Aposentos

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Estaba agotado luego de haber entrenado con sus tres guerreros, y Lady Sif, por supuesto, eran más que fieles amigos; entregados hasta la muerte, yendo más allá de sus expectativas con respecto a la lealtad. El dios requería el debido descanso; una fiesta ya aguardaba a los demás, pero él, siempre se confería tareas, escapando de aquella mirada de suplicio de su guerrera, aquella mujer preciosa y sin igual que le amaba, que sufría porque él sufría, que pasaba las noches en vela aguardado su constante tristeza y pidiendo a las constelaciones que el dios calmase su confundido corazón. Para Thor era fácil rechazar todo sentimiento, dejando en claro que necesitaba algo más que una guerrera o simple mortal, Sif lo sabía. No debía insistir más con el dios, era hora de despedirse esa noche. Necesitaba descanso.

Thor, antes de poder tocar la cama, aseó su cuerpo como ya era lo acostumbrado, no se trataba de algún baño real, se trataba más bien de algo íntimo donde él podía hacerlo a su manera. Lavó su cuerpo, pasando sus  prominentes y habidas manos por toda su anatomía, la cual era envidiada por más de un guerrero dentro de Asgard, claro... ¿Por qué no debía ser envidado? Era el dios del trueno, todos querían y deseaban ser como él, todos carecían habilidad, orgullo y de liderazgo, era evidente que jamás serían como Thor. El cabello que poseía era un tesoro más valioso que el oro, quizá más valioso que cualquier joya de Frigga, o más allá de ser una preciosa constelación digna de admirar por Heimdall. Thor lo era todo, Thor poseía lo que jamás nadie en los nueve mundos. Pero algo había que el dios no tenía en sus manos, quizá porque no era digno de él como lo era con Mjolnir.

Al término de su pequeño ritual de baño, Thor se dirigió a sus aposentos y dejó caer su fornido y pesado cuerpo sobre el lecho donde podía pasar horas durmiendo como una bestia; tales como las que eran provenientes de jotunheim. Lo hizo sin armadura y tela que le cubriese esa anatomía. El espacio era perfecto para su descanso, estaba de más decir que Thor gozaba de su siesta más que el esperado sueño de Odín, rebasaba la leyenda y para ello no había jurisdicción.

Lo único que el joven dios esperaba, era no ser perturbado ahora que ya estaba profundamente dormido. Un ligero ronquido provino desde el fondo de su garganta, y su respiración elevaba su pecho de forma lenta y pausada. De pronto, arrugó ligeramente el entrecejo al sentir una corriente de aire fría desde la parte baja de su abdomen que le recorría ascendentemente, Thor odiaba que las mantas cayesen o se moviesen de su sitio por su bruta forma de moverse al dormir. Buscó a tientas dichas telas, pero no dio con ellas por más que tanteó el terreno de búsqueda. Estaba en un trace de torpeza, así que finalmente se rindió y decidió dejar aquello a un lado, sin percatarse que alguien estaba violando sus aposentos de la manera más osada. Entre el mundo de Asgard era traición si entrabas a los aposentos de un dios guerrero y más si se trataba de perturbar la paz del protector de los nueve mundos.

Por segunda vez, Thor volvió a fruncir el ceño al sentir caricias sutiles por su cuerpo, más no se había percatado qué parte de su cuerpo era acariciada de tal forma. Suspiró ameno por la sensación y se removió entre las mantas de aquella enorme cama. Lo siguiente que sintió fue algo liviano junto a su cuerpo, y movió su brazo derecho para buscar a tientas lo que le estaba aplastando, quizá eran alguna tela estorbando, murmuró adormilado algunas cosas que apenas se entendían. Aquello que estaba palpando se le hizo más que extraño. En sus sueños, una diosa jugaba de manera osada con su anatomía... En sus sueños podía verla claramente, era la fémina más hermosa del reino, digna del hijo de Odín... Era aún más preciosa que Lady Sif, más preciosa que su mortal, en sus ojos se podía ver el gozo y el embelesamiento que la mujer provocaba en sus sentidos, ese cabello largo azabache caía sobre su espalda vigorosamente, y esos ojos esmeralda radiaban travesía en la mirada, jamás la había visto rondando en las celebraciones después de una larga batalla. Sus amigos bailaban, bebían y armaban fiestas que terminaban siete días después, y aún así, la mujer le era desconocida, ¿por qué? Si él merecía tener el privilegio de poder conocer a todas las mujeres de Asgard y ésta se había omitido entre todo el pueblo, "¡Qué osadía!", pensó el dios...

Aposentos [Thorki]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora