¿Qué me ha ocurrido?, me pregunto mientras observo la palidez de mi reflejo en la tranquilidad de las aguas del lago junto al que estoy. ¿Cómo he llegado a esto?
Me he convertido en lo que más odiaba: un ser asqueroso, temible, corrompido. Un vampiro.
Hace dos días que pasó. Dos días desde que los iris de mis ojos brillan en rojo, desde que mi piel blanca pasó a ser casi translúcida. Dos días desde que no puedo ver mi rostro sin sentir una punzada de asco recorriéndome la columna vertebral.
Las lágrimas colman mis ojos. Dejo que se deslicen por mis mejillas para tener el placer de observar cómo caen sobre el reflejo del ser cruel que ahora soy; lo empañan, lo hacen desaparecer por un instante. De todas maneras, mi actual imagen no deja de perseguirme ni cuando cierro los ojos. Sollozo, incapaz de contenerme, y aprieto los párpados con fuerza.
-¿Mika? -la voz de Yuu a mi lado me sobresalta, a pesar de su tono suave-. ¿Estás llorando de nuevo?
-No te preocupes por mí, Yuu-chan.
Me pongo en pie enarbolando una sonrisa torcida. Quiero alejarme del lago, de la visión de mis ojos rojos y de Yuu-chan y sus buenas intenciones.
-No seas idiota. -Yuu parece exasperado. Acaba de agarrarme por la muñeca, no muy fuerte, simplemente para pedirme que me quede. Su roce me da ganas de llorar suficientes para todo el día: no debería tocarme, no debería hacerlo, él y su pureza no pueden entrar en contacto con algo tan sucio como yo soy.
-Suéltame. -Estoy susurrando, pero es que no doy hablado más alto-. Por favor, Yuu-chan.
-Mikaela, ya basta -exclama acercándose a mí. ¿Por qué se me pega tanto? Intento alejarme, sin mirarlo a la cara, pero él no me lo permite-. ¿Cuánto tiempo vas a seguir lamentándote?
-Es la primera vez que lloro, Yuu-chan.
-Mentiroso. ¿Crees que no te he visto antes, entre los árboles? ¿O ayer, cuando atravesamos aquella carretera? -Maldigo para mí. De verdad creí que no se había dado cuenta-. Mika, acéptalo: eres un vampiro. Pero eso no significa que seas un monstruo.
"Un monstruo."
Ha dado en el clavo. Así es como me siento, como un horrible monstruo que no merece ni siquiera vivir. ¿Cómo podría merecerlo, siendo como ahora soy hermano de aquellos que tanto mal le han hecho al mundo?
-Es fácil para tí decirlo, Yuu-chan.
-Sé que es complicado, pero... Tienes que entender que eres la misma persona que la semana pasada, Mika. ¡Tú no has cambiado, solo tu cuerpo lo ha hecho!
-Tu inocencia es adorable, Yuu-chan. -Me suelto de su agarre con suavidad y comienzo a caminar para alejarme. Él no entiende, no es capaz de comprender que no soy el mismo que hace días. Mi interior ha cambiado, eso nadie puede negarlo. Las lágrimas continúan brotando de mis ojos, incansables.
-¿Adorable? -Escucho que masculla Yuu detrás mío, furioso. Bien, que se enfade todo lo que quiera, éso no va a cambiar nada-. Para, Mika. Para, escúchame. -No me detengo. ¿Para qué? No estoy de humor para escuchar una sarta de palabras bienintencionadas carentes de significado.- ¡Que pares!
Suspiro. ¿Quiere que hablemos? ¿Le apetece perder el tiempo un rato? Muy bien, lo haremos entonces.
-¿Qué ocurre, Yuu-chan? -pregunto en un tono falsamente dulce después de girarme hacia él. Él me mira con rabia brillando en sus ojos.- ¿Vas a decirme que soy una buena persona, que el ser un vampiro no cambia nada? ¿Quieres consolarme, acariciarme la espalda mientras lloro en tu hombro y me susurras que todo irá bien? ¿Me dirás que me quieres y que siempre lo harás, aunque ahora soy parte del bando que mató a nuestra familia? En el que está el hijo de puta que asesinó a nuestros niños... -El sonido de mi corazón roto se escucha en el amargor de mis palabras. Pretendía fingir pacifismo y hablar de forma agradable, pero soy incapaz. Este tema duele demasiado como para que yo sea capaz de tratarlo con suavidad -. No quiero obligarte a mentirme, Yuu-chan... Así que déjalo estar.
Yuu parece un poco descolocado. Hay una sombra en su expresión que no estaba ahí antes de que mencionara a los demás niños del orfanato. Sabe que tengo razón, sabe que nosotros éramos como sus padres y que un buen padre no se une al ejército que masacró a sus hijos.
-Yo no miento, idiota. Comprendo que te sientes mal, pero no puedes dejar que eso te hunda. Mika, si tú eres uno de ellos, entonces eso quiere decir que no todos los vampiros son crueles. Sé que tú nunca harías nada parecido a lo que nos hizo a nosotros ese noble.
-No estás siendo objetivo, Yuu-chan -suspiro. Se está dejando llevar por la imagen que tiene de mí, por el niño que era antes.
Aparto la mirada de él, está claro que conversación no nos va a llevar a ningún lado. Estoy dándome la vuelta para irme cuando Yuu me agarra de la capa y me obliga a detenerme. Gruño molesto; de nuevo está muy cerca de mí, no debería hacerlo... Pero esta vez tiene los labios entreabiertos. Su mirada es extraña cuando envuelve sus dedos en mis rizos de una manera tan tierna que me sonrojo. Su rostro refleja una curiosa mezcla entre determinación y miedo durante unos segundos hasta que, incrédulo, veo que se inclina más y más para unir nuestros labios. Estoy en una especie de trance estático que me impide reaccionar, así que su boca cálida y tierna acaricia la mía durante unos segundos en los que siento unos cálidos hilos de electricidad subiendo y bajando por cada arteria de mi cuerpo. Cuando se separa, no lo hace mucho, sino que se limita a dejar un pequeño espacio entre nuestros labios para poder hablar. Sigue tan cerca que siento su aliento sobre mi piel erizada.
-¿Cómo voy a ser objetivo, imbécil? -susurra irritado-. Estoy hablando contigo. Contigo, Mika, aquel niño cuya sonrisa era tan fuerte como para darle valor a aquel puñado de huérfanos que éramos, el que supo ver más allá de mi máscara de insensible y me contó un montón de tonterías cursis sobre la familia hasta que acabó por convertirse en la mía. Mika; feliz, sereno, duro, inteligente y cariñoso. Mi amor platónico. Ése eres tú, y no vas á cambiar porque te hayan crecido un par de colmillos.
-Yuu-chan... -comienzo pesaroso, pero no me deja terminar. Un nuevo beso impide que me queje. Los labios de Yuu tiemblan tanto en los míos... Sé que no debería hacerlo, pero aún así cierro los ojos, agarro su cintura y me entrego por completo a sentir el pequeño contacto que hay entre nosotros. Por algún motivo, besarlo no me produce alegría, sino melancolía, aunada a la paranoia inaguantable de que pronto voy a perderlo. Intento ignorarlo, pero necesito saber si va a ser así, si va a dejarme, por lo que me alejo con urgencia de él-. Yuu-chan, ¿no te da miedo besarme?
-¿Miedo? -exclama sorprendido-. ¿Cómo iba a darme miedo, tonto?
Observo su cara desconcertada. Un peso cálido se instala en mi estómago al comprender que ni siquiera se le había pasado por la cabeza la posibilidad de que yo supusiera un peligro para él. Mi rostro se deforma en una sonrisa tonta sin que pueda evitarlo.
-Eres idiota, Yuu-chan -susurro. Pestañeo, pensativo, y tomo una decisión. Beso cortamente a Yuu en los labios y a continuación recorro su cuello con pequeños besos. Traga saliva, nervioso y completamente adorable.
-¿No puedes dejar de meterte conmigo ni cuando vamos a hacer esto? -protesta en un absurdo intento de hacer ver al menos un poco que él está al mando mientras lo recuesto en el blando césped sobre el que estamos. Está cuajado de preciosas flores azules, aunque por supuesto, éste no es momento para fijarme en esas cosas.
-Lo siento, Yuu-chan -murmuro después de morderle despacio el lóbulo de la oreja.
Desnudar a Yuu, besarlo por todas partes, morderlo suave, dejarle pequeñas marcas, sentir su interior. Ver sus mejillas sonrojarse, escuchar sus gemidos quedos, acariciar la suavidad de su piel. Hacer el amor con Yuu es lo más bonito que he hecho en mi vida, todo él parece volverse poesía cuando lo tengo entre mis brazos en medio del océano de flores en el que estamos.
-Te quiero, Mika -confiesa cuando acabamos y se abraza a mi espalda, envuelto en una capa de sudor.
-Te amo, Yuu-chan.