CAPITULO I

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Oscuridad y frio... es lo único que puedes ver en el nuevo mundo o los restos del que alguna vez fue nuestro. Las casas vacías que alguna vez significaron el hogar de una familia, desprenden un aire sombrío y abandonado, en las calles la naturaleza reclama lo que alguna vez le perteneció. El ruido que distinguía a la ciudad fue remplazado por el intranquilo silencio, los parques donde los niños gritaban y corrían rebosan de soledad, solo el viento deambula por ellos, y a veces parece que se divierte en los columpios, que se mueven en total soledad.

En las noches las estrellas brillan con demasiada intensidad y se muestran en mayor numero de lo que había podido apreciar en toda mi corta vida, te hacen pensar que no estás solo, que dentro de la inmensa oscuridad siempre habrá un luz que te guie o acompañe, pero solo te engañan te dan esperanzas falsas.

Las potentes luces de la ciudad reposan extintas en su interior. La luz de la luna es más que suficiente para poder distinguir las casa y calles. Entre el pequeño silencio de la noche que puedes apreciar, podrás notar a lo lejos aquellos sonidos que no te dejaran dormir, sonidos sin vida, de aquellas criaturas que ansían carne, las voces de los que caminan sin vida.

Miles de personas han caído por este virus, cientos caminan en este momento por las calles que recorría a diario, casi todas las calles están invadidas por ELLOS, recorrerlas es imposible. Sus números superan el nuestro por mucho, su fuerza es inagotable y su hambre insaciable.

En las noches las pesadillas reinan, cuerpos descompuestos caminan a la distancia. La sangre y dolor rigen mis sueños. Aquellos ojos azules, tan parecidos a los míos renacen todas las noches para atormentarme, la abundante calma que transmitían fueron remplazados por el terror y el dolor más fuerte que puedo conocer. Su mirada recorrerá mi mente por toda la eternidad, mientras su tormento me destruye poco a poco.

Los gritos, el dolor y la sangre impregnan mi mente no importa si estoy dormida o despierta. En las noches las pesadillas me carcomen y en el día los recuerdos me agobian. Que pudiéramos sobrevivir solo fue suerte, aun así tendremos que cargar con la maldición del significado de nuestra supervivencia.

Aquel día empezó como cualquier otro, no había nada fuera de lo normal, ni una sola pista del infierno que se desataría. Yo me encontraba con mi hermano menor cuando todo empezó, los gritos nos indicaron el comienzo de la calamidad, no sé cómo, ni cuándo, ni él porque, y creo que jamás lo sabré pero sucedió, ELLOS lograron entrar, destruyendo lo poco que habíamos construido con tanto esfuerzo, la seguridad y esperanza que ese lugar nos proporcionaba se consumió en menos de 5 minutos al igual que la vida de 10 personas.

Sucedió aproximadamente a las 3 de la tarde, el sol brillaba aun con suficiente fuerza, el viento movía las ramas de los arboles que nos rodeaban y el silencio acompañaba nuestro pequeño juego. Mientras nos perdíamos en un mundo de diversión o lo más parecido que podríamos crear, podía pensar que aun existía esperanza en este mundo maldito, que no todo era malo y que mientras que el niño que tenia adelante podía sonreír con algo tan simple, el mundo no podía estar tan mal. Pero mientras en mi mente vagaban estas estúpidas ideas el infierno se acercaba.

Dentro del pequeño cuarto que servía de habitación para mí hermano y para mí, y donde solíamos imaginar un mundo mejor en donde podríamos divertirnos, solo se escuchaban nuestras voces y risas. Los hermosos ojos verdes de Dani brillaban mientras reía, él aun era un niño pequeño y por el momento disfrutaba de su infancia, que pronto perdería porque este mundo se ocupo de apagar cualquier llama de inocencia y felicidad.

Inmersos en nuestro juego un fuerte grito nos regresa a la realidad. Me levanto rápidamente del piso y sujeto con fuerza la mano de mi hermano a quien arrastro hasta colocarlo detrás de mí. El grito que habíamos escuchado era de terror, no de miedo si no de algo mucho peor. Ordeno a mi hermano quedarse detrás de mí y no alejarse. Agarro un palo que había dentro de la habitación y me dispongo a salir. Nos encontrábamos en un segundo piso y estaba casi segura de que el grito provenía de la primera planta, con cuidado nos dirigimos hacia el cuarto de nuestros padres, como además de ese primer grito todo estaba normal me tranquilice un poco y baje la guardia. El cuarto de mis padres estaba igual que siempre, papá reposaba en la cama mientras nuestra madre yacía sentada a su lado.

KUROTAMA (el alma negra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora