No se en que momento comencé a pasar mis dedos por mi cabello hasta el punto de con estos comenzar nerviosamente a acariciarlo de una forma algo irritante para mi actual psicólogo, el cual ocupaba el número once en la lista de los psicólogos que me habían atendido a lo largo de...tal vez dos meses. Creo que este me daría por caso perdido, como los otros.
-Leyla, puedes dejar de acariciarte el pelo y hacer como que me escuchas.-dijo Leo, mi actual psicólogo y el cual desde mi punto de vista y también desde el punto de vista de cualquier ser humano, es el psicólogo que mejor me aguanta (por ahora.-pensé en mis adentros). Los otros no me duraban ni unas dos horas como máximo. Decidí mirar mi reloj plateado que llevaba en la muñeca izquierda para confirmar lo que yo misma pensaba cuando ya me sentía incómoda en aquella silla vieja y poco acolchada de color azul oscuro. Había superado la marca de mis otros diez psicólogos tras haber estado unas...tres horas seguidas manteniendo una conversación conmigo aunque esta, no era muy fluida, habían momentos en los que los dos nos quedábamos callados, yo me quedaba mirando a una esquina aleatoria de la habitación mientras acaricia un también aleatorio mechón de mi pelo y el escribía lo típico que escribe un psicólogo en la típica tablita de psicólogo, como la de las películas. Pequeñas cosas como la tableta de color negro que tenía apoyada sobre sus brazos me hacía cuestionarme el si, tal vez este hombre que había malgastado ya, tres horas de su vida...Volví a mirar mi reloj plateado porque sabía que cuando pensaba aunque para mi en cierto modo me resultara algo intenso el tiempo aún seguía pasando de manera impertinente. Fui consciente de la hora y la procese para poder proseguir...tres horas y diez minutos había malgastado este hombre el cual como iba diciendo me hacía cuestionarme el si tal vez era el típico psícologo de las peliculas, que te interrogaba con una montonera de preguntas inútiles e inservibles. O que tal vez te mostraba las malditas manchas, con la maldita y famosa pregunta con la que se suele cuestionar esas imagenes. O tal vez te hacia acostarte en una camilla de cuero negro. Pero esto me hubiera gustado bastante ya que mi espalda estaba empezando a sufrir por el respaldo de plastico de la incomoda silla azul oscuro donde estaba sentada desde hace, volvi a mirar mi reloj para asegurarme de que decia mentalmente la hora exacta...unas tres horas y quince minutos. Intente calcular mentalmente el tiempo que llevabamos callados el y yo...lo pense un poco ya que tras esto iba a romper el silencio que nos sepraba desde hace...15 minutos.
-Bueno, tras haberte dado cuenta que hacía como que te escuchaba y también tras haber superado la marca de mis otros 10 psicólogos creo que sería mejor dar por terminada esta primera y última sesión.-dije levantándome de la silla con aire calmado y victorioso sin ser cosciente de que había puesto una mano encima de la fea mesa de color azul oscuro de Leo para levantarme, mierda.., antes de que me diera cuenta, la por encima peluda y fría mano de Leo estaba aplastando de manera suave mi mano para retenerme mientras me miraba y alzaba el ceño hacia arriba como si tras haber estado, volví a mirar mi plateado reloj para asegurarme de que volvía procesar mentalmente el paso del tiempo correctamente. Tres horas y veintitrés minutos, no se hubiera dado cuenta de que con un ridículo fruncido de ceño no conseguiría que yo articulase palabra alguna de manera automática. Creo que le han faltado como diez minutos más de tiempo para llegar a procesar eso.
-Leyla, intentas hacerte la difícil y fuerte, pero se nota en tus ojos que te cuesta retener muchas cosas estando aquí conmigo.-dijo mientras hacia un movimiento de cabeza indicándonos que me sentará, yo hice caso omiso a su gesto y a lo que decia.-Leyla quiero seguir hablando contigo.-dijo el con resignación pero aún manteniendo su tono de amabilidad, lo cual instantáneamente me hizo pensar que este era el nuevo psicólogo con el que se estaría acostando mi madre, el número 6 en su lista, si esto mismo fuera cierto.
-Leo, aunque yo me vaya ahora y tal vez no vuelva a tu consulta nunca más, no será porque tus años estudiando en la universidad de...-hice una pausa para alzar mis ojos y con mucha rapidez intentar buscar con ellos algún diploma o documento que me dijera en que universidad había estudiado Leo. Mi vista no tardo en encontrar un diploma de un tamaño considerable al lado de una estantería metálica de color azul oscuro, repleta de libros de Spicologia. Este estaba en un marco con el típico soporte atrás, solo llegue a leer el nombre de "HARVARD". Mis ojos se abrieron de par en par y como si mi mano no lo quisiera se soltó del agarre de Leo. Haciendo que mi cuerpo de una manera algo inconsciente se acomodará sobre la muy incómoda pero para mi bastante aguantable silla metálica de color azul oscuro. Su asiento y respaldo no estaban acolchados lo que la hacia más incómoda aún, pero como ya he dicho era aguantable para mi delgado y fláciducho cuerpo. De repente mientras me soltaba del agarre de Leo, me vinieron a la mente imágenes de dos manos entrelazadas. Dos manos que juntas, podían romper todas las barreras que las interrumpieron a la hora de estar juntas, a la hora de entrelazarse y convertirse solo en una. Pero eso ya no era así desde que el se fue...el, el, el, el, el. La imagen de las manos desapareció de mi mente, de manera simultánea y imprudente, solo para mostrarme una imagen de...el, el, el, el, el. El mismo que cambio mi vida en esas noches. Digo "cambio" lo hizo, pero ya no. El se fue y con el se fueron esas Noches.

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Nigths; njh
Random"Una chica, un chico, una ventana, unas noches." Se prohíbe la copia y adaptación de esta novela.