Cada que la futura muerte cumplía 18 años, se hacía una celebración, la cual era exageradamente grande. Se invitaba a todo el Conssel, a la Vida y al Punto Muerto.
Siempre me pregunté, si mi madre iba a permitir que se le organizara esta fiesta a Sonia, pero sabía que estaba prohibido mencionarla, o al menos, eso es lo que alguna vez oí que mi madre le había dicho a mi padre. No era lo mismo desde que Sonia se había ido.
Mis padres apenas y se dirigían la palabra, ahora yo tenía más obligaciones que antes, ya que me estaban preparando para ser la muerte. El violín era un instrumento prohibido en casa, por lo tanto ya no podía tocarlo.
Había pedido que para mi cumpleaños, permitieran al cuarteto de cuerdas tocar algo, pero obviamente mis deseos fueron ignorados.
- ¿Te estas divirtiendo?- preguntó mi padre. Yo negué con la cabeza-. Eso supuse.
- No tengo amigos- murmuré-. Sólo tengo a Liria, y eso porque mi mamá la escogió para que sea mi amiga, y ni siquiera es mi verdadera amiga, es mi dama de compañía.
Mamá me había prohibido socializar con personas de mi edad, ya que, según ella, posiblemente Sonia había sacado esa idea loca de irse con los Vivos de una de sus amigas, así que encargó al Conssel que escogieran para mí, una dama de compañía; Liria. No me desagradaba, sentía un gran cariño hacia ella, pero quizá, ella sólo era mi amiga por obligación.
- Ojalá pudiera cambiar algo, Iris- dijo mi papá dándome un beso en la mejilla.
- No quiero ser la Muerte- le susurré-. No puedo.
- Lo siento- me dijo.
Yo sabía que al cumplir los 18 años, mi mamá podía decidir si abandonar su puesto o continuar en el por un tiempo, también estaba consciente de que ya no podría envejecer hasta que tuviera un hijo.
Aún desconocía lo que iba a suceder conmigo, no sé si a partir de mañana seré la nueva muerte o si aún tengo unos cuantos meses de "libertad". Yo supondría que me queda tiempo, ya que mi madre no me ha informado nada.
- Lo único que te puedo prometer, es que te quedan unos dos años sin asumir tu puesto- me susurró.
Sonreí.
En cuanto se oyeron cristales chocando unos contra otros (producto de las arañas moviéndose), caminamos hacia la mesa, ese sonido siempre avisaba que la cena estaba lista. Así que fui a mi asiento, el cual era el de la cabecera.
En mi lado izquierdo se encontraba mi madre, a su lado mi padre, en el lado derecho se encontraba una mujer rubia, de ojos azules, rostro fino, era más bella que mi madre, y eso era mucho decir.
Se llamaba Clarisse, ella era la Vida. Mi madre y ella no se llevaban bien, tenían peleas constantemente y siempre estaban en desacuerdo.
Observé la mesa, un mantel negro con bordados dorados cubría la mesa que medía poco más de 3 metros, los cubiertos eran de oro y las copas eran de cristal. Los platos eran completamente dorados, dudo que sean de oro, pero es una posibilidad.
Oía murmullos, discutían asuntos políticos, al otro lado de la mesa se encontraba el jefe del Conssel, Edmund, sé que esa considerando retirarse, ya que ya lleva muchos años en esto y ya quiere formar una familia.
Es muy curioso, yo dejaré de envejecer, y una vez que tenga a mi primer hijo, volveré a ser normal. Los jefes del Conssel tienen que tener poco más de 30 años, y una vez que son nombrados, dirigen el Conssel por máximo 5 años, después de eso, vuelven a envejecer. La situación con Edmund, es diferente.

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Iris
AventuraLo único que pide Iris es una vida normal y libre de reglas. Lamentablemente eso no es posible. Al asumir su cargo como la Muerte, se da cuenta de las injusticias que hay en el mundo y pierde dos cosas; la poca libertad que tenía y uno de sus objet...