Thranduil hizo acelerar a su caballo. A pesar de la oscuridad, el semental era capaz de encontrar el camino a través de la espesa capa de nieve. Detrás de ellos iban los guerreros del Bosque Negro, vigilantes mientras seguían a su rey hasta el lugar de la avalancha.
Linden miró a Thranduil y vio la expresión de padre preocupado en el rostro del rey. Ya que Thranduil era un experto en ocultar sus emociones eso solo delataba la enorme angustia que sentía en ese momento.
La tropa cabalgó en fila india hasta el largo sendero del acantilado y nada más llegar a la masa de nieve caída, Thranduil desmontó rápidamente seguido por Linden y se arrodilló al lado del cadáver de Trueno Salvaje, el caballo de Keldarion.
Con una mano temblorosa, Thranduil tocó el cuello del animal a sabiendas de que estaba muerto. Entonces escaneó con la mirada su alrededor, encontrándose con una gran roca que bloqueaba el camino por completo.
"Separaos –dijo en voz baja-. Y encontradlos."
Los guerreros del Bosque Negro se apresuraron a cumplir la orden de su rey y Linden hizo una breve pausa para darle un apretón en el hombro antes de ponerse a supervisar la misión de búsqueda y rescate.
Thranduil suspiró y se enderezó. Los cuerpos de sus hijos no estaba ahí, así que estaba seguro de que los chicos estaban por ahí, vivos y esperando la ayuda. Y Thranduil no pararía de buscarlos hasta encontrarlos.
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"¿Kel? –dijo de repente la voz débil de Legolas-. ¿Con quién... estás hablando?"
Keldarion miró hacia abajo, aliviado al verlo despierto.
"Bueno, míralo tú mismo y dime lo que piensas."
Con los párpados pesados, Legolas se quedó mirando a Zuïlean, aturdido.
"¿Es... un ángel?"
Keldarion sonrió a pesar de la situación.
"No. Es nuestra 'carcelera'."
Legolas volvió a mirar a su hermano.
"¿Qué?" –muy confundido, miraba a Keldarion como si hubiera perdido la cabeza.
Zuïlean sonrió aún más y alargó una mano para tocar la cabeza de Legolas.
"¡Quítale las manos de encima! –gritó Keldarion, golpeándole la mano bruscamente-. ¡No es tuyo! ¡Y tampoco yo!"
Zuïlean estrechó los ojos con desagrado, pero no se acercó más. Poco a poco se alejó de los dos hermanos, pero sus ojos nunca los perdieron de vista. Legolas estaba cada vez más confundido.
"¿Kel... qué está pasando?"
"No tengo ni idea –dijo Keldarion sin dejar de mirar a la dama-. Es Zuïlean. Dijo que es la diosa de la granada de invierno."
Legolas abrió los ojos como platos.
"Err... ¿estamos en problemas? Pero no cogí la fruta, ¿recuerdas?"
"¡No, pero tu padre sí! –gritó Zuïlean de repente-. ¡No lo habría dejado ir si hubiera sabido que no cumpliría su palabra! ¡Me mintió! ¡Me prometió que me daría a su hijo a cambio de su libertad, pero no lo hizo!"
"Nosotros... no entendemos..." –comenzó Keldarion, pero ella lo interrumpió.
"¡Lo haréis! –dijo-. Escuchareis lo que pasó de vuestro propio padre, ¡os lo garantizo! Tengo la sensación de que ya ha venido a buscaros. Esperaremos por él. Por el momento no os dejaré ir."
Con un movimiento de su mano, una pared de hielo se elevó de repente alrededor de su refugio. Los dos hermanos miraron a su alrededor, angustiados. No había salida. Estaban totalmente atrapados.
"¡Mi señora, no puedes hacer esto!" –exclamó Keldarion.
"Puedo y lo haré" –respondió ella tranquilamente.
"¡Pero mi hermano necesita ayuda! ¡Está gravemente herido!" –Keldarion estaba empezando a asustarse de verdad, sobre todo porque sentía a Legolas cada vez más débil en sus brazos.
"Entonces reza para que vuestro padre se dé prisa. Ahora todo está en sus manos."
Un momento después, desapareció. Aturdidos, Keldarion y Legolas se miraron durante un rato. Entonces Legolas dijo:
"Kel... ¿sabes... lo que estoy pensando ahora mismo?"
"No, ¿el qué?"
"Creo que... ya no me gustan las granadas. Prefiero las manzanas y las peras... son más seguras."
Keldarion sonrió y le metió un mechón de pelo detrás de la oreja.
"Te comprendo, hermano –abrazándolo más cerca hasta que la cabeza de Legolas descansaba debajo de su barbilla, Keldarion repitió-. Te comprendo."
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Las pistas llevaron a Thranduil y su tropa hasta la base del acantilado. Feliz al descubrir que sus hijos estaban vivos y en movimiento, ordenó que aceleraran la búsqueda. Por las huellas irregulares que encontraron en la nieve estaba claro que los dos hermanos estaban heridos y buscaban un refugio.
"Tenemos que darnos prisa" –le dijo Thranduil a Linden, que cabalgaba a su lado. Tras encontrar las pistas, toda la tropa había vuelto a sus caballos y poco a poco habían bajado por el acantilado. De eso hacía ya más de una hora y el rey se estaba impacientando.
Linden abrió la boca para retransmitir las órdenes del rey cuando una repentina ráfaga de viento surgió de la nada, soplando con fuerza y revolviendo sus capas. El comandante alzó la mirada hacia el cielo en busca de la luna, pero al igual que durante ese día, grandes nubes ocultaban el universo de sus ojos.
"El invierno está muy avanzado como para que haya una ventisca" –pensó Linden en voz alta.
Pero Thranduil se había quedado inmóvil.
"No es una ventisca" –dijo en voz baja, con los ojos fijos en un pequeño árbol cargado de frutos.
Era el árbol de granadas.
Viejos recuerdos resurgieron. Una promesa olvidada. Thranduil miró a su alrededor como loco, buscando a la persona que debería estar ahí. Y entonces oyó su voz segundos antes de que se materializara a varias yardas del árbol.
"¿Me buscabas, Thranduil? –preguntó Zuïlean-. ¿O buscas a tus hijos?"
Thranduil no respondió y siguió mirándola con consternación, sin parpadear. Linden se preocupó al instante al ver las extrañas emociones en el rostro del rey.
"¿Mi señor? ¿Ocurre algo malo?"
Al escuchar a Linden, Thranduil dio una sacudida y miró al comandante brevemente antes de desmontar. Sin responder a su pregunta, Thranduil se acercó a Zuïlean sin apartar los ojos de ella.
"Mi señora. Volvemos a encontrarnos."
"Deberíamos haberlo hecho hace mucho tiempo, Thranduil."
"Tienes a mis hijos" –afirmó Thranduil, ignorándola deliberadamente.
"Sí, es cierto."
"Quiero que me los devuelvas" –la voz del rey se había vuelto helada de furia.
Ella entrecerró los ojos amenazadoramente.
"Entonces sígueme. Creo que tenemos un asunto pendiente –con eso se dio la vuelta y se alejó. Thranduil apretó los dientes de rabia al ver su despreocupación, pero antes de que pudiera decir nada más, Zuïlean volvió a mirarlo por encima del hombro y le dijo-. Deja a tus guerreros. Vendrás solo o no volverás a ver a tus hijos."
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La Promesa Olvidada de Thranduil
FanfictionMucho tiempo atrás, el rey de Mirkwood hizo una promesa. Y ahora, está a punto de costarle la vida a sus hijos