Capitulo 3

109 2 2
                                    


Regla número 1 de ser psicóloga: No enloquecer. No enloquecer. Tranquila, loca. Todo esta bien. Todo esta bien. 

Mientras intentaba consolar mi mente y no entrar en un ataque de pánico que terminara en un desastre para mi futuro laboral, miraba el rostro de mi paciente. Miré en sus ojos con una sonrisa, y ya no encontré culpa en ellos. Porque estaba segura de que él no se sentía culpable, ni mucho menos nervioso por lo que había hecho: Su miedo era contarlo. Y ya lo había hecho. 

- Mataste - repetí, intentando que mi voz suene con tranquilidad. 

El caso es que nunca me había tocado un paciente así. Había lidiado con muchos tipos de problemas, trastornos de sueño, problemas de pareja, maltratos infantiles e incluso muchos "daddy issues" *, pero nunca me había comprometido con algo tan ilegal. Exceptuando los adolescentes que había atendido una vez, que habían consumido cocaína, pero nunca había enfrentado un paciente con problemas que afectaran directamente la vida de otra persona. ¡Y sí que lo había hecho! 

- A mi novia. Bueno, no era mi novia, era algo más como una amante. Sé que debo darte muy mala impresión, y no quiero hacerlo, pero me vi obligado a venir aquí.

- Estoy acostumbrada -respondí a la defensiva. Pero lo cierto es que no lo estaba, y pude notar que él lo sabía. De algun modo, lo había averiguado. Se me pusieron los pelos de punta.

- Bueno -continué - me gustaría que siguieramos charlando, porque claramente este último hecho que enunciaste te tiene muy... perturbado. 

- Mucho -respondió - pero no es reciente. El asesinato fue hace diez años. Sin embargo, los recuerdos volvieron hace un par de semanas. Sobre todo de noche.

- ¿Tus recuerdos no te dejan dormir?

- Exacto -respondió con voz apenada, casi a punto de largarse a llorar - me encuentro con una sensación extraña en todo el cuerpo que no podría describir. Pero tengo muchos flashbacks. Y vuelvo atrás, y adelante, atrás, y adelante. Como una hamaca sobre una linea del tiempo... que no para -dijo, y al decir esto me miró fijamente. 

Bajé la mirada para anotar, pero no pude hacerlo. Una voz en mi cabeza que no estaba escuchando hasta hacía ese momento, empezó a hablarme. Y entonces tuve que preguntar.

- Perdón por la pregunta pero ¿cómo se llamaba la mujer que asesinó?

Tardó un tiempo en responder, como si tuviese una traba mental que se lo impedía, pero finalmente lo soltó: 

- María. 

La vocecita en mi mente se calló, y me acarició por dentro como diciendo "tranquila, ya no hace falta mi presencia acá". Cerré los ojos y solté el aire con alivio. 

- Dijiste que eran amantes. ¿Y que crees que te llevó a cometer el acto?

- Amor -dijo, y me sorprendí lo melodramático y novelero que sonaba. Pero luego continuó hablando. - Dolor. Angustia. Inseguridad. Ira.

Su cerebro parecía tardar mucho en procesar mis palabras. Quizás porque hacía muchos años se había estado drogando con diferentes psicodélicos derivados de la feniletilamina, como luego averigué. Porque lo cierto es que me obsesioné con Tom, y con lo que pasaba por su cerebro. Era un tipo de lo más inteligente, pero tenía una visión extraña y tétrica del mundo, que incluso me deprimía. 

Siguiendo mi regla 1 de mi trabajo, no debía dejarme llevar por los sentimientos de mis pacientes, pero este caso era tan intenso y realista que no podía evitarlo. Tom Walaks tenía un mar lleno de peces de sentimientos, que se entremezclaban entre sí y parecían confundirse. Nada parecía claro, e incluso luego de varias sesiones, dudé sobre si debía estar tomando las pastillas de antidepresivos que estaba tomando por recomendación de un psiquiatra, o si simplemente debía dejarse llevar por los paradigmas de su mundo propio, y vivir feliz allí. Pero lo razoné, y no, definitivamente no. No sería correcto para la sociedad  que un hombre con serios problemas sociales, probablemente al borde de la locura, dejara de consumir sus píldoras que normalizaban su cerebro.

Pero mi cerebro, el de Zoe Fitch, no pudo evitar pensarlo por un momento. ¿Sería Tom un tipo feliz si no dependiera de sus pastillas? ¿Si pudiese, por una nueva moral en nuestro mundo, matar con libertad a cada mujer que le parta el corazón? 

No, Zoe. Basta de delirios. ¡Regla número 1: No enloquezcas junto con tus pacientes! 

* Relación de una menor de edad generalmente, con un hombre mucho mayor debido a traumas o problemas de la infancia con respecto a su figura paterna. 

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 08, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Psicoanálisis.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora