Capítulo 1

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14 años después

- No es solo conocer la mente del criminal, sino entrar en ella, ser uno solo, pensar como el...

Tocan la puerta y esta se abre cortando mi explicación, y mostrando la figura de un hombre de 50 años y muy querido por toda la sociedad.

- Profesora Strigoi, disculpe que la interrumpa, acaba de llegar un hombre del FBI y dice que necesita hablar urgentemente con usted.

- Director Law, muchas gracias, pero aun no he terminado con mi clase, luego tengo que salir inmediatamente de aquí para ir al bloque F a mi otra clase. Podría por favor decirle a ese hombre que espere y disculpe la molestia.

     Jason Law, es el Director de la Universidad Lomonosov de Moscú, Rusia, lugar en el que trabajo, es un hombre mayor de 50 años, y a pesar de su avanzada edad se conversa muy bien físicamente, aunque presenta molestias en su espalda y rodillas su orgullo militar no lo dejara admitirlo.

- Por supuesto Profesora Strigoi – da la media vuelta, caminar hacia la puerta con su andar algo cojo y se marcha.

     El salón queda sumido en un silencio tormentoso, cuando dirijo la vista a mis estudiantes todos me ven asombrados, soltando una carcajada al ver sus caras y me encojo de hombros.

- Chicos, son gajes del oficio – vuelvo a sonreír – ahora, necesito que investiguen las alteraciones cerebrales de la mente de un criminal para la próxima clase – recojo poco a poco mis cosas y las meto en mi cartera- ¿Qué esperan? Fuera de mí salón, aprovechen su hora libre.

     Oigo un murmullo de aprobación y todos salen corriendo del salón, como si de un momento a otro fuera a cambiar de idea, tomo mi cartera y la chaqueta de cuero que cuidadosamente deje en el respaldo de la silla, salgo del salón y me dirijo a mi oficina para dejar mi carpeta de anotaciones e ir a almorzar, para luego ir a mi otra clase.

     Al ir acercándome a mi oficina observo a un hombre al lado de mi puerta, apoyando su espalda en la pared y los brazos en su pecho, paso de largo a su lado, saco las llaves de mi bolsillo e ignoro su presencia a mi lado.

- Agente Strigoi, disculpe la molestia, necesito hablar con usted – me toma del hombro y me voltea – es urgente.

- Que mas... - miro hacia arriba y con mi ceja arqueada – Sea breve, debo ir a almorzar y luego dar otra clase – abro la puerta y le doy un espacio para qué pase, cuando lo hace cierro la puerta y me dirijo a mi escritorio.

- Disculpe la interrupción, es sobre sus padres...

- Mis padres están muertos.

- No sus padres adoptivos, sino biológicos Señorita Rinaldi.

- Mi apellido es Strigoi, el otro nunca perteneció a mí, ¿Qué quiere? No tengo todo el día

     Me mira fijamente levantando una ceja, es hermoso, pero algo esconde, lo sé, sus ojos son del color de las peores tormentas que azotan la tierra, pero tan grises y vivos que incitan a perderse en ellos, tiene una estructura ósea esculpida en el más fino granito, acompañada de unos labios finos pero firmes y una tez color mate, si, es hermoso, pero sé que algo esconde.

- A los Señores Rinaldi se les busca por haber asesinado a siete niños y a sus respectivos padres. Creemos, – duda por un momento – creemos que vienen por usted, ya que es alguien de renombre en el país, no solo es Profesora sino también es detective y agente de la Agencia Federal de Seguridad de Rusia (FSB) y tiene enlaces con el FBI, y sé que harán de todo por encontrarla.

     Camino hacia la ventana de mi despacho, la abro de par en par, dejando que el aire frio entre a la habitación y llene mis pulmones, aprieto las puertas de la ventana con tanta fuerza que mis nudillos se colocan blancos. Levanto la barbilla y oigo un murmullo lejano. No, no otra vez por favor, no, ¡NO!

     Siento el sabor metálico explotando en mi paladar, el hierro caliente y el aceite hirviendo corriendo por mi cuerpo, las esposas apretando mis muñecas y tobillos, el cuchillo, entrando, saliendo y resbalando por mi vientre, pecho y abdomen. Las lagrimas corren por mis mejillas, pero no puedo pararlas, no funcionaron para detener al hombre que mancho mi vida, al hombre que hace que las pesadillas vuelvan todas las noches a mí, siento un sudor frio recorrer mi piel.

    Cierro la ventana de golpe, y lo único que oigo es el estruendo de los cristales cayendo al piso y miles de agujas penetrando la piel de mis brazos, manos, piernas y pies, pero como siempre la suerte me acompaña, ninguna toca mi rostro.

- Señorita Strigoi, ¿Está bien?

- Váyase, hablare con el departamento de policía, con los agentes, con los detectives, hasta con los malditos sheriff dé cada condado de Rusia. Te daré la descripción exacta de esas personas, todas las cosas que encuentre de ellos y las que tengo, le avisare, deje su tarjeta en el escritorio, y sospecho que esa carpeta que tiene en las manos es la copia del expediente – tomo aire lentamente y el olor a oxido llena mi nariz – déjela también en el escritorio y márchese.

- Señorita Rinaldi, disculpe, pero ¿Realmente se encuentra bien?

- ¡NO SOY RINALDI! – grito desesperadamente y volteándome de golpe - Quiero que se largue ya mismo de mí oficina.

- Está san...

- ¡VETE!

     Me vuelvo a voltear, mirando de nuevo por la ventana y dándome cuenta que tengo que comprar unos cristales, oigo un suave "clic", giro el rostro suavemente dándome cuenta que estoy sola, completamente sola, vuelvo a mirar al frente... Pero, mi tranquilidad no dura mucho.

- Profesora Strigoi - la puerta se abre de golpe chocando con la pared – Diablos... ¿Qué demonios?

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⏰ Última actualización: Mar 12, 2016 ⏰

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