El Enigma De La Cabaña

Angustia

Sentado en el tronco de un robusto árbol, de los muchos que se elevaban al cielo, próximo al rancho, se encontraba Israel, al caer la tarde. Estaba solo, como el cactus que cree ene el desierto, escudriñando en su interior de los grandes misterios que ni la historia del pensamiento ni los sistemas Morales ni las doctrinas religiosas han podido desvelar: El destino de los hombres, el sentido de las existencia humana, los afanes de la vida, la angustia del espíritu.
    Trabajando arduamente desde su juventud levantó una gran hacienda y de entregó tanto a ella que perdió el sentido de su vida. Ahora necesitaba y entregó tanto a ella que perdió el sentido de su vida. Ahora  necesitaba una razón para volver al camino que abandonó cuando se aferró a rancho.
     Contemplaba el sol crepuscular en el horizonte. El día luchaba contra la noche por no cederle paso. Su conciencia le dio una mordida en la gelatinosa masa encefálica y una mirada de sentimientos surcó su cabeza: el vacío del que lo tiene todo y no lo valora, la angustia del que necesita y no consigue nada, la intranquilidad del que desea mucho y logra poco, la insatisfacción del que alcanza sus propósitos y no los disfruta. Vacío, angustia, intranquilidad e insatisfacción experimentaba Ismael debajo del árbol.
      Sentía un desasosiego abrumador en su espíritu porque desde muy joven creyó que alcanza todas las metas materiales daría sentido a su vida y esto le traería la anhelada felicidad, pero mientras más crecían sus bines más se vaciaban su interior y más se alejaba de su familia.
     Su destino estaba mercado, al menos eso le dijo su ayudante, antes de marcharse y él lo creyó. Aunque tenia suficientes razones para irse del rancho esa tarde, su voluntad era débil frente a frente a su Prado y esta noche no lo iba a dejar solo. "Todos tenemos un talón de Aquiles y el mío es el rancho" se decía a si mismo, para consolarse. La angustia lo estaba consumiendo.