Como cuando sabes que algo está mal pero igual te hace sentir bien

Todo comenzó en enero. Sofía fue a inscribirse a la escuela de inglés que quedaba cerca de su casa. Al llegar, presentó el examen de colocación y le dijeron que el nivel 16 era bueno para ella y después, el coordinador de la escuela le hizo un pequeño examen oral. Desde que sus miradas se cruzaron, Sofía sintió un escalofrío recorriendo su espalda. El coordinador se portó muy amable con ella pero Sofía pensó que así era con todos.

Al día siguiente, empezó a ir a sus clases, A la salida se encontraba siempre con el coordinador y él dejaba de hacer lo que estuviera haciendo para despedirse de ella con una gran sonrisa. Eso a Sofía le gustaba, así que correspondía con la misma sonrisa. Pasó un mes y tocó cambio de nivel y de maestro. Al llegar a la escuela, Sofía vio que su maestro era Emilio (el coordinador), así que se emocionó.

Los demás alumnos siempre llegaban tarde, entonces Sofía y Emilio tenían diario como media hora para platicar de lo que fuera. Fue ahí donde se empezaron a dar cuenta de que tenían muchas cosas en común, a pesar de la diferncia de edades. Conforme se iban conociendo, mejor se empezaron a llevar. Se sentía como una conección entre ellos. 

En total eran 4 alumnos en la clase, dos hombres y dos mujeres. El ambiente en la clase estaba un poco pesado, a los alumnos no les gustaba participar, no hablaban de nada ni hacían nada, a pesar de que los cuatro eran de la misma edad. La única que participaba era Sofía y eso hizo que la relación con su maestro y ella se hiciera más fuerte. Definitivamente era la consentida de la clase, e incluso de la escuela. Porque ella ya había ido a esa escuela unos años antes, cuando estaba en secundara, entonces conocía a varios de los maestros y ya sabía como iba la cosa en la escuela. Y con todos los maestros con los que le tocaba, siempre tenía muy buena relación porque era una alumna muy dedicada y responsable.