¿cuales son sus causas?

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El trastorno de identidad disociativa es un mecanismo de defensa para poder sobrellevar el dolor y el miedo provocado por un abuso repetido durante la infancia, casi siempre en forma de abuso sexual, perpetrado de un modo impredecible por uno los padres u otro miembro de la familia, que en otros momentos se encarga también de atender y cuidar al niño. El trastorno en más grave en aquellos niños cuyo padre o madre (u otro miembro de la familia), además de abusar sexualmente de ellos, es capaz de ofrecerles amor y protección simultáneamente.

El adulto que realiza actos sexuales con un niño está cometiendo un tipo de abuso, aunque no utilice la violencia o coerción física. Por desgracia, la persona que abusa de ese niño o niña puede ser también la persona que lo cuida y le muestra afecto en otras ocasiones, de manera que el niño se encuentra en una situación totalmente impredecible de expresión de amor alternando con abuso sexual y, posiblemente, otros tipos de maltrato. Cuando este estado resulta abrumador, se alzan las defensas psíquicas en forma de disociación.

No todas las personas son capaces de disociar, pero aquellas que nacen con un capacidad innata para hacerlo, suelen responder de este modo ante el abuso continuado, como un modo de escapar de él. La persona capaz de disociar suele ser artísticamente creativa y con una capacidad alta para ser hipnotizada.

Por tanto, para que aparezca el trastorno han de darse las siguientes características:

Que la víctima tenga una predisposición psicobiológica para disociar como mecanismo de defensa.

Que suceda un acontecimiento traumático que desencadene la disociación.

Que sucedan traumas repetidos que encadenen las diversas disociaciones en una nueva identidad.

Es decir, no todas las personas que han tenido un episodio disociativo como respuesta a un trauma desarrollan un trastorno de identidad disociativo. Para ello es necesario que el trauma sea repetido a lo largo del tiempo.

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