Diferencias entre tu mundo y el mundo

41 4 2
                                    

Siiiiii. Ya sé que todo esto no resulta normal del todo. Pero así soy yo una chica que parece normal por fuera pero por dentro aún le queda superar el terremoto que viene. Pero creo que tengo tiempo de sobra para poder pensar con libert... ¡¡¡Riiiiiiing!!!!
Bueno... O tal vez no.

El estruendo de las sillas chirriando en el suelo y el alboroto de los adolescentes alocados con las hormonas disparadas me despierta del sueño que quería empezar o acabar, todavía no lo sé muy bien. Pero solo hay una cosa que hace parar todo a la vez. Un grito mayor. Y de eso se encarga el Sr Smiller que con su peculiar grito de guerra hace magia entre los alumnos. Hace que se sienten y estén callados. Lo que más me fascina es que después de su grito y enseñar el ceño, al comprobar que tenemos su atención, es que relaja las facciones en una mueca despreocupada que representaba como si nada hubiera pasado:
- Creo que yo no os he dado permiso para levantaros, así que Leo Markings y Marian Missur, castigados en la esquina.
-hay una cosa que no entiendo. Los profesores normalmente siempre echan la culpa a los mismos, y aunque algunas veces no hayan sido ellos, pues nada, siempre se llevan el marrón. A veces hasta me dan pena. Pero no pienso tragarme yo el castigo. Si... Ya lo sé... Pobrecitos... Pero es que no conocéis al Sr Smiller- Y los demás esperar en la puerta con una fila a que os dé las notas de los exámenes- una vez dicho eso otra vez las hormonas de disparan y las bestias vuelven a la carga, atropellando al Sr Smiller que con grandes esfuerzos consigue llegar hasta la puerta. Qué valiente. La verdad todavía me pregunto él porque la gente sigue haciendo la carrera para ser profesor si ellos mismos ven y hacen desde pequeños lo que tendrán que sufrir más tarde. Ayyyys... Nunca aprenderán. Bueno... Volvamos a mi mundo. Yo con las ojeras de por la mañana aun en la cara, consigo despegarme de la mesa para hacer el gran esfuerzo de levantarme, coger mi pesada mochila con la que me pregunto cada día, ¿pero qué llevaré ahí para que pese tanto? O ¿todavía no se porque no me he roto ya la columna vertebral? Y voy dando pequeños pasitos arrastrando mis ahora pesados pies, por la mochila, hasta llegar a la puerta junto con empujones que me entrompaban hacia la pared pero que como yo seguía dormida no llegaba a entender del todo. Poco a poco la fila se fue formando, pero no porque hubiera mas orden, sino porque los más rebeldes se habían puesto los primeros y ya habían salido, mientras que los más buenazos, respecto al comportamiento, se habían quedado atrás igual que yo, por los empujones.
- Natalia Moreli, un 7, Lucas Mastron, un 4'25, Laura Sanz, un 6'75...-
los pelotones se fueron suavizando y cada vez hubo más espacio para moverse y estirarse por fin. También se notó la diferencia cuando pasamos de los suspensos, a los suficientes y más tardes a los que tenían unas notas más favorables. Finalmente llegamos a mi parte, que éramos a los que normalmente se tenían envidia por las notas cuando las decían o a los que la gente se preguntaba cuando decían su nombre... ¿Pero quién será ese chico? O... el nombre me suena pero la cara... Y cuando el Sr Smiller llegó hasta nosotros se notó también que suavizaba las facciones para pasar de las expresiones de desprecio, advertencia o cansancio por repetir tantas veces, a las de enhorabuena y sabía que no me defraudarías. - Y Ana Montero, un 10 enhorabuena - ven lo que les decía - por cierto me gustaría hablar con usted a última hora en mi despacho. La estaré esperando - Se supone que me tendría que sentir orgullosa de mis notas porque no cambian mucho del 10 o el 9. Pero la verdad no es así. Las peleas que hay en mi interior surgen sin avisar y aunque se supone que ya debería de conocérmelas todavía me pillan por sorpresa. Y sé que sobre esta explicación no habréis entendido gran cosa pero tranquilos que vuestras dudas se resolverán pronto si estáis atentos. Bueno, sigamos con el mundo en el exterior. Yo caminaba por el pasillo con la cabeza gacha pensando en mis cosas cuando me empujaron contra la pared y me choqué con chicos de segundo de bachillerato que salían de su propia clase. Oí exclamaciones y quejas pero no pude prestarlas atención porque mi cabeza había chocado contra una taquilla y me gritaba la cabeza que ahora me dolía bastante. Alcé la mirada y busqué al responsable de mi dolor pero a simple vista no lo vi. Agucé un poco más el oído sabiendo que aunque no fuera muy popular ni tampoco muy alta, el responsable me había visto y se había notado porque el revuelo todavía de estaba intentando solucionar un poco más en el interior. Y de repente oí unos murmullos en una esquina justo en frente de mi. Había un grupo de chicos con cara preocupada mirándome por el rabillo del ojo y de vez en cuando muy fijamente. Uno de ellos era grande y parecía bastante fuerte pero sabía que si hubiera sido el, sus destrozos hubieran sido más destructivos. Otro de ellos llevaba una pelota en la mano y una gorra para atrás, que ahora se molestaba en poner para delante para que no pudiera ver su rostro. La verdad podría haber sido el pero me fijé en que llevaba un cinturón puntiagudo que seguro que me hubiera clavado si hubiera sido el pero no lo había sido. Y por último había un chico más escondido que no pasaba de mirarme preocupado. Llevaba una camiseta a rayas y unos vaqueros ajustados. Supe que había sido el. No parecía que lo hubiera hecho aposta y tampoco entendía porque habían puesto tanta preocupación en sus rostros por eso decidí pasar de largo y dejarles preocupados para que para la próxima tuvieran más cuidado con lo que hacían. Pero después de eso jamás se me ocurrió lo que iba a pasar

Mi cabeza, siempre, en las estrellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora