5.- Sugerencia y la manifestación de Sagitario

78 10 0
                                    

Olimpo, Templo de Pallas Atenea.

Algunos meses después.

—tienes la opción de reencarnar o no, hija mía—el padre de los dioses veía la rueda de la reencarnación—pero considero que volverías a luchar como un niña como todas las veces lo has hecho.

La diosa estaba tejiendo acompañada de sus doncellas, Herse y Pándroso quienes extendían el diseño que tenía plasmado la constelación de géminis y en proceso la de sagitario cuyo portador o portadora sería señalado en alguno de aquellos días o el mismo día.

—me estás sugiriendo que luche con mi apariencia divina—dijo la diosa abandonando su labor.

Los azules ojos de Zeus afirmaron lo dicho, Atenea no lo hacía desde la guerra de Troya en la que defendió el bando griego, sólo en aquella ocasión lo hizo con su verdadera apariencia para luego en la guerra contra Hades el siglo siguiente hacerlo con un avatar. Existía una leyenda de que la diosa de la sabiduría había sido herida durante la primera guerra santa, por lo que ella escogía un cuerpo humano para reencarnar y que su cuerpo divino descansaba en su templo en el olimpo, más sólo era una especulación ya que la verdadera razón era que quería estar más cerca al humano que luchaba y moría a su lado... Pegaso.

—las bajas en tu ejército no serían muchas.

—mi patriarca cuenta conmigo.

—el cual ya es anciano—refutó Zeus.

El largo peplo de Atenea se agitó ante esas palabras, Kallias era anciano, pero su padre ignoraba que lo había dotado de vitalidad, sabiduría e incluso le obsequió el Misophetámenos asi que en cualquier momento Kallias podría rejuvenecer. Los demás dioses poco sabían de la vida humana, ni tampoco sabían que era tener guerreros a su servicio que se sacrificaban cada siglo por la paz y no poder hacer nada para evitar tantas pérdidas valerosas.

—cualquiera que sea mi decisión, la haré saber a mis guerreros.

Zeus asintió mientras se retiraba de los dominios de su hija favorita a vigilar como lo hacía últimamente ciertas partes del mundo en las que posiblemente los subordinados de Anubis hacían de las suyas en vista de que el avatar de Selkis aún no nacía, aún faltaban unos pocos años para que ella naciera.

—ya es hora de que Quirón se manifieste....

Ciudad de Esparta.

Sus padres desde muy pequeña le había enseñado todo acerca de los dioses que según decían se manifestaban en épocas modernas y que ella estaba destinada a ser una mujer fuerte como las grandes amazonas de Capadocia.

Cora, así era su nombre, era pequeña y sus facciones eran suaves como de toda niña que algún día será bonita, cabello castaño oscuro, ojos azules vivos y sonrisa contagiosa y amable digna de un sagitario. Ella no imaginaba que las estrellas la elegirían para portar la armadura de uno de los guerreros más fuertes de la orden dorada, tal como Sisifo y Aioros que en sus tiempos fueron líderes del ejército de la diosa de la sabiduría.

—Cora—la suave voz de su madre llegó a sus oídos—mi niña ¿ dónde estás?

Cora salió del escondite en el que había ido a buscar a su pequeña mascota un gato gris con patas y manos blancas, con ceño adusto fue a donde su madre quién se sorprendió de verla molesta, supuso que era por la causa del minino escurridizo.

—si mamá.

—mi sol—la tomó en sus brazos sentándola sobre un mueble—hay algo que debo decirte.

La pequeña no despegaba la mirada del rostro de su madre que parecía que iba a decirle algo muy importante y a la vez duro. La mujer cerró los ojos y los abrió posándolos en los brillantes de Cora.

—¿es sobre ese dibujo que mencionaste cuando tenía tres años?

Cora recordaba todo desde sus tres años, era inteligente que causaba admiración entre los que conocían a sus padres, pero desde antes de su nacimiento Atenea ya la tenía destinada para ser su amazona, su guardiana.

—sagitario, la constelación bajo la que naciste, mi nena.

No pensaba que un enviado del santuario iría por ella ese mismo día.

Se avecinaba una conversación que cambiaría para siempre su vida....

                                                                     ******************

El entrenamiento había sido agotante para Daríus no así para Livana que le reprochaba el haberse caído varias veces mientras practicaban algunos movimientos, lo había llamado " debilucho" cosa que enardeció al gemelo menor.

—lo dices por que te gusta entrenar como loca.

Le sacó la lengua mientras se levantaba debajo del árbol donde había permanecido al finalizar su entrenamiento, por la hora supuso que ya mismo anochecería y que su maestro los iría a ver a Géminis.

—deja de quejarte, mejor vámonos a Géminis, apestamos a sudor y ya mismo es hora de cenar.

—ya tengo hambre.

Caminó delante suyo como siempre, Daríus ya reconfortado la siguió, como siempre Aries y Tauro vacías solo de vez en cuando doncellas se encargaban del mantenimiento de los templos vacíos por que sino el polvo y el abandono opacaría su esplendor.

A lado de ambos pasó otro caballero que no tenía armadura que al verlos inclinó la cabeza y continuó su camino, grande fue su sorpresa al ver que sobre su espalda cargaba una caja de pandora que simbolizaba una armadura dorada. Pero no había dorados por el santuario más que de plata y dos o tres de bronce, quizá vivía retirado o quién sabe qué.

—¡ que raro! si no hay caballeros dorados—dedujo Daríus deteniéndose a mirar cúal armadura era.

—puede ser que hayan por ahí, recuerda que el patriarca nos dijo que faltaban más caballeros—dijo Livana.

—¿crees que irá a ver a otro aspirante?

—si, hermano.

                                                                      **********************

Extendió su mano que para Cora resultó cálida y reconfortante, su madre la acompañaría hasta la entrada del santuario y luego aquel hombre que se identificó como Teucro de mirada y sonrisa amable la condujo afuera de su casa.

—no te dejaré, estaré siempre pendiente.

Ella asintió mientras caminaba junto a Teucro que tomaba atajos para llegar más rápido al santuario de la diosa de la sabiduría. Teucro podía usar la velocidad de la luz, pero no quería asustar a ninguna de las dos.

—¿estás nerviosa?—interrogó a Cora.

—no, dije que no temeré.

Se sorprendió ante la firmeza en su voz, se sintió orgulloso y no habría duda de que sería una de las más fieles al servicio de la diosa.

Llegaron al límite, Cora supo que debía separarse de su madre, era difícil y penoso.

Se abalanzó a sus brazos rompiendo en lastimeros sollozos, ella la estrechó contra su pecho llorando también mientras acariciaba sus cabellos castaños.

—mami....

—estaré cerca, mi tesoro.

—seré fuerte y buena por ti.

—lo eres no debes cambiar nada.

Teucro les había dejado a solas, si fuera por él dejaría que la madre se quedara en el santuario pero civiles no eran permitidos solo aspirantes y caballeros.

—¡cuídela!—dijo la madre secándose las lágrimas.

Un asentimiento silencioso fue la respuesta.

—te estaré escribiendo.

—yo también....

El noveno signo del zodíaco ya había elegido a su representante que junto a Géminis formaban los signos opuestos y aquellos que guarían el ejército de la diosa.

Selkis: Señora de los Escorpiones.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora