"Impossible Love" [Jaylos]

3

Jay aún seguía pegado al cuerpo del pecoso, el cual, por alguna extraña y estúpida razón, no se movía. Sólo se estremecía a cada roce, las manos de Jay temblaban mientras trataba de "explicar" la teoría de ligue de Gastón.

—¿Sabes Carlos? Podríamos practicar todos sus tips de ligue —susurró el moreno paseando sus manos por el estómago del más chico, el cuál solo jadeó un poco.

Jay continuó su recorrido por el pecoso cuello del chico, besando cada parte de éste, se sentía tan bien. Tocarlo, olerlo e inhalarlo. Todo él era magnífico.

Siguió besando todo lo que podía del chico, que tenía la cara más roja que sus ropas y jadeaba como perro. Jay de a poco le dio la vuelta al chico, haciéndolo quedar frente suyo. Lo examinó completamente: sus ojos castaños se mezclaban con los suyos y esas pecas que tenía parecían sonreírle. Carlos apartó la mirada al percatarse que ambos se contemplaban, antes de levantarse de su asiento.

—No Jay, esto no está bien —cortó tallándose el pecoso cuello—. Si quieres saber qué hacía Gastón, deberías buscarte un par de chicas; no a... mi.

Jay, por su parte maldijo su trance. Pudo haberlo besado, sus labios parecían tan apetitosos como las manzanas que aparecían en el televisor por los programas de Auradon. Carlos se acomodó las ropas y tomó asiento de nuevo, esta vez más lejos.

—Entonces, quedamos en que sería Gastón. Puedes irte Jay, haré el resto yo solo.

Jay no sabia que contestar, se sentía torpe. Como si hubiese cometido el peor error de su corta vida. Sólo atinó a insistirle en quedarse.

—No Carlos, perdón. Yo no... sólo, me dejé llevar. Es que... olvídalo. ¿Quieres que te ayude con otra cosa?

—No. Gracias, ya haz hecho bastante, con tu propuesta me basta. Esa ya fue tu participación.

Carlos se dio la vuelta y desapareció en algún pasillo de la enorme casona, Jay lo mira irse y después sale de la casa, comprendiendo la indirecta, ahora lo odiaba y estaba seguro que lo repudiaba.

Camina por las sucias y vandalizadas calles de "La isla de los perdidos", mirando cada pequeño insecto hacer su vida, oyendo los típicos quejidos de villanos que solían ser exitosos. Y escuchando sus confusos pensamientos, se sentía tremendamente feliz de al menos, haber tocado al pecoso que lo hacía delirar; pero se sentía más que dolido al haber sido rechazado por él, al haber sido corrido, al ser tan... bobo. Mete sus manos en sus bolsillos, encontrándoselos desiertos, no podía llegar así a casa. Su padre lo mataría. Justo a tiempo los antiguos guardas del castillo de Maléfica pasaban dando pesadas marchas, Jay sonrió con suficiencia y corrió hacia ellos antes de retirar sus cascos metálicos con facilidad, quizá se los revendería a la mañana si tenía algo de suerte.

—Ya llegué papá —saludó entrando a casa, mirando a aquel hombre barrigón de ojos adormilados tendido en el sofá mirando a la nada, como acostumbraba estar.

—¿Qué tal te fue hijo mío? —soltó mirándolo o más bien examinándolo como cerciorándose si venía con alguna cosa valiosa.

—No tan bien como quisiera admitir padre, hoy casi no había habitantes por las calles solo despojé de esto a dos guardas de Maléfica, sabemos que tarde o temprano tendrán que volver por un "casco nuevo".

Jafar sonrió con empatía, no parecía estar molesto.

—¿Sabes hijo? Yo te condené a esta mala vida, perdón. Tú eres un príncipe, el príncipe de Agravah. Yo era el vizier, tú ahora tendrías muchas joyas y personas procurándote, joyas incontables y... —suspiró— muchas chicas.

Jay hizo una mueca ese tipo de lamentaciones eran comunes de su padre, pero jamás había mencionado chicas, la cosa era, que él no gustaba del sexo opuesto; el gustaba de Carlos.

—No te martirices padre, quizá algún día volvamos a ser los de antes, estaré listo para ser príncipe de Agrabah siempre.

Su no tan anciano padre sonrió, él ya era un príncipe. El príncipe de los ladrones. A todos les constaba, menos a Jay. Que aún no lograba robarse la cosa que más anhelaba últimamente:

El corazón de un chico de cabellos blancos.

Hola, perdón por la tardanza.
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