Maldito el día en que se dejó convencer, se dice molesto.
Incluso cuando sus ojos, inevitablemente, se deleitan y maravillan con la belleza, pureza y todas esas idioteces del ambiente; se arrepiente infinitamente de haber, finalmente, aceptado.
Podría estar en su casa tranquilo. Podría estar de compras. Podría estar haciendo cualquier cosa, cualquier cosa, pero no esto.
Mira intranquilo, cómo de a poco las cabezas de sus compañeros se van alejando, hasta perderse en el verde paisaje. Buscarán leña, agua y comida.
Cierra los ojos con pesar.
En serio odia el campo.
Cuando por fin decide abrirlos, ellos se dirigen, como siempre, a quien aman observar. Su tranquilo y siempre amigo: Choi Minho. Él yace inmutable sobre el pasto, sin importarle el fuerte olor que éste posee, ni la cantidad de diminutos habitantes que contiene. No le importa que esa verde alfombra pueda estar húmeda, ni que luego se pudiese enfermar por ése motivo. Simplemente es un tonto sin cerebro. Un tonto con cara bonita.
Kim Kibum lucha contra el fuerte deseo de descansar la vista, debido a la molestia que le produce su idiota compañero. ¿Es que acaso le encantaba que lo regañase por inconsciente, por estúpido?
Y es casi inmediatamente, luego de increparlo y asegurarle que eso no le haría bien -de la manera más dulce en la que pudodecírselo- y de insistir -con no muy dulces palabras- que se levantara y se pusiera a trabajar; que Kim Kibum, está casi seguro que lo hace a propósito. Que lo hace para provocarlo. Pues esa sonrisa que muestra cada vez que lo regaña, cada vez que lo fastidia, cada vez que argumenta en su contra, siempre termina diciéndole lo mismo: cuánto le entretiene verlo así.
Kibum está seguro que su amigo; su alto, atlético, simpático, cariñoso y guapo amigo, disfruta infinitamente de verlo gruñir y fruncir el ceño con molestia. Porque luego de eso siempre se desternilla, hasta tomar su vientre entre sus manos. Hasta arquear la columna, para disminuir el dolor en la barriga. Hasta quedar sin aliento, de tanto expulsar aire en cada carcajada.
"Armémos la maldita tienda de una vez" dice Kibum, ya demasiado irritado.
El campo y Minho. Qué par de molestias.
Él más alto sólo sonríe como satisfecho, mientras se dispone a armar la tienda con calma. Kibum suspira frustrado, mordiéndose el labio.
Sabe que, aunque desde fuera da la impresión que es él el que manda, el que lleva el control de la situación; todo eso no es más que una vil apariencia. Una vil mentira. Kibum repudia saber cuán nulo es su control sobre Choi-tirable-Minho.
Sabe que, aunque es él la persona que ordena, que grita, que lleva; Minho es el que decide.
Minho es el de la palabra final, el que lo controla, el que lo tranquiliza. Y eso no puede hacer más que molestarle desde la raíz del cabello, hasta la punta de los pies. Porque no es débil.
...Aunque, quizá, sólo quizá, tiene una debilidad.
Y luego que Minho le llame preguntándole que qué le pasa, siente que esa debilidad va creciendo. Porque puede con él, porque puede con su voluntad, con su humor y con su actitud. Y eso no hace más que inquietarle. Y le patea el trasero, el estómago y la autoestima que el otro lo tenga tan claro.
Que lo lea como a un libro básico.
Sin embargo luego de un momento, Key empieza a dudar cuán importante es su trasero, su estómago y su cochina autoestima. Ya que, en el mismo instante en que Minho lo estrecha con sus fuertes brazos, repentinamente, sus sentidos se embriagan con ese intenso -y tan atrayente- aroma que lo caracteriza. De pronto, el ser empujado dentro de la tienda de campaña -soprendentemente ya armada-, fue algo completamente necesario e increíblemente acertado. Como siempre Minho tan acertado.
Un segundo más tarde, cuando sus labios se encuentran en la tibieza embriagante y enloquecedora del momento, Kibum ya no puede pensar bien. Y ni siquiera ganar esa lucha, le parece tan interesante.
Sólo quiere más de eso, que Minho, que sólo Minho, es capaz de darle.
Pero no se lo pide. No se lo deja en claro.
Porque recuerda que todo eso, no deja de ser una lucha de poder, de razón, de necesidad. Y eso es algo que él, Kim Kibum, no está dispuesto a demostrar.
Se queja entonces, reclamando, torpeza.
No se rinde, no así de fácil. No se rinde, siquiera por ser Choi Minho, el que le comparte, tan generosamente su saliva.
A lo lejos, cuando hace el Martín Pescador (*) su última caza, del día se escucha un pequeño "auch" producido por una grave voz.
Porque Kim Kibum no se entrga tan fácil. Incluso cuando se muera de ganas de hacerlo. Aunque sepa de antemano, que tiene la batalla perdida.
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{SHINee} Poder
Fanfiction"Maldito el día en que se dejó convencer". Kibum en serio odia el campo, pero quizá haya alguien que le haga cambiar de opinión. Minho + Key