Capítulo 9

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"Estábamos en el mundo de Pracctor trabajando en las plantaciones de amebas clóricas. Seríamos alrededor de una docena de humanos de entre trescientos obreros. No nos podíamos quejar, nuestros amos nos trataban con consideración y magnanimidad, pero no dejábamos de ser esclavos. Aunque escuchando otros relatos deberíamos dar gracias a Dios por nuestra suerte."

"Bueno, el caso es que estábamos ya allí, en Pracctor, cuando la Flota de Eliminación fue derrotada por la "FGA". Nuestros amos nos separaron del resto y nos trasladaron a una huerta aparte, en donde nos tenían menos atendidos y más vigilados, incluso con pracctorianos armados con rifles de Sicónium."

"No entendíamos nada, pero sin duda nos cogieron miedo. Pienso que creían que nosotros podíamos realizar también semejantes hazañas. El caso es que desde entonces no tuvimos ni un solo día, si se puede llamar así a los tiempos solares de ese sistema, en que disfrutáramos de un rato de intimidad. Nos vigilaban, incluso, cuando íbamos a los aseos."

"Cuando el Imperio capítulo, nos liberaron y embarcaron hacia la Tierra, sin proferir una sola palabra y sin dejar de apuntarnos con sus armas."

(Otsanda Harris Christopher, liberada del último desembarco,.  Residente actualmente en Senegal, la Tierra, junto a su marido)

(Extracto del cristal "Historia de las Grandes Guerras", por la presidenta de la Federación de Planetas Libres Alexia Nehivia)

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—No sé, Gromac, no lo veo muy claro.

—¿Qué es lo que tienes que ver? —su enfado iba en aumento—, son órdenes del cerebro y basta.

—Sí, lo sé —se disculpó—, pero ¿no estaremos apuntando demasiado alto? Ya viste lo que le pasó al comando de Jadok.

—Por el gran Akltar, que me estás tocando los guyios —se detuvo y lo cogió de la pechera con violencia—. ¿A mí qué me importa lo que le sucediera a Jadok?, era un imbécil y se merecía morir como un Rauliano.

—Ya, Gromac —se desembarazó de él y se alejó unos pasos—, pero los reventaron desde dentro. Tenían las tripas en las manos, y sus rostros, por Akltar, sus rostros estaban desfigurados por el dolor.

—Me importa un guyio —zanjó el primero pasando al lado de su compañero sin mirarle siquiera—, me pagan mejor que nunca. Si no quieres venir, no vengas, más para los demás.

—Iré, Gromac, sabes que iré, necesito los tubos, pero es que es a la mismísima Presidenta de la Federación a la que hay que eliminar...

—¿Y qué? —no le dejó terminar—. Como si es el mismísimo Arak en persona, es un ente vivo y —se detuvo mirándole a los tres ojos fijamente—, si está vivo puede morir.

Los dos asesinos salieron a descubierto y por breves instantes ambos mantuvieron silencio. En este mundo fronterizo había demasiados oídos y mentalistas curiosos, con lo que también, cerraron sus inhibidores de pensamientos. Atravesaron la dilatación de su cóncava nave, muy similar a las antiguas nodrizas de combate Sutras de la clase Delta, y entraron en el interior del escudo de seguridad, desconectando sus inhibidores. Subieron la rampa, y después de cerrarla con una orden mental, que el cristal de navegación se apresuró a ejecutar, pasaron bajo un arco mimetizador, transformándose de dos repulsivos Oregug en dos perfectos Instructores de Combate Sutras de clase Alfa.

—Aún nos falta un poco de altura para ser iguales a los Sutras.

—Da lo mismo —contestó Gromac, saludando al resto de sus compañeros desperdigados por la sala de recreo e igualmente disfrazados de Instructores—, ya apenas se ven soldados del Imperio por ahí, nadie notará la diferencia.

—¿Debemos hacerlo con estos trajes? —se sentó en la burbuja del piloto y comenzó a ordenar al cristal la secuencia de despegue.

—Afirmativo, ¿tienes algún problema? —le miró con cara de asco—. Ya lo has hecho más veces.

—Sí, pero esto es distinto —detuvo la secuencia y miró a su jefe—, podemos provocar una nueva guerra interestelar.

—Esa es la finalidad, ¿no crees? Comienza la secuencia de una vez, ¿quieres?

El piloto dio las órdenes pertinentes y la nave comenzó a despegar, silenciosamente primero y más ruidosamente después. En los mundos fronterizos no había ley de vuelos, ni Controladores de pistas. Por tanto, las naves despegaban y aterrizaban cuándo y dónde querían, con lo que los viandantes debían tener cuidado y vigilar los cruceros, por si los motores de alguno de ellos les chamuscaban, mandándoles al otro Universo, o ha donde quiera que vayan los que dejan este definitivamente.

—Le acompaña el Albiac —le miró de soslayo, mientras seguía la secuencia del cristal y su frecuencia sónica—, ya hemos tenido problemas con él cuando era Prefecto de la Policía Interestelar.

—El verde no me preocupa —respondió el interpelado mirando fijamente la pantalla de visión física y deleitándose con el despegue—, ya nos hemos escapado de él otras veces.

—Es bueno —continuó el piloto a modo de comentario.

—Lo sé, pero no le temo —y agregó, señalándole con la cara la inmensidad del infinito—. ¿Quieres callar de una vez?

—Gromac, una última cuestión —su voz era suave, sabía que ya había importunado demasiado a su jefe y la paciencia no era una de sus principales virtudes, pero aún así tenía que preguntarle—, ¿crees que despertaremos a esa cosa?

Sentado en la burbuja contigua, el líder de los asesinos lo miró incrédulo, rompiendo a reír ruidosamente.

—¿De verdad crees que lo que derrotó al Imperio fue el señor de la guerra? —le golpeó en su peluda cabeza, a la vez que escupía en el suelo de la nave, y se levantaba de su asiento dirigiéndose a la compuerta de salida de la cápsula de mando—. Además de estúpido, eres todavía un cachorro. El Natok no existe imbécil, fue la Alianza de los Siete la que derrotó al Imperio, porque se estaba haciendo demasiado poderoso, y ahora —su voz no dejaba dudas respecto al final de la charla—, déjame en paz, voy a descansar y no quiero que me importunes con más absurdeces.

El Oregug salió de la cabina de mando y atravesó la sala de recreo, donde sus hombres le siguieron con la mirada. Habían escuchado la conversación con el navegante, y aunque las últimas palabras del comandante les habían tranquilizado, ninguno dudaba en su fuero interno que no había sido la Alianza la que había derrotado a los legendarios Guardianes Imperiales de Arak. Desde cachorros la paradoja lingüística entre los piratas espaciales de: "Si un Guardian va por ti, eres un ente vivo muerto", era un dogma de fe.

HISTORIA DE LAS GRANDES GUERRAS. "Final"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora