Capítulo 3

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El parque del Ángel se encontraba en la zona sureste, custodiado por altos muros de piedra que le daban el aspecto de una fortaleza. Era uno de los lugares con más encanto de la ciudad pero era prácticamente un misterio para la mayoría de la gente, quizás fuera por su estampa tétrica repleto de aquellas esculturas sobre culturas clásicas que a nadie parecían importar.

Para Camila significaba su refugio, aquel lugar que recordaba de su infancia, cuando al poco de llegar desde México, su abuela la llevaba para que se perdiera jugando y corriendo entre figuras de mármol, granito, bronce y piedra. Conocía cada rincón de aquel parque como si se tratara de su propia casa.

Cuando su abuela murió, ella se refugio allí, su padre la buscó por horas hasta que dio con ella que tiritaba de frío sentada en uno de los bancos de piedra. Cuando las dudas asolaron su cabeza durante sus meses más oscuros era habitual que estuviera allí. Siempre que necesitaba paz, allí la encontraba, entre sus recuerdos de la niñez y su adolescencia.

Por esa razón decidió quedar allí con Eric, ese lugar la proporcionaba calma y paz, y por experiencia, sentía que más que nunca Eric necesitaría de ello.

El portón de hierro forjado daba paso a un jardín lleno de flores y pronto la estatua de la dama gris se apareció. Cualquier otro día Camila se hubiera detenido a observar el detalle en los rasgos de la mujer de piedra como siempre hacia, pero tenia que llegar pronto a la escultura del ángel, no deseaba llegar tarde al lugar acordado con Eric. Después de recorrer senderos de flores bien cuidados diviso el ángel de mármol que se imponía sobre el resto de esculturas del parque.

Camila miró el reloj, faltaban 10 minutos para la hora acordada. Seguía sin tener muy claro que diría a Eric o como podía ayudarle pero a pesar de todo deseaba que este aceptara su apoyo.

-Llegas pronto, pequeña latina – dijo una voz a la espalda de Camila sacándola de sus pensamientos. Al girarse se encontró de nuevo con los cálidos ojos verdes de Eric.

-No recordaba que fueras tan alto – comentó confundida Camila.

-Bueno, el otro día tu llevabas tacones ¿Recuerdas? – sonrió Eric.

-Oh es verdad, creo que por eso me mostré tan segura.

-No lo creo, eso tiene que estar en ti, unos tacones no pueden cambiar a una persona, bueno, quizás unos Louboutin si.

-Omitiré ese comentario de momento por tu bien – se rió Camila, provocando la risa de Eric.

Eric se mostraba tranquilo, confiado y su sonrisa no tenia nada que ver con las primeras que Camila vio de su parte en la pizzería.

-Dime ¿Por qué quería quedar conmigo? – preguntó Eric sin rodeos.

-Porque tu querías quedar conmigo.

-¿Siempre tienes la frase indicada, pequeña latina?

-Si y deja de hacer preguntas ese es mi trabajo aquí – Eric levanto las manos rindiéndose – Buen chico – felicitó Camila provocando que ambos se volvieran a reír – me sorprendes que conozcas este sitio.

-Solo lo he recordado por la estatua del ángel, el nombre de este lugar si que es difícil y no el tuyo - explicó Eric con una sonrisa burlona

-El jardín de Gilgamesh – pronuncio con calma Camila – o Gilgamesh a secas.

-Lo dicho, imposible ¿A quién se le ocurrió un nombre así?

-¿No conoces el poema de Gilgamesh? – pregunto sabihonda Camila.

-¿Debería?

-Es la obra literaria más antigua que se conoce – dijo Camila mientras daba la vuelta y se marchaba directamente hasta una escultura de granito que se encontraba semi oculta por la maleza. Representaba a un hombre robusto con barba que blandía una lanza y a sus pies se enrollaba una serpiente. Eric la siguió esperando escuchar el resto de la historia – Él es Gilgamesh – explico señalando la escultura – o al menos la idea que tenia el escultor de él.

Verdadero No-Amor | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora