o n c e

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Miré hacia atrás, asqueada. Todavía podía escuchar las voces irritantes de los personajes de Bob Esponja. Me levanté, dejando a Tae en el colchón, siguiéndome con la mirada más perplejo que nunca. Me acerqué rápidamente a los altavoces de la habitación, busqué rápidamente uno de los vals de Shostakovich y lo puse lo más alto que pude, principalmente porque sabía que podía gritar más alto de lo que creía. Y la verdad, que las personas de las habitaciones colindantes escucharan mis gemidos no era demasiado agradable.

Tae ya se relamía los labios cuando me vio volver hacia la cama. Yo escondí una sonrisa más que evidente al verle ahí. Fui sincera conmigo misma: lo estaba deseando. Quizá mis hormonas se había disparado de golpe, pero no podía luchar contra mi propia naturaleza. Aparentemente Tae era la única persona que conseguía ponerme de aquella manera con solo mirarme. ¿Y qué iba a hacer yo? Los dos sabíamos que ese momento iba a llegar un día u otro. La tensión sexual entre nosotros llegaba a límites insospechados, y qué mejor solución que besarle  mientras Shostakovich sonaba de fondo y yo me sentaba encima de él y me frotaba contra su entrepierna.

Tae no hacía ningún tipo de ascos. En cuanto me incliné sobre él de nuevo, sus manos fueron a parar a mi trasero. Lo apretó, como si tuviera una debilidad por él. Le oí decir algo contra mis labios. Lo ignoré y dejé que poco a poco fuera bajando mi ropa interior. Me reí, algo nerviosa, al pensar que de una vez por todas llegaba uno de los momentos más esperados de mi vida. Tae dejó de besarme y pasó a dejar marcas rojizas por mi torso y pecho. Suspiré. Él, de repente, paró y puso sus manos sobre mi cintura. Se separó de mí. Yo fruncí el ceño, desconcertada.

—¿Qué pasa?

Se rio, como si la situación le pareciera lo más ridículo del mundo. —Acabo de acordarme de algo importante.

—Da igual, déjalo para luego... —dije, despreocupada, empezando a besar su cuello, su piel morena y suave.

—Scar. —Me llamó. Continué besándole, intentando que soltara algún suspiro. —Scarlett...

—¿¡Qué quieres!?

Volvió a reírse. —Tenemos un problema.

—¿Y vas a decírmelo a voy a tener que seguir frustrada?

—No tengo condones.

Dejé que se me escapara una carcajada sarcástica de la que él se rio todavía más. Me llevé las manos a la cara y me froté los ojos, entre incrédula, cansada y sobre todo, frustrada. Suspiré.

—Gastamos cuatrocientos dólares en una tienda y no se te ocurrió comprar unos condones, ¿eh?

Tae volvió a resbalar sus manos y las colocó otra vez en mi trasero. Se encogió de hombros con aire inocente. —Yo no sabía que iba a follar con mi mejor amiga.

Touché, Taehyung. Mientras yo me desesperaba allí mismo, todavía sentada encima de él, Tae me dedicó una de sus sonrisas divertidas, de esas en las que su lengua se colocaba entre sus dientes, de esas en las que sus ojos se entornaban de una manera que rozaba lo adorable. Pero él estaba allí, desnudo, presumiendo de abdominales y de otras cosas que también destacaban, y quizá por eso no me resultaba demasiado adorable.

Inhalé todo el aire que pude y lo solté en un largo suspiro. Vi una goma de pelo en mi muñeca, así que mientras suspiraba, me recogí el pelo en una coleta. Dejé que sonaran los últimos compases del vals de Shostakovich, y cuando volvió a empezar segundos después, me retiré de la entrepierna de Tae.

—¿Vas a utilizar una de tus medidas drásticas? —preguntó él, riéndose. Tae se recostó en la cama y se quedó sentado, con las manos detrás de la nuca.

Escape» Taehyung; BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora