Capítulo 2

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"¡No, Legolas!" –gritó Keldarion, acercándose a su hermano con rapidez.

Legolas se quedó absolutamente quieto, con la mano a meras pulgadas de la granada más cercana, y luego se giró para mirar a su hermano, desconcertado.

"¿Qué pasa?"

El elfo mayor se quedó mirando el árbol fijamente, intentando recordar la antigua historia que había escuchado hacía tiempo.

"Tal vez nada, Legolas. Pero creo que no debes coger esa fruta."

"¡Pero es tan raro ver granadas en invierno! ¡Míralas! Están listas para cogerlas, ¡apuesto que saben muy bien!"

Legolas alargó la mano otra vez, pero Keldarion la agarró.

"¡He dicho que no! ¡Deja de ser un glotón!" –su cansancio y decepción de la batalla reciente hicieron que elevara la voz.

¿Glotón? Pensó Legolas, a la vez que bajaba la mano. Ofendido, le dio la vuelta a su caballo y se alejó del árbol.

"Está bien. Vamos a casa" –dijo en voz baja.

Keldarion miró al cielo y suspiró. Entonces se pasó la mano por la cara, obligándose a recuperar la compostura. No es culpa del chico que sienta este malestar. Pero hay algo raro con este árbol, ¿pero el qué?

"¡Legolas, espera!" –lo llamó Keldarion, trotando con su caballo hacia él. Legolas no respondió, concentrado en guiar a su montura por el camino que bordeaba el acantilado. Obviamente seguía afectado por las duras palabras de Keldarion.

El príncipe mayor suspiró otra vez mientras miraba la espalda rígida de Legolas. No podía alcanzar a su hermano porque el camino era demasiado estrecho para dos caballos. ¡Bien hecho, idiota! Se regañó a sí mismo. ¡Apuesto que no va a hablarte durante las próximas semanas!

Tras mirar brevemente la caída de varios cientos de pies a su derecha, Keldarion pensó en las mejores palabras para pedirle perdón a su hermano... pero entonces el suelo empezó a temblar sin aviso.

La reacción de Estrella Roja fue instantánea. El caballo entró en pánico, relinchando por el miedo. Legolas se esforzó por controlarlo, pero con el terremoto y la caída de rocas y nieve le fue imposible.

Mientras controlaba a su propio caballo, Keldarion vio horrorizado cómo su hermano resbaló del lomo de Estrella Roja y caía por el precipicio.

"¡LEGOLAS!"

De repente, una de las rocas golpeó el flanco de su caballo. El animal relinchó de dolor y cayó al suelo, arrojando a su jinete de su lomo. El príncipe aterrizó con fuerza, golpeándose la cabeza contra las rocas cubiertas de nieve. Durante un momento perdió la visión... y entonces vio el manto blanco cayendo sobre él.

Y entonces no vio nada más.

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Fue el frío lo que lo despertó. Estaba helado.

Keldarion gimió, empujando la nieve para liberarse. Tardó varios minutos para conseguirlo, pero al fin se puso en pie, tambaleándose con la visión desenfocada y con la cabeza latiendo de dolor. Se había torcido el tobillo y tenía una herida profunda en la sien, pero por lo demás estaba bien.

Estrella Roja no estaba. Al parecer, el joven caballo había huido después de la avalancha y el de Keldarion yacía inmóvil en la nieve, muerto. El príncipe negó con la cabeza dolorida, sabiendo que no podía hacer nada por él.

"Legolas –se dijo-. Primero tienes que encontrarlo."

Bajó con cuidado por el acantilado, teniendo cuidado con dónde pisaba y llamando a Legolas de vez en cuando. Para su consternación, Legolas nunca respondió. Keldarion se esforzó por dejar de imaginarse lo peor, intentando convencerse de que su hermano seguía vivo allí abajo.

La Promesa Olvidada de ThranduilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora