t r e s

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Decir a mis padres que había planeado una escapada de Taehyung en pleno fin de curso era casi un suicidio.  Aún quedaban muchas semanas de clases, y por eso intenté convencer a Tae, para que esperara un poco menos de quince días. Fue un intento fallido. Al final, cedí y acepté irme con él aquella misma noche, creyendo que sería poco más que un farol. Taehyung estuvo recordándome los motivos por los cuales debía marcharme de allí: La escuela, la dureza de mis padres, el estrés de los estudios, la gente estúpida del instituto que me insultaba sin razón, los profesores que me trataban mal, etcétera. Lo había pasado mal, y con sólo recordarlo, me entraron ganas de llorar. Menos mal que Tae estaba al otro lado de la línea del teléfono para decirme que todo iba a estar bien en cuanto nos marcháramos de aquella asquerosa ciudad y que yo era, cito, ''demasiado genial para llorar por cosas como esas''.

Fue el último día que cené con mis padres. Como de costumbre, se pusieron a discutir conmigo. Mi madre parecía serena, simpática y afable, pero era todo lo contrario. Yo trataba de comer el guiso que había preparado la mujer que se encargaba de la cocina mientras ella me gritaba que mis notas no servían de nada si no podía entrar siquiera a Yale. Básicamente, lo que no pudo hacer ella. Y yo no quería ser como ella. Mi padre era tan neutro que pasaba olímpicamente de nosotras. Simplemente se ponía a mirar su teléfono mientras nosotras escupíamos insultos, como si estuviera escuchando llover fuera.

Cuando me harté del guiso, subí a mi habitación y cerré la puerta con un portazo. Me tiré a la cama y me quedé mirando el reloj del teléfono, esperando que las horas pasaran rápido, esperando a que Tae se asomara por mi ventana. Me prometió que a medianoche estaría allí, llamando al cristal de la ventana, con una gigantesca bolsa de deporte y las llaves de la camioneta. Al final, de tanto esperar,  me quedé dormida con el teléfono en la mano.

***** 

Eran casi las cuatro de la mañana cuando Tae abrió la puerta de mi habitación con cuidado y encendió la luz, cegándome. El ruido que escuché en la habitación de mis padres me despertó antes de que él se acercara a mí escondiendo una sonrisa, avergonzado.

— Me equivoqué de ventana. — susurró.

Me reí. Taehyung pertenecía al uno por ciento de la población capaz de abrir una puerta con una horquilla o de colarse en cualquier sitio sin la necesidad de romper algo, pero también era ese tipo de persona que fallaba en cosas bastantes estúpidas, como colarse en la habitación de tus padres en vez de la tuya.

Me desperecé estirando los brazos. No era la primera vez que Tae estaba en mi habitación -probablemente había estado ya cientos de veces- y por eso, después de ojear un poco la zona, abrió el armario estrepitosamente y sacó la enorme maleta que yo tenía guardada desde hace años. La tiró en el colchón, junto a mí.

— ¿Qué haces? — grité en un susurro. Él se encogió de hombros.

— Te dije que hicieras la maleta.

— ¿Pero nos vamos?

— ¡Claro! — exclamó. Yo me tuve que levantar de un salto para taparle la boca con la mano y mandarle callar con los ojos muy abiertos. Si seguía haciendo tanto ruido, mi madre iba a despertarse. Y cuando despertabas a mi madre en la madrugada, las consecuencias podían ser terribles. Iba a ponerse hecha un basilisco y, a pesar de que amaba a Tae, iba a matarlo a base de gritos. Destapé la boca del moreno despacio. — Ah, lo siento. — susurró con una sonrisilla.

Suspiré y empecé a hacer la maleta con él. Yo me encargué de guardar algunos libros, el portátil, el cargador de todos los dispositivos electrónicos que llevaba, todo el dinero que pude encontrar, "cosas de chicas", un neceser, mi cepillo de dientes y utensilios de baño, medicamentos y algo más. Tae se giró con unas camisetas en la mano que lanzó a la maleta.

— Scar, no nos vamos a la guerra. — soltó con sorna. Sonreí.

— Deja de copiarme las frases, ¿vale?

Me hizo burla y volvió a descolgar toda la ropa del armario que pudo. Cuando acabó, se dirigió a la cómoda y abrió el cajón de mi ropa interior. Éramos cercanos, pero no hasta el punto en el que él sabía dónde estaban mis bragas. Le empujé mientras se reía y metí casi todo lo que había en el cajón en la maleta bajo la atenta mirada de un Tae que no quitaba ojo de la ropa interior. Le regañé con la mirada.

— Tío, tienes novia. — Le solté.  Cerré rápido la maleta y me senté en ella para que el inútil de mi amigo cerrara la cremallera conmigo encima. Me miró sin dejar de sonreír.

— Eres como mi hermana, tener algo contigo sería incesto. — Soltó, demostrando que los dos pensábamos de una manera casi idéntica. Tae consiguió cerrar la maleta. La bajó de la cama y se puso la capucha.  — ¿Salimos por la ventana o por la puerta principal?

— Será mejor que vayamos por la cocina.

Tae se encogió de hombros y llevó mi maleta consigo. Salió de la habitación antes que yo, dejándome un par de minutos para repasar mentalmente si me había dejado algo importante. Antes de cerrar la puerta del todo, hice la cama para que no pareciera que me habían secuestrado. Volví a la puerta, pero antes de salir, alargué la mano para alcanzar una foto de la cómoda. Éramos Tae y yo de niños, sonrientes y llenos de barro después de jugar en el parque. Era una de las pocas fotos que tenía con él.

Por fin salí por última vez de mi habitación, cerrando la puerta lo más despacio posible, tratando de no hacer ruido. Me sentía llena de adrenalina, aunque para ser sincera, también tenía algo de miedo por lo que pudiera ocurrir. No había dejado ni rastro, y quizá mis padres se pensaban que me habían secuestrado, asesinado o vete tú a saber qué cosa, y las consecuencias podían ser fatales. Al ver a Tae ya en la planta baja, dejé de pensar en qué podía o qué no podía pasar y bajé para ir con él hacia la puerta trasera. Llevaba la maleta en alto para que las ruedas no hicieran ruido. 

— ¿Scarlett?

— Oh, mierda. — murmuré.

Tae, en vez de salir corriendo por la puerta al escuchar a mi madre bajar las escaleras, se quedó quieto, riéndose en bajo. Intentamos hacer el menos ruido posible al llegar a la cocina, pero como íbamos a tientas, me choqué con la esquina de algún mueble formando un estruendo terrible. Tae también tropezó, pero siguió hacia delante.

Señalé la puerta que daba al jardín para que Tae la abriera. Cogí las llaves que me pertenecían de un cuenco situado cerca de la salida y las guardé en el bolsillo del pantalón. Escuché a mi madre decir algo desde el pasillo, y justo antes de que ella encendiera la luz de la cocina, Tae y yo salimos corriendo cerrando con un portazo. Me prometí a mí misma que no iba a mirar hacia atrás.

— ¡Corre, gorda! — me gritó.

— ¡Estoy corriendo, estúpido!

Tae empezó a reírse como solía hacer cuando le insultaba. Tiró mi maleta por encima de la valla de madera que rodeaba el jardín y la saltó sin ningún tipo de complicación. Estiró las manos desde el otro lado y me ayudó a saltar también. Recogí la maleta del suelo. Tae me dio la mano y empezó a tirar de mí hacia la camioneta, aparcada en el lateral de mi casa. Dejó mi maleta en los asientos traseros, junto a una bolsa de deporte y una mochila que supuse que eran suyas. También cogió el marco de nuestra foto -que aún llevaba en las manos- y lo dejó sin cuidado sobre la maleta. Cerró la puerta del coche con energía y me empujó para que me montara en el asiento del copiloto. Después de ponernos el cinto, arrancó la camioneta y pisó el acelerador. 

— Fase uno, completada. — Me enseñó la palma de su mano para que chocara los cinco con él.

Tae no podía parar de sonreír con la lengua entre los dientes. Me gustaba aún más cuando hacía eso. Yo también sonreí y levanté los brazos para celebrar nuestra escapada.

— ¡Completada! — exclamé.

Escape» Taehyung; BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora