Las ventanas sin cristales

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Y dejaste de darme las buenas noches, dejaste de decirme el negro te sienta bien y el morado de tus ojeras tambien, dejaste de contar mis lunares y mis estrias una y otra vez, de bailar con mis rodillas y mis vestidos de bruja, de clavarme los ojos como si fueran agujas y dejaste de abrazarme mientras dormía.
Y ahí fue cuando me di cuenta de que no eramos más que una casa de pasillos circulares que no llevan a ninguna parte, con siete ventanas que no tienen cristales, que no se miran, que no se ven, que no son nada y que no volverán a ser.
Y a pesar de todo, compraría esa casa como si fuera la primera vez.

Diario de una adicta a la sopaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora