Capitulo 13

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Acudió a su memoria otro fragmento de otra conversación, entre su madre y una de sus amigas. Habían estado hablando de un hombre al que las dos conocían, y Liam no había olvidado la burla en la risa de su madre cuando le había dicho a la otra mujer:

—Es muy poca cosa el pobre. Ni siquiera ha podido darle un hijo a su esposa. En mi opinión un hombre incapaz de engendrar no es un hombre de verdad.

Otro recuerdo más acudió a su mente, aunque esa vez era la voz de Dinah la que lo atormentaba:

—k.o., Liam, estoy deseando que tengamos hijos. No quiero que seamos un matrimonio sin hijos como el de mis tíos —le había dicho cuando se habían casado, estremeciéndose como si la sola idea la repugnase.

—No te preocupes, te daré tantos como quieras —había presumido él, excitándose con el pensamiento de cómo le daría esos bebés que tanto ansiaban los dos.

No había sido únicamente su presente y su futuro lo que las palabras del médico habían destruido, sino también su orgullo y la confianza en sí mismo. De pronto había tenido la sensación de que no era el hombre que había creído que era; de pronto ni siquiera era un hombre.

Haber tenido en sus brazos a Alex  aquella noche había hecho que volviera a sentir el dolor por lo que nunca podría tener, pero en vez de sentir rechazo hacia él por ser el hijo que otro hombre le había dado a la mujer a la que amaba, estaba empezando a encariñarse con el niño.

¡Si Dinah supiera cómo le gustaría que Alex fuera suyo y que ella fuera aún su esposa...! Liam detuvo sus pensamientos al darse cuenta de en qué dirección estaban yendo. ¿Que ella fuera aún su esposa? ¿Cómo podía desear algo así después de lo que Dinah le había hecho, de que lo hubiera traicionado con otro?

A sus labios asomó una sonrisa amarga. Tal vez Dinah hubiera pensado que recriminarle su infidelidad pudiera servirle de algo, pero lo que ignoraba era que en realidad no era más que una invención suya. Su supuesta aventura había sido una mentira que le había contado para que ella accediera al divorcio y así liberarla para que encontrara a otro hombre que sí pudiesen darle los hijos que ansiaba.

Sin embargo Liam no se entendía a sí mismo. Si se había divorciado de ella para que Dinah pudiese buscar a otro hombre que pudiera satisfacer su anhelo de ser madre, ¿por qué le molestaba que lo hubiese hecho? No tenía sentido.

De cualquier modo, concluyó con un pesado suspiro, fuese quien fuese aquel tipo, era un idiota por haber despreciado el amor de Dinah, y una sabandija por haberlos abandonado a Alex y a ella.

— ¿No te parece increíble que el nuevo jefe esté pasando tanto tiempo aquí? —Le preguntó Lauren a Dinah el jueves cuando entró en el despacho de ésta después de comer para pedirle una grapadora—. Quiero decir..., por lo que he oído tiene otras dos empresas, y supongo que también tendrá que encargarse de ellas, ¿no? No quiero hacerme ilusiones, pero quizá esto signifique que este negocio le interesa de verdad, y no tengamos que preocupamos más de perder nuestro puesto —añadió esperanzada—. Porque, si no tuviera intención de mantener el negocio funcionando, no se quedaría aquí tanto tiempo, ¿no te parece? ¿Dinah? -la llamó al ver que no contestaba—. No estás escuchándome.

—Lo siento. Es que... anoche no he dormido bien—murmuró dinah. Y no era mentira. Había dormido francamente mal.

—Ya decía yo que tenias cara de cansada —dijo Lauren, estudiándola.

¡Cara de cansada...! Dinah se rió con amargura para sus adentros. No se sentía cansada; se sentía como si una bandada de buitres hubiera despedazado sus emociones y sólo hubieran quedado de ellas los huesos.

Lo cierto era que todavía estaba aturdida por las duras palabras que Liam y ella habían cruzado, y lo que había ocurrido después. ¿Cómo podía tener la desvergüenza de acusarla de haberle sido infiel cuando él mismo lo había hecho? ¿Y cómo podía negarse a creer que Alex era hijo suyo?

El pensar en su pequeño hizo que mirara ansiosa el teléfono móvil en silencio sobre su escritorio mientras Lauren empezaba a parlotear otra vez. Alex se había vuelto a quejar en el desayuno de que le molestaba el estómago, pero le había tomado la temperatura y estaba normal, y después de un rato le había dicho que se le había pasado, así que lo había llevado al parvulario. ¿Estaría bien?

Irritado, Liam tamborileó con los dedos sobre la mesa. Empujó la silla hacia atrás, se puso de pie, pasándose una mano por el cabello, y caminó arriba y abajo por su despacho mientras recitaba mentalmente una y otra vez lo que tenía pensado decirle a Dinah.

En medio de aquella retahíla mental de palabras cuidadosamente escogidas, se detuvo abruptamente y se preguntó por qué diablos tenía que estar nervioso. Todo lo que tenía que hacer era decirle a Dinah que quería que aceptase el dinero que le había ofrecido hacía cinco años como compensación por el divorcio. Y aun en el supuesto de que ella se pusiese cabezota, podría decirle por ejemplo que sus contables le habían insistido en que tenía que hacerlo porque si no Hacienda le impondría algún tipo de penalización fiscal.

Además, se dijo, su decisión no tenía absolutamente nada que ver con Alex, aparte del hecho de que detestaba ver a Dinah pasar tantas penalidades, sobre todo teniendo que sacar adelante sola a un niño pequeño... un niño pequeño que no era suyo, se recordó.

Abrió la puerta del despacho y le pidió a su secretaria que le dijera a Dinah que quería que se presentase en su despacho en cinco minutos.

—Jenny me ha dicho que querías yerme.

—Sí, así es —respondió liam. Se puso de pie y fue a asomarse al ventanal, dándole la espalda—. Debió resultarte difícil estudiar ese master y trabajar al mismo tiempo.

—Bueno, sí, pero quería encontrar un empleo mejor—asintió dinah recelosa, preguntándose a cuento de qué le había hecho ese comentario.

—Y supongo que te sería aún más difícil con un niño pequeño —continuó Liam.

—Sí, lo fue —volvió a asentir ella.

— ¿Y por qué no le exigiste a su padre que te pasara una pensión?

Al ver que no contestaba, Liam se giró sobre los talones. Dinah estaba mirándolo irritada.

—Ya te lo dije, Liam. Tú eres el padre de Alex, y nada ni nadie puede cambiar ese hecho.

El estómago se le revolvió al ver la expresión de desprecio en el rostro de Liam.

—Y yo te dije que no lo es —replicó él—. Es imposible que lo sea. Yo no... — de pronto se puso tenso y no terminó la frase, para a continuación espetarle enfadado—: No voy a permitir que me cargues a mí con el mochuelo sólo porque el padre que escogiste para tu hijo resultase ser un canalla.



Destino (Diniam) AdaptadaWhere stories live. Discover now