Un pitido empezó a taladrar mis oídos. ¡Mierda! Las ocho... Otro día más que llego tarde. Me vestí atropelladamente, cogí la mochila y empecé a correr como si me persiguiera algún tipo de apocalipsis zombie. Llegué a clase a tiempo, a punto de un desmayo, pero a tiempo, por lo que me ahorré la charla "moralizante" de "Pelopez", mi profesor de ciencias sociales. <<Que si es una vergüenza, que si estos niños de hoy en día, que si menuda educación la que teníamos en casa>>, y otros muchos injundios hacia nosotros y nuestra falta de puntualidad. Aunque yo había llegado bastante justa de tiempo, todavía no había llegado nadie. Y entonces me acordé. 18 de febrero. Huelga de Educación y Cultura. Y ahora encima no podría salir del instituto, porque mi madre estaba de viaje y no había rellenado la autorización para saltarme esta cárcel a la que llaman instituto. En fin que tendría que tragarme 6 horas de charlas y vídeos alusivos a la asignatura.
Llegué a casa y estaba mi madre esperándome con la comida preparada. Su viaje había terminado antes de lo previsto y había decidido darme una sorpresa. Fue una de esas pequeñas cosas que te alegran el día. Mmm... Lasaña. Mi plato preferido. ¡Qué bien olía dios mío! Lo saboreé con gusto y le di un beso a mi madre en la mejilla, como indirecta para decirle que el plato estaba riquísimo. Me devolvió el beso y me dirigí a mi cuarto, con intención de hacer los deberes, pero, como siempre tenía que pasar algo inoportuno, me sonó el móvil. Era un WhatsApp de Laze, mi mejor amiga. Quería saber si yo quería quedar por la tarde. Le dije que no estaba segura, pero me convenció asegurandome que nos lo pasaríamos genial y que llevaría a unos amigos suyos, frase que acompañó con unos emoticonos que eran algo así como una carita insinuante. La cosa quedó ahí y yo me dispuse a hacer mis deberes para tener tiempo de arreglarme para después.
