le daba de beber.
Su mente estaba en otro lugar, completamente en trance, y viajaba a lugares extraños. Otras veces soñaba con el pasado o recorría momentos de su infancia. Algunas veces revivía momentos tan intensos que se arrepentía de haber tomado ciertas decisiones. Recordaba a lo lejos a su familia, a unos los extrañaba y a otros no.
Tenía vivos algunos sueños, pero también una carga pesada de frustraciones. Sin embargo, se calmaba al saber que ya nada de eso importaba ahora... sino más bien el qué sería de ella. ¿Viviría para contar todo lo que estaba sufriendo? ¿Podría alguna vez comunicarse con alguien?
Ojalá alguien supiera donde se encuentra y fuera a rescatarla de las manos de ese peligroso psicópata. Un ser que no tiene remordimientos ni compasión. Vil y enigmático se veía como una sombra obscura a través de los ojos de Sophie. La doncella parecía encerrada en un castillo y no sabía si estaba en un sótano o una habitación, es porque todo era tan negro. Como si todo flotara en una espesa niebla.
¿Podría seguir viviendo esa pesadilla mas tiempo?
Algunas veces se animaba pensando en que quizás se acostumbraría algún día. Sería mejor hacerlo, ya que al menos la alimentaban y parecía a simple vista no poseer ningún daño.
Los días transcurrían rápido al parecer, ya que una tarde pudo abrir un poco más los ojos. También pudo girar la cabeza. La rodeaba una especie de pieza de hospital y observó por la ventana que ya era invierno, había mucha nieve afuera.
Otra noche logró escuchar mejor y pudo sentir vientos, rápidos y fuertes. Las ramas de algún árbol rasguñaban los tejados y crujía toda la casa. Estoy en una casa, una especie de cabaña de madera, se dijo. ¡Y moriré acá con este maldito! observó.
Ya pasado un tiempo, se hizo la idea que viviría ahí por el resto de su vida. Tendría que asimilarlo de alguna forma. Por ende dejó que su cuerpo se relajara, para así de alguna forma morir en el sueño,... que su espíritu la abandone rápido.
Pasaron los días, los meses, los años, las décadas... Pero también podría ser que hubiesen pasado solamente horas. Nunca lo sabría con certeza. Así que decidió viajar con su mente al lugar que más la hiciera feliz. Un lugar que pudiera contenerla por largo tiempo. Y que este tiempo pueda dar cobijo a su alma, donde el tiempo tuviera un poco de misericordia.
Tendría que hallarlo de alguna manera.
FIN