¿Quién habría pensado que algún día la chica en llamas y el chico del pan se casarían? Definitivamente Katniss Everdeen no lo hubiera adivinado nunca, y Peeta Mellark jamás pensó que su mayor sueño se haría realidad.
Pero aquí estaban los dos ahora. El uno frente al otro al costado de la chimenea en casa, haciendo la ceremonia del tueste. Ambos querían algo simple. No una gran boda al estilo del Capitolio. Katniss no quería un gran vestido y Peeta no quería un traje demasiado elegante. No querían miles de invitados, ni cámaras, ni una gran fiesta. Les bastaba con tenerse el uno al otro, y claro, a su nueva familia.
Habían invitado a Haymitch y Effie, a la madre de Katniss, a Annie y el pequeño Finn, Beetee, Johanna, Delly, Cressida y Pollux. Incluso Gale estaba allí.
Katniss y Gale habían hecho las paces hace poco. Ella se había dado cuenta de que no valía la pena guardar rencores, ni perder una amistad que había durado años. Aunque a pesar de todo, su relación no era la misma de cuando tenían 16 años.
Pero no era momento para pensar en eso. De hecho, en aquel instante, Katniss sólo podía pensar en Peeta y en cómo sus vidas estaban por cambiar. Solo podía pensar en que estaba a punto de casarse con el chico del pan. Su chico del pan. Con Peeta Mellark, con quien había sobrevivido a dos juegos del hambre y una guerra. Con quien había pasado por muchas cosas, pero las habían superado. Juntos.
Y Peeta sólo tenía ojos para Katniss en aquel instante. No podía enfocarse en nada más. Es que Katniss estaba radiante con aquel vestido blanco. "Más hermosa que de costumbre", pensó Peeta, seguro de que aquel era el mejor momento de su vida.
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Peeta le había propuesto matrimonio a Katniss unas semanas atrás. Habían sido unos 5 años desde que la rebelión había acabado. Suficiente tiempo para que ambos se dieran cuenta de que sus sentimientos hacia el otro eran tan grandes que querían pasar el resto de sus vidas juntos.
Había sucedido un fin de semana en el que Katniss y Peeta habían pasado la noche en una cabaña que habían construido al lado del lago en el bosque al que siempre iba Katniss. Los dos estaban sentados en unas rocas al borde del agua.
"¿Sabes que te amo más que a nada en este mundo, verdad?" Había dicho Peeta.
Katniss sólo había sonreído, aunque ahora tenía las mejillas sonrosadas, lo cual le resultaba adorable (y gracioso) a Peeta.
"¡Hey, no te rías!" dijo Katniss mientras le daba un golpe amistoso a Peeta en el brazo. "No es mi culpa que me ponga terriblemente roja cada vez que..."
Pero no terminó la oración. Se quedó callada mientras negaba con la cabeza con una sonrisa en sus labios.
"¿Cada vez que qué?" Preguntó Peeta intrigado.
"Nada, olvídalo." Ella hizo un gesto con la mano, restándole importancia.
"Hmm."
Ambos se olvidaron por un momento del mundo mientras miraban el atardecer desde el lago. Katniss tomó la mano de Peeta y se volteó para darle un beso en la mejilla.
"Yo también te amo."
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Más tarde, mientras Katniss acomodaba la cama antes de dormir, Peeta le hizo una pregunta:
"¿Qué era lo que ibas a decir?"
"¿Ah?"
"Más temprano, cuando estábamos en el lago, me dijiste que no podías evitar ponerte roja, pero no terminaste lo que ibas a decir."