Capítulo 3

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"Mi nombre no es relevante, pero yo trabajaba en los recursos de esclavos de una nodriza alfa de desembarco. Yo estaba entre los liberados de la Plaza Roja de Moscú durante la Segunda Gran Guerra, antes del ataque a la zona libre. Ahora sé que me encontraba en la Meseta de Ubangui, en África, pero en esos momentos tan sólo podíamos saber lo que nos permitían nuestros amos."

"Quiero añadir que prefiero morir libre, que vivir siendo esclavo, y únicamente tengo palabras de agradecimiento hacia el ser que nos liberó, y al que solo vi un momento pasar junto a mí."

(Relato de un no-identificado)

(Extracto del cristal "Historia de las Grandes Guerras", por la Presidenta de la Federación de Planetas Libres Alexia Nehivia)

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—Ahora —dijo en un tono pedagógico, que les relajó momentáneamente, y que la Adjunta Planetaria terrestre agradeció sobremanera—, debemos comportarnos como lo que somos.

—¿Y qué somos, si puede saberse? —preguntó sorprendida.

—Humanos —respondió imperturbable el carismático Presidente de la Tierra—, ni más ni menos que humanos.

—¿Y eso, qué significa exactamente Nicolaiev? —se detuvo perpleja, provocando que todo el séquito de secretarios y asesores que le seguían, al igual que el sistema de seguridad que les escoltaba, interrumpiera abruptamente su marcha.

—Mira, Alexia —entrelazó su brazo al de ella y la obligó, disimuladamente, a continuar caminando hasta el foro de debate—, en el Universo hay fuerzas motoras y políticas de unas dimensiones que desconocemos —ella asintió molesta sin dejar de caminar, no hacía falta que nadie le presentará, ante sus ojos, la obviedad de una manera tan pueril—, por eso —continuó Nikolaiev haciendo caso omiso de su malestar—, debemos aprovecharnos siempre que podamos de nuestra condición de humanos.

—No entiendo porqué eso puede considerarse algo positivo, cuando somos la raza menos longeva del Cosmos, exceptuando a los Raulianos.

—Pues muy sencillo, querida —en ese momento entraban en la boya magnética y se elevaban, ante toda la concurrencia, hasta los niveles prefijados, siendo seguidos, además de con la mirada, con todos los holovisores de los siete mil delegados congregados, acongojando a la Adjunta Planetaria justo antes de que el Presidente de la Tierra terminará su frase de forma fulminante—, porque somos los elegidos.

La boya se instaló con un giro de ciento ochenta grados, y un suave siseo, en su lugar correspondiente, junto a la delegación Mortsund. Los paneles de protección de la misma, dieron paso a los sistemas de seguridad del cónclave, y el conjunto se relajó hasta situarse ligeramente por delante del resto de balcones.

—Los elegidos de ¿qué? —Alexia procuraba no mover demasiado los labios a sabiendas que todo el mundo los estaba observando, y leerían sus movimientos.

—Tu apenas tenías conciencia entonces —contestó Alexandrovich sin ningún cuidado, es más, como retando a todos los que les estudiaban a que entendieran perfectamente lo que iba a decir—, pero casi todos los aquí presentes vivieron los acontecimientos en primera persona. Mira, Alexia —se encaró con ella—, nosotros somos los hijos de la "Bestia Negra" y aún, hoy en día, las antiguas razas esclavas nos veneran por él, y por lo mismo, las antiguas civilizaciones dominantes nos temen. Somos —añadió sin contemplaciones—, un poder fáctico en todo el Universo conocido, y no debemos dudar en hacer uso de él si eso nos beneficia de alguna manera.

No sé dijeron nada más, y Alexia volvió la vista al inmenso congreso, observando con fascinación el gigantesco panal esférico que formaban las boyas de todos los Adjuntos Planetarios y sus séquitos. El presidente, un Mijia, envuelto en su pecera de ácido, tomó la palabra, haciendo que su navegador colocara su boya magnética en el mismo centro de la esfera, equidistante a todas y cada una de las formaciones. Su verborrea mental no era necesaria traducirla mecánicamente, ya que al actuar directamente sobre los nódulos cerebrales, por sensaciones y pensamientos puros, todas las razas allí representadas eran capaces de comprenderlos.

Agradecieron la presencia de todos y cada uno de los Adjuntos Planetarios de todo el Universo explorado, y rindieron homenaje a todos los seres que, con su esfuerzo y voluntad, habían hecho posible que la unidad federal absoluta se consiguiese por primera vez en la historia. Tanto Nikolaiev como Alexia, se dieron gratamente por aludidos, aunque no completamente agradecidos. Todo lo que el excelentísimo Presidente Mijia decía podía ser doblemente interpretado, sobre todo teniendo en cuenta en qué antiguo bando se había encontrado su raza.

Después, uno a uno, los siete mil Adjuntos pasaron a ofrecer sus respetos a la nueva y recién formada Federación de Planetas Libres, añadiendo unos pensamientos si ello era su deseo. Cada punto de rotación de exposiciones se descansaban dos, en claro favor a las razas con menor aguante mental.

Esto convino a la Adjunta Planetaria terrestre que, según sus estimaciones, tendría que salir a la palestra en el siguiente ciclo lunar federativo* (Equivalente a 28 días terrestres. E.I.B. de la F.P.L. Medidas y pesos. N del A), si sus ayudantes no se habían equivocado en los cálculos remitidos por la Presidencia.

—Señora, nuestro turno será dentro de 0.46 puntos de traslación estándar, equivalente a...

Con una mirada pronunciada y muy explícita no le dejó terminar, sabía muy bien cuál era la equivalencia terrestre, aunque desde hacía algún tiempo, no hacía falta este pequeño tecnicismo. Casi todo el mundo, salvo algunos anticuados como sus mismos padres, utilizaban ya la medida de tiempo estándar federativa. Volvió a posar sus cansados ojos en el discurso que ofrecería a sus camaradas, a sabiendas que sus palabras si serían seguidas por todos los Adjuntos, siendo, junto con la charla del Adjunto Sutra, uno de los puntales de las divagaciones del cónclave.

Para ella era claro que, absolutamente todos los allí presentes, no hacían más que divagar en asuntos de orden universal que, en ningún caso, desde la desaparición del Imperio y de la Alianza, eran de verdadera importancia.

Era consciente que lo que, realmente, contaba para la mayoría de las razas era su propia existencia y desarrollo, y tratarían por todos los medios de satisfacer políticamente a sus mandatarios, sacando el mayor provecho económico y político de esta reciente formada Federación de Planetas Libres.

—Señora —la voz de su ayudante la sacó momentáneamente de sus pensamientos y la devolvió a la realidad—, hay un mensaje cifrado esperando fuera.

—¿Ha sido revisado por el sistema de control? —preguntó alarmado Nikolaiev.

—Afirmativo señor, no lleva armas.

Tanto Nikolaiev, como Alexia, se sorprendieron del hecho, dado que en estos momentos cualquier intento de ponerse en contacto con los Adjuntos Planetarios se consideraría de mal gusto por parte de todos los congregados. Aún así, ambos se levantaron y salieron al salón de recepción de la formación humana. Ante ellos una sonda esférica, que inmediatamente igualó sus alturas medias, esperaba suspendida en el aire a recibir las órdenes pertinentes.

—Habla, soy Alexia Nehivia.

La sonda se elevó levemente y holoproyectó, de forma automática, una imagen clara y nítida de un Instructor de Combate Sutra, con la armadura completa, golpeándose el pecho e inclinando ligeramente la cabeza, indicando con este saludo de tratamiento imperial que venía, directamente, de parte del Emperador y no del Adjunto Planetario Sutra.

—Excelentísima Adjunta Planetaria Terrestre Alexia Nehivia, mi señor el Emperador Arak Krant III, Señor de los Sutras, desea recibirla en su formación dentro de un punto de rotación, si ello es de su agrado.

Las palabras del Instructor los dejaron fuera de juego, y tanto Alexia como el Presidente de la Tierra se miraron sin poder salir de su asombro.

HISTORIA DE LAS GRANDES GUERRAS. "Final"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora