Miles

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Me encontré confundido, algo aturdido. Específicamente, en una sala de recepción. Fue lo que noté cuando mis ojos se abrieron y observé a mi alrededor. Me sentía mareado. Dos enfermeras me ayudaron a incorporarme y a bajarme de la camilla.

Una vez en el piso, me preguntó si había tenido un accidente o alguna razón en particular por la que me encontraba en ese lugar. Nadie dijo una palabra. Era un hospital, o algo así. Enfermeras con vestimentas verdes caminaban por los pasillos, parecían atareadas. De reojo, observé una pelirroja cruzar el pasillo. Me observó y siguió su camino.

Me condujeron a un escritorio y me senté. Por supuesto, me encontraba en una oficina con bibliotecas y papeles. Todo aquel lugar, era de claros colores. Predominaban los colores blanco y gris. (Y también el verde en las enfermeras).

—¿Sería tan amable de proporcionarme sus datos? — dijo la mujer del otro lado del escritorio— su nombre por favor.

—Miles—dije nervioso. ¿Por qué le estoy dando mi nombre a una desconocida? No... espera eso no es lo importante. ¿Qué hago aquí?¿Y mis padres? —pensé.

— ¿Apellido? —preguntó con paciencia.

—Miles Becher, mi apellido es Becher—me sudaban las manos. Mis ojos daban vueltas por toda la habitación inspeccionando cada detalle.

—Oh, Miles. Dime, ¿cuántos años tienes? —preguntó.

—Diecinueve. Disculpe, ¿me diría en dónde estoy? —sostuve los apoyabrazos del asiento fuerte. Mi voz temblaba. Necesitaba un cigarrillo.

—Fecha de nacimiento, por favor— insistió mientras tomaba notas en papel que supuse su función era para completar datos personales.

—¿Perdón? Le pregunté algo—repetí.

—Escucha... Es Becher, ¿no? —asentí—Señor Becher, espero me hable de una mejor forma. Aquí estamos para ayudarlo, no para perjudicarlo. Su siguiente paso es ir a la sala de psiquiatría y psicología. Lo atenderá la doctora Nadine. Ella será quien me informe del resto de tus datos personales.

—Está bien... hablaré con ella pero ¿por qué necesit—hice una pausa. Me arrepentí.

—Ella sabrá ayudarte. Le deseo mucha suerte y, ante cualquier duda o problema, puede dirigirse nuevamente a mi oficina. Puede contar conmigo. Confíe en nosotros.

Se levantó del escritorio, apoyó sus manos en mis hombros y con una agradable sonrisa dijo:

—Bienvenido al Hospital para almas, Miles. Tu habitación es la número 408, puedes encontrarla en el segundo piso. Oh, casi lo olvido. Primero debes ir con Nadine. Su sala se encuentra al fondo de este pasillo a la izquierda. ¡Suerte!

Cerré la puerta de la oficina. Y mientras me dirigía hacía allí, pensé ¿Hospital para almas? ¿Y eso? Debo despertar enseguida.

Toqué a la puerta.

—Pase por favor—se oyó. Y entonces, abrí la puerta. Era una pequeña sala de estar y una mujer de piel oscura, con un cartel en su uniforme llevaba el nombre en imprenta mayúscula "Nadine".

—Hola, Miles. Me acaban de informar sobre tu llegada al Hospital. Siéntate por favor—me pidió. Eso hice. Me senté en un acolchado sofá en el que solo cabía una persona—Ponte cómodo. Yo seré tu psiquiatra. O simplemente, puedes hablar conmigo cuando lo desees. Asi que cuéntame, ¿padeces de alguna enfermedad, trastorno mental, o acaso alimenticio? ¿Algo que te haya producido traumas? Necesito que seas sincero al cien por ciento. Si haz ido al médico antes, necesito que me digas su diagnóstico.

—Pues, de hecho, no he ido al médico. Y no tengo ninguno de esos problemas. Soy adicto a la cocaína. Padezco de ansiedad, fumo cigarrillos. No puedo estar sin ninguna de las dos drogas—decidí decirle, debido a que tal vez ella podría ayudarme. Más bien, aquel hospital

—Entiendo, y dime, ¿hace cuánto fumas y hace cuánto tiempo consumes cocaína? —preguntó. En ese momento metí una mano en el bolsillo de mi pantalón negro. Recordé que tenía tres gramos en el bolsillo, junto con una pequeña navaja y un par de billetes.

—Consumo tabaco desde los dieciséis años. Tengo diecinueve. Comencé hace un año y medio con la otra.

—¿Y cómo haz empezado con esta adicción?

—Si mal no recuerdo, mi primer cigarrillo se lo robé a mi madre para probarlo. Y respecto a la cocaína, un amigo me convidó en una fiesta. Desde ese momento, comencé a consumirla. Y no he podido dejar de hacerlo.

—Entiendo, Miles. Necesito que me entregues cualquier tipo de objeto cortante, ya sea navaja u otro tipo, llaves o cualquier elemento con el que puedas lastimarte.

Le entregué la navaja de mi bolsillo. Era preferible eso a que luego la descubran y me otorguen una especie de "castigo".

—Eh, Nadine. ¿Qué es este lugar? —pregunté, ya con poca paciencia.

—Hospital para almas es un lugar de rehabilitación para todos aquellos adolescentes que padezcan algún tipo de trastorno, adicción, enfermedad, o trauma. Encontrarás diferentes actividades, y por supuesto, otros adolescentes como tú. Con tu misma adicción, o con otros tipos de problemas también...

—¿Mis padres me trajeron aquí? —interrumpí.

—Sí. Los días Domingo son días de cartas. Puedes mandarles y ellos tal vez contesten. O si quieres escuchar sus voces, te recomiendo hablarles al teléfono. Hay uno en los pasillos. Haz algún amigo, quizás pueda enseñarte el lugar.

—Espera, ¿no me iré hasta que no salga adelante? —dije. Mis ojos se abrieron como dos platos. ¿Y mi familia? ¿Mis amigos? ¿Cuándo volvería a mi vida normal?

—Así es. Te brindaremos la ayuda necesaria. Hay actividades de dibujo, música, y también terapia en grupo. Para que puedas conocer al resto de los jóvenes de aquí. Pasado mañana será la terapia de grupo. Mientras tanto, ve e instálate en tu habitación. ¿Ya te han informado el número?

—Em, sí, gracias—dije.

—Luego te avisaré cuando debes volver conmigo. Te veo en los pasillos ¿sí?

Asentí y me retiré de la sala. Estaba confundido. ¿Por qué mis padres hicieron esto sin previo aviso? Me comunicaré con ellos en cuanto pueda. Estoy en un hospital de rehabilitación. Fantástico. Esto será tan fácil. Sonreí sarcásticamente a la nada.

Subí las escaleras blancas del hall, y abrí la puerta con el número 408. Habían dos camas, entre otros muebles. Pero mi vista se dirigió hacia un muchacho con cabello verde sentado en el borde de una de las camas.

—¿Qué onda, novato?

Hospital para almas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora