La historia de María Dominga

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En el año 1945, el mundo intentaba reconstruirse después de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial. La ciudad de Santiago olía a humedad y a viejas chimeneas. En la calle Carrascal, nadie supo que sucedió uno de los casos más extraños de posesión demoníaca. Ni que ocurriría en la casa de una de las familias más devotas a la religión católica.

Esta es su historia.

María Dominga fue una mujer que desde pequeña quiso seguir la religión y deseaba con mucho anhelo ser parte de su iglesia. Su familia, que nunca faltaba a una misa, se sentía orgullosa de la decisión de su hija: que seguiría el mismo camino señalado por el Señor.

A los 14 años se convirtió rápidamente en una buena alumna de catequesis y esto sin dejar de lado sus obligaciones que eran muchas, entre ellas: ayudar a su madre en la casa, cocinar de vez en cuando, etc. También se destacó en la escuela, precisamente en las áreas de arte y música. Ésta última le sirvió para descubrir sus dotes vocales, los cuales perfeccionó a un nivel donde todos los fines de semana se reunían con el grupo de la iglesia para componer hermosas canciones de fe y devoción a Dios. Las señoras que asistían decían que cantaba como los ángeles del paraíso.

Pero sin que se dieran cuenta a tiempo, todo esto cambiaría tal como lo que es el dar vuelta una moneda.

Un día se sintió muy enferma y tuvo que abandonar la ceremonia de misa. Muchos la vieron alejarse corriendo, como si huyera de algo despavorida. Su madre la escuchó conversar con alguien, no una vez si no varias veces y al entrar en la habitación se daba cuenta que se encontraba completamente sola. La madre no quiso preocuparse, pensaba en dos cosas: o se encontraba rezando o bien era todo producto de su imaginación.

Un día ocurrió un hecho lamentable: su padre la fue a acariciar, se sentía culpable, en parte por su despreocupada actitud ante la situación de encontrarse ella enferma y él solo estar sumergido en sus quehaceres. Cual fue su sorpresa al creer que se encontraba dormida pero giró su cabeza lentamente, como quien despierta de a poco de un buen sueño, y los ojos de María eran negros como los de un animal salvaje. El padre retrocedió asustado y ella le habló como con la voz de otra persona sin dejar de parecerle familiar:

"Dije que no me tocaras más... (Ininteligible)... no sin antes devolverme lo mío..."

María Dominga fue internada en el hospital más cercano. Se le hicieron una serie de exámenes que no reflejaron nada. Ante la duda de una enfermedad, se le hicieron radiografías, pero no mostraron nada.

La niña fue devuelta a su casa, los médicos seguirían atentos a cualquier cosa. Pero no fueron los doctores los que se acercaron en defecto si no la hermana de su padre, que estaba con ellos al momento en que acostaron a la niña en su pieza, que dijo con extraña firmeza: " lo que necesita María es un sacerdote". Ante estas palabras la niña se sentó de bruces y con una cara de odio escupió a la cara de su tía. Ambos padres llevaron a su tía espantada al living, mientras María se retorcía en la cama y hacía movimientos que simulaban los de una serpiente.

A veces, en la noche, se escuchaban: arañazos en las paredes, lamentos largos y de una voz desconocida y voces de ultratumba. A veces el ambiente se llenaba de un olor a putrefacción. La niña parecía empeorar.

Una tarde, en el que todos tomaban el té, su hermana mayor se levantó de la mesa para ir al baño. Al pasar por la pieza de María, ésta la vio parada frente a la ventana, dando la espalda a la puerta y con los brazos dejados, torpes, como en posición sonámbula. Su hermana le preguntó si estaba bien y al no obtener respuesta siguió su camino al baño. Al salir caminando por el pasillo no la vio en su habitación y pensó que podía haber ido a compartir con todos. Pero cometió un gran error, ya que en medio del pasillo, María se abalanzó sobre ella desde una de las habitaciones contiguas que se encontraban en completa obscuridad. Tenía los labios ensangrentados y unos ojos negros; le gritaba una y otra vez:

---"¡¡¿¿Dónde está??!! ¡¡ ¿Dónde está?!!"--- gritó con violencia.

--- ¿Qué cosa María, mi niña que te ocurre? ¡Por Dios!

---"¡¡Mi moneda!! ¡¡Ladrona tú te la llevaste para dársela a tus santos asquerosos!!"--- aulló.

Debido a los gritos llegaron rápidamente corriendo desde el living a ver qué ocurría e intentaron separarlas. Un enorme susto pasaron todos, María se fue riendo a su habitación, caminando en cuatro patas como una criatura buscando un refugio, al igual cual araña o rata asustada.

Otra noche, en que casi nadie pudo dormir, la madre se fue a preparar un café y mientras lo bebía con su cuñada se llevaron un susto enorme. Al mirar por la ventana vieron una especie de pájaro grande apoyado en las ramas del árbol que tenían en el jardín. Iluminado solo por la luz de la luna, la figura parecía una persona. O un ser con alas, obscuro y escalofriante, era un ángel...pero del infierno.

El caso llegó a tal punto que llamaron a un sacerdote, un amigo de la familia, uno muy viejo pero no recuerdo el nombre. El anciano hizo el ritual de exorcismo, teniendo a María atada a la cama. El padre dice que al terminar las últimas palabras del ritual, las ventanas de la habitación se abrieron hacia afuera permitiendo que algo se fuera para siempre del lugar. Por fin el alma de María descansaba, la niña sin embargo no recordaba nada de lo ocurrido. Pero volvió la paz a la casa, la familia por fin pudo estar unida nuevamente. No muchos recuerdan este caso, algunos lo olvidaron....otros nunca. Se le han añadido una serie de sucesos también al caso, solo para hacer que la historia sea más escalofriante. Pero yo la mantuve íntegra, yo sé lo que pasó y aquí está sin mas ni menos. Sin decoraciones.

Sólo hay un hecho más y que fue verdad. El padre encontró una extraña moneda sepultada en el barro, parecía que llevara mucho tiempo allí. Tenía unos símbolos extraños y no se pudo adivinar de que época era. El padre muy astuto la entregó a la iglesia, donde posteriormente fue enviada a un museo. Sin embargo la moneda desapareció y no se volvió a saber de ella nunca más. Al igual que María Dominga, que cambió su nombre, contrajo matrimonio y emigró a tierras lejanas.

M A C A B R ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora