Capítulo Único.

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El corazón de Antonio latía desbocado ese día, aquella mañana, cuando aún el sol no se había levantado siquiera. Sus ojos, a diferencia de lo que ocurría en su pecho, de a poco comenzaron a ver, dándose cuenta que todo aquello había sido un sueño. 

Un simple, mísero y mundano sueño.

La hora de su celular marcaba las 6:20 am. Quizá eran las 5:20, su mirada de a poco se había nublado con lágrimas así que no había podido ver bien, pero una sonrisa típica suya al aire, al techo, las hizo detenerse. Entrelazó sus manos en su pecho, y calmó su respiración, calmó su pulso y volvió a inundarse en las sabanas de aquella cama de una plaza, arrugadas y con aromas que le traían tantos recuerdos...

Era mejor que durmiera.

Cuando volvió a separar los párpados, mas consciente, una luz cálida atravesaba esa cortina clara, y el suave viento de mar hacia que la habitación pobremente decorada se sintiera mas fresca, ante aquellos mas de veinte grados en la costa española. Seria un gran día... Para todos, quizá, menos para él.

El recuerdo del sueño le mantenía inquieto.

El ruido de la radio era su compañía, murmullos perdidos en el espacio que rebotaban contra la burbuja en la que estaba perdido y encerrado. Su mano temblaba al sujetar la cuchara, su mirada cavilaba en aquel sueño que había sido tan real...

La sonrisa de Lovino seguía apareciéndose ante sus ojos.

Sus labios estaban ásperos. Se lo había comentado, con frialdad, con dureza y el corazón acelerado, y se había puesto de pie, se había retirado y se había ido. En aquella habitación mal decorada, negra y vacía, sin la luz que solía tener.

Pero su Lovino había sonreído por aquel beso sin pasión y le había contemplado irse. No se había puesto de pie, no le había seguido, no le había dicho que se detuviera...

¡Las cosas no habían sido así! La mano de Antonio se hizo daño contra la mesa, y la taza de café soltó unas cuantas gotas. Las cosas jamas habían sido así...

Sin haberse dado cuenta, estaba otra vez recostado en la cama, abrazando una almohada, su único consuelo. Destapado, asustado, triste. Triste en esa casa, feliz afuera. Por eso no quería salir... No quería mentir aquel día, otra vez no.

Unas lágrimas se colaron en la comisura de sus ojos y mancharon la blanca tela.

En la almohada se volvió a proyectar la imagen que lo perseguía desde hace un tiempo, desde que el italiano no aparecía mas en sus sueños: una tarde gris, una rosa roja, una lápida. Negó con la cabeza, soltó la almohada, gritó que aquello no era real. Tampoco había sido así.

Quizá aquel "Gracias por todo, Antonio" había sido real. Y esa mano junto a la suya, esos abrazos delicados, pero que volvían a unir su alma hecha pedazos... las maldiciones, los dedos del medio levantados, los gritos de una calle a otra, las risas, quizá aquello que le hacia daño en el alma si había sido real. Esas indirectas torpes con canciones viejas y los bailes.

La mirada del español se enfocó en el techo blanco y gris, sin expresión. ¿Hacia cuanto que no bailaba? ¿Hacia cuanto que no reía de verdad?

La pantalla de su celular se iluminó. Un mensaje de Arthur, siendo el ultimo de unos cuantos otros que Feliciano y Francis le habían enviado. Le preguntaba a que hora aparecería en la reunión. Y uno nuevo, una cita en comillas. "Si no dejas atrás todo lo que te pone triste jamas serás feliz". Era de un numero desconocido.

El español suspiró, y se sentó al costado de la cama, tomando el celular y desbloqueando la pantalla.

Unas lágrimas cayeron de sus ojos cuando esa foto de Lovino sonriendo fue cambiada por una de un bello paisaje lleno de color.

Antes de levantarse, su mano rodeó la promesa que colgaba de su cuello, cerrando los ojos, inhalando profundamente.

-Perdóname, Lovino... Yo te amo. Pero ya no podremos estar juntos en esta vida. Tendrá que ser en la próxima.

Se la quitó del cuello y la guardó en una cajita aterciopelada; se limpió las lágrimas y se sonrió ante el espejo. La pantalla volvió a iluminarse; un mensaje de Gilbert, instando a que se apurara.

Quizá en otra vida se volverían a encontrar, pensó, algo esperanzado, mientras cerraba la puerta de su casa.

[APH AU] En otra vida. {SpaMano}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora