Habían pasado tres años, tres años en los que Cameron logró convencer a Candy para que se fueran juntos. Querían intentar rehacer su vida, si se quedaban los odiarían a ambos. En cambio, si se iban, podían apostarle al amor que había entre ellos.
Ambos tenían un mismo sueño: Conocer cada parte del mundo.
Pararon en Venecia, les pareció un lugar realmente familiar, cálido y precioso. Se quedarían allí un año, y luego seguirían sus vidas recorriendo todo el mundo.
Estaban desconectados del mundo, excepto de sus familias. Ellos aceptaron gustosos que se fueran, se les dio la oportunidad y la aprovecharon. Por otro lado, sus padres querían que ellos acabaran sus estudios y la pareja les prometió hacerlo.
Estaban felices, estaban siendo felices y nadie se interponía en su camino.
Nunca habían estado tan bien, con tan solo verlos se les notaba aquel brillo de felicidad y de emoción. Se amaban. Sí, lo hacían. Aprendieron a hacerlo.
El segundo lugar del cual se enamoraron fue Alaska, y el tercero Ushuaia. Querían sin duda volver ahí de nuevo. Les había fascinado.
Candace cambió un poco, su cabello pelirrojo se oscureció poco a poco y en cuanto a Cameron seguía igual.
En Alaska, se encontró con un amigo de toda la vida y estuvo varios días junto a él y su novia.
No podían pedir nada más, ellos eran felices.
*********
Tres años más habían pasado, ella tenía su carrera de bioquímica casi terminada y él acabó con su carrera de actuación y realmente le había ido espectacular. Protagonizó personajes secundarios o tan solo voces pero poco a poco el trabajo se agrandaba y más ofertas llegaban.
Se casaron tanto por iglesia como por civil, compraron una casa en Canadá y decidieron que empezarían su vida allí.
Lo que Cameron no sabia, era que ahora tendría que alimentar tres bocas, no sólo la de su esposa y él, también la de su futuro bebé.
Había un bebé en camino, para hacerles la vida aún más feliz.
ESTÁS LEYENDO
Te amo, Candace
Short StoryCandace recibe notas que alguien pega en su ventana todos los días con halagos hacia su persona. Las notas se hicieron tan constantes que se convirtió en una rutina despertarse y caminar hacia su ventana, leer la nota y sonreír estúpidamente. Se ent...