Cuando recuperé el sentido, me di cuenta de inmediato que algo andaba muy mal, una luz frente a mí heríamis ojos, sin que yo fuera capaz siquiera de parpadear. Intenté desviar la mirada, intenté mover los brazospara tapar mi rostro con las manos sin lograrlo, mi cuerpo entero estaba totalmente paralizado y era recorridopor dolor y frío como jamás lo había sentido.Intenté también gritar y pedir ayuda pero todo fue inútil, algo entraba por mi boca y quemaba mi garganta ala vez que un horrible ruido lastimaba mis oídos.Pasaron varias horas en las que lo único que ocupaba mi mente era una terrible desesperación, de ladesesperación pase al terror cuando algunos pensamiento lograron filtrarse a través del dolor de mi mente,¿dónde estoy? ¿Qué me está pasando? ¿Estoy muerto?La mezcla del dolor, terror y estos pensamientos ocasionaron que perdiera el sentido. Gracias a Dios porqueya no soportaba más... No sé si pasaron horas o días para que volviera en mí. Seguía inmóvil, con los ojoscompletamente abiertos. El dolor había disminuido un poco, la luz frente a mi cegaba mis ojos pero erasoportable, ahora fui capaz de darme cuenta de que el terrible ruido era una especie de respiración forzada,profunda y fuerte... no era mi respiración, de eso estaba seguro.La disminución del tormento físico abrió la puerta a otro tipo de sufrimiento: la confusión en mi mente y laurgente necesidad de respuestas. ¿Estoy realmente muerto? ¿De quién es la respiración que escucho? ¿Quées esto que siento en mi boca y que raspa mi garganta?Poco a poco fui recuperando recuerdos de lo que yo pensaba era el día anterior; la fiesta, los tragos, ladiscusión con Laura y la insistencia de Eduardo para que probara esa estúpida droga que le resultabafascinante.Mi amor, deja de tomar por favor que, ¿no ves que te estas matando? Me gritaba Laura ¿es eso lo quequieres? No quiero matarme, lo que quiero es escapar ¿escapar de qué?, ¿estás loco? Sí estoy loco y tú nome entiendes... nadie me entiende...Llevé a mi boca el par de pastillas azules que acepté de Eduardo. Eso es lo último que recuerdo.¡Ay Dios mío! Por fin lo logré, acabé con mi vida, ¡No puede ser!... ¿qué me pasa? ¿Por qué no puedomoverme? ¿Por qué no puedo cerrar los ojos?Ese imbécil me envenenó pensaba, estoy en el infierno pagando por todo lo que hice... es mucho peor que loque me imaginaba.Yo no creía en la vida después de la muerte, pero en ese momento no encontraba otra respuesta. ¡No Dios,perdóname por favor!... Dame otra oportunidad...El sonido de una puerta que se abría, interrumpió mis pensamientos, distinguí entonces una voz femenina:¡Pero que ruido hace esa mierda comentó! Es el único que tenemos, ya sabes como están las cosas aquí, lecontestó un hombre, ¿Cómo es posible que tengamos solo un aparato de respiración artificial? Pues es así yhay que hacer lo mejor que podemos con lo que tenemos.Y a éste, ¿qué le paso? ¿Este? ... Este ya se jodió. Destápalo para que lo veas. Sentí como retiraba de mi rostrouna sábana y pude ver a una mujer vistiendo una bata blanca con una expresión entre asombro y temor. ¡Estádespierto gritó! El hombre junto a ella se inclinó a verme.Que va, así lo trajeron, cuando llegó a urgencias dijeron que había tenido un accidente, estabacompletamente intoxicado pero aun consciente, repetía una y otra vez:"Laura, Laura, perdóname." Después cayó en coma y en una especie de Ritus Mortis no pudieron cerrarle losojos.¡Pobre imbécil! Más le hubiera valido haberse muerto! ¡Más nos hubiera valido a nosotros! Ahora tenemosque mantenerlo vivo como un vegetal, ocupando una cama que otros necesitan y gastando energía.Pero... ¿Puede ver, oír... siente? Claro que no mira... Vi como movía un tubo cerca de mi cama y sentí unaterrible punzada en el brazo.¡Eso duele idiota!... estoy vivo... estoy consciente, ¡Ayúdame! Traté inútilmente de gritarle.Aprovecha para cambiarle el suero dijo el hombre, alguien tiene que regar las plantas... Los dos soltaron unacarcajada y yo me quedé lleno de rabia y desesperación... Salió el hombre de la habitación, la mujer colgó unfrasco que colgaba junto a mi cama y salió apresurada. Ya tenía algunas respuestas... la conversación serepetía una y otra vez en mi mente. ¿un accidente? ¿Cayó en coma? ¿Laura perdóname? ... Alguien tiene queregar las plantas... regar las plantas...
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El esclavo
Historia CortaEsta es una de mis historias favoritas, ya que habla de superación a pesar de cualquier adversidad. Espero que sea una de sus favoritas también. Autor: Francisco J. Ángel.