2 semanas antes del encuentro

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Antes de aquel descuidado empujon y de las presentables caras de pánico pasaron muchas cosas. En primer lugar estaba estudiando para ese examen en el que 2 semanas más tarde sacaría una nota considerable. Aunque muchos se alaban a sí mismos por decir que no estudian y aún así sacan buenas notas, pero también es cierto que todos sabemos que es mentira. No me obsesiono con sabérmelo todo de Pe a Pa, o quizá sí. Tampoco estoy muy segura. Ya os avisé que tengo terremotos y muchiiiiiiisimas dudas sobre el mundo en general.

Bueno, total, que esa tarde estaba estudiando en mi habitación tranquilamente, cuando un terremoto aún mayor (que en este caso no era ninguno de los míos) vino corriendo hasta mi habitación. Se trataba nada más y nada menos que de mi hermano, Dani.

Abrió la puerta sin preocuparse de que después dió un buen golpe a la pared y vino corriendo hasta mi cama lanzándose cuán largo era. Tras todo aquel numerito nos quedamos en silencio. Probablemnte yo tenía la misma cara que estaba pensando que ponía. Mi familiar expresión de que parece que he visto un fantasma. Al mirarme, empezó a poner esa sonrisa socarrona que tanto odio y como si no hubiera hecho ningún destrozo en mi pared, pasa a preguntame lo siguiente:

- ¿Me dejas un boli azul?

Al darme cuenta de que todo esto había sido simplemente para esa m.... para esa pregunta me empecé a dar cuenta de que me estaba poniendo roja de la ira que guardaba en mi interior. Su expresión también tubo su ciclo. La siguinte expresión que puso fue una extrañada, con el ceño fruncido, para luego pasar a una de triunfo al haberse dado cuenta de que me había y me estaba poniéndo negra. Cuando ya no pude aguantar más su maldita sonrisa, exploté:

- ¡¿Crees que puedes entrar aquí como si nada, como si fueras el rey del mundo para pedirme un mísero boli?! Porque, que sepas que no llegarías ni al sirviente, idiota. Ya me destrozaste varias veces la pared por tener esa manía de golpear la puerta como si fuera un saco de boxeo. Y no te voy a dar ni la punta de un lápiz roto, hazte a la idea. Me da igual que te pongan los negativos que quieran.

Y con eso dicho, le dí un empujón para que saliera de mi cama, le cogí del brazo, que para mi desgracia evitó que se estampara contra el suelo y arrastrándole hasta la puerta junto con tener que quitarle los dedos de las esquinas en las que se había agarrado para que no le echara y sus gritos de niño de 3 años mientras se quejaba, le pude echar. Pero antes de cerrar la puerta de mi habitación con un portazo, dejé que saliera de mi interior aquello que no podía falta:

- Y no me vuelvas ha hablar hasta que seas un poco maduro para darte cuenta de que tus tonterías te las guardas para tu profesor, así que hasta entonces... ¡vete a tomar por saco!

Y después de eso sí que di el portazo. Al darme cuenta de lo que había hecho, hice una mueca de esas que dicen "uy, la he liado" porque no me había dado cuenta de que mamá estaba en casa. Y es que ella cuando oye alguna palabrota o algo que no suene muy bien..... quien lo haya dicho está muerto. Y lo peor de todo es que Dani es igual. No esperaba quedarme allí para ver cómo un volcán explotaba justo en frente de mi cara. Así que más que nunca utilizaría mi refugio secreto. Mi refugio secreto no era más que un desván viejo pero que nadie había descubierto salvo yo. Allí tenía una hamaca y una cama en el suelo, un pequeño escritorio en el que tenía el ordenador de mi hermano (que cogí hace un tiempo por haberme molestado y del que me hice propietaria para mis propios bienes) papeles, libros, cosas necesarias y sobre todo..... Paz.
Cuando ya empecé a oír las voces de mi hermano (que había pasado a poner una de niño de mamá o niño buenito) y la de mi madre (que había pasado a la del monstruo del lago Ness) comprendí que si no iba empezando mi huida para mañana no quedarían ni los restos de mí para servir como prueba del asesinato. Cogí mis libros para estudiar y la mochila. También conseguí del armario todas las cosas que pensé que me harían falta en unas cuantas horas dentro de mi guarida. Cuando estuve lista me dirigí a la cama para ponerme encima y poder abrir la puerta del desván, que estaba en el techo, y que saliera la escalera. Lo bueno que tenía esa puerta era que solo se podía abrir de esa manera y así evitaba que otros la abrieran, porque NUNCA dejo que nadie se suba a mi cama. Lo de mi hermano me pilló por sorpresa pero para poder descubrir aquella puerta había que estar encima de la cama observando durante bastante tiempo. Yo lo descubrí un día que al no tener nada que hacer me quedé encima de la cama mirando al techo durante media hora hasta que lo descubrí.

Cuando me dirigía a entrar me acordé de una cosa. Nunca hay que dejar el pestillo de la puerta cerrada. Hubo una vez que lo hice y menos mal que cerré la puerta del desván a tiempo porque por poco tira la puerta abajo. Cuando me aseguro de todo, subo a la cama y me meto en el desván. Al cerrar otra vez la puerta me aseguro de que todas las cosas estén a buen recaudo y que no me falta nada. Pero mis pensamientos fueron interrumpidos por el griterío que formó mi madre en el salón que se podía escuchar desde ahí.Ese desván sería la guarida perfecta pasa muchos espías secretos. Lo tiene todo. Tiene una ventana que puedes tapar con unos tablones para que desde fuera nadie se dé cuenta de que por esta parte hay algo. Y tiene un observatorio de las estrellas. En la parte superior hay una palanca que hace que las rejas se corran hacia la derecha dejando ver así todo el cielo. Al descubrirlo le quité (bueno, le pedí prestado para siempre) un telescopio con el que se puede ver las estrellas. Me monté ahí la hamaca para poder ver cómodamente todo y el telescopio se puede mover para verlo sin necesidad de ponerse sentado.También si miras hacia el horizonte por la tarde, se puede ver el más precioso de los atardeceres que existen acompañado de un buen refresco. Otra de las cosas que tanto me gustan de ese desván es que tiene unas escaleras que te pueden llevar por detrás de las paredes de la casa sin ser visto, como un pasadizo secreto y con rendijas incluidas para observar. Cuando lo descubrí, me recorrí toda la casa en busca de algo más. Al final acababa en el sótano, por el que podías acceder a través de una puertecita. También tenía otro camino que llevaba a una parte de tierra que sería la parte de debajo de mi casa. Y lo más increíble de todo es que si escarbas unos cuantos cientos de metros llegas a las cañerías de la cuidad por la que puedes ir a todas partes de la ciudad sin ser visto. He ido tantas veces por allí que me lo se de memoria y al sabérselo te sirve para mucho. Y así amigos míos es como pasé toda la hora de después, viendo las estrellas y tomándome un zumo y unas palomitas (que había comido de la cocina al ir por uno de los pasadizos) mientras escuchaba tranquilamente un poco de música.

Mi cabeza, siempre, en las estrellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora