Le devuelve la llamada en cuanto siente que se ha alejado lo suficiente de la "zona cero".
—¿Se puede saber dónde estabas? Te he llamado ocho veces y la última incluso la has cortado — La voz de Íñigo suena levemente alterada al otro lado de la línea —¿Ha pasado algo?
Es obvio que no puede contarle la verdad (no al menos en un futuro cercano) pero tampoco quiere mentirle del todo, de modo que la opción más segura es optar por un camino intermedio.
—Joder, lo siento, es que me he entretenido —Intenta aligerar el tono todo lo—. Me he encontrado con Rivera allí.
—¿Habéis estado hablando?
Si por "hablar" se entiende llegar al orgasmo en tu propio escaño por obra y gracia de la hábil mano de tu rival político entonces sí, han hablado muchísimo de temas muy profundos.
—Más o menos.
—Pues te noto la respiración como si hubieras venido de correr una maratón.
Correr-me una maratón hubiera querido puntualizar, pero en serio, mejor desviar la charla a otros puntos menos incómodos.
Afortunadamente Íñigo no insiste más en el tema y cuando cuelga parece un poco más calmado que antes, aunque Pablo detecta una cierta reticencia a creerle del todo. Han tenido la conversación algunas veces: en lo tocante a la relación de Albert Rivera y Pablo Iglesias, Íñigo siempre suele andarse con pies de plomo, partiendo de una natural desconfianza de base hacia el líder de Ciudadanos. No llega exactamente a desaprobar abiertamente la amistad entre ellos pero tampoco le parece la octava maravilla del mundo. Por lo tanto, han llegado a un armisticio al respecto, Pablo lo menciona lo mínimo posible e Íñigo evita poner cara de hastío cada vez que sale su nombre en una conversación.
Por otro lado, ha sido una experiencia tan sumamente surrealista que es digna de analizar durante todo el camino a casa.
Y durante la ducha.
Y después también en la cama, con todas las luces apagadas.
El bombazo del día siguiente tiene lugar con las declaraciones de Andrea Levy sobre Miquel Vila y el grupo de whatsapp del partido arde durante todo el día. Se suceden las bromas y los chascarrillos de todo tipo y Pablo está seguro de que la tentación del muchacho de bloquearlos a todos y salirse del grupo es muy fuerte en ese momento, pero no lo hace por el mismo motivo por el que todo el mundo es reticente a ser el primero en levantarse para entregar un examen.
Las redes sociales, por supuesto, están encantadas con la noticia y Pablo no puede perder la oportunidad. Simplemente no puede.
Así que menciona el tema durante el segundo debate de investidura. Es posible que Miquel le asesine con sus propias manos después, pero el momento merece la pena solo por ver las caras de todos los presentes.
—Fluye el amor y la pasión en la política española.
Pero lo que sabe que traerá más consecuencias es lo que añade a continuación.
—Pedro, solo quedamos tú y yo.
Y las carcajadas de sus compañeros son inevitables. Habla del pacto del 'beso' y sabe que en ese momento la cara de Pedro Sánchez debe ser todo un poema. La cara de Mariano Rajoy debe ser toda una obra de poesía directamente, si acaso toda la bancada del Partido Popular no ha pedido un momento de descanso para irse a vomitar.
La cara de Albert Rivera no necesita imaginársela porque interviene justo después de él.
Si a Pablo le pidieran públicamente definir a Albert con un adjetivo, probablemente diría 'honesto', y es algo que piensa sinceramente por lo que no ha perdido nunca la oportunidad de calificarle como tal, aunque la pregunta no haya sido esa en ningún caso.