La tienda de discos está abarrotada esa tarde, y Harry odia eso, simplemente odia que la gente no haga sus compras de Navidad antes. Es decir, el mismo día veinticuatro tienen que ir a comprar todos los regalos; parece que se pongan de acuerdo.
Finalmente, puede pasar entre la gente; esquivando a unos y a codazos con otros. Llega a la estantería, que debería de estar repleta de ejemplares del Cd que buscaba, en cambio, solo queda uno y lo único que tiene que hacer es cogerlo.
Cuando su mano está rozando el Cd, otra mano choca contra la suya y siente una chispa, algo que no había sentido con nadie más.
—Oh, perdona —se disculpa la persona con una risita—. Cógelo tú, no importa.
Esa voz es masculina, pero es un chico con la voz más dulce y suave que jamás ha escuchado.
—No, no, no. Puedo buscar en otra tienda —todavía no se atreve a mirar al chico.
Cuando por fin se decide, aparece en su campo de visión un chico de facciones finas, con una sonrisa en su rostro y unos ojos azul profundo que lo observan meticulosamente. Oh, además, a Harry le llama la atención la corona de flores que éste lleva sobre su cabeza.
—¿De verdad? ¿No te importa? —pregunta inocente.
Harry, incapaz de hablar, niega con la cabeza y tiende el Cd que tiene en su mano al otro.
—Soy Louis —se presenta. Harry siente que le va a dar algo en cualquier instante.
—H-Harry —¿ha tartamudeado? ¿pero qué le pasa?
Ambos se miran durante unos segundos, unos segundos en los que el zafiro colisiona con el esmeralda, estremeciendo a los dos por igual.
—Mi mamá me está esperando —agacha la cabeza y la corona de desliza hacia adelante, cayendo, pero Harry es más rápido y no permite que algo tan delicado roce el suelo.
—Es muy bonita —indica el rizado.
—Gracias, la he hecho yo solito —sonríe orgulloso.
—Podrías hacerme una algún día —Louis se pone rojo.
—V-vale —ahora es él el que tartamudea, y a Harry le parece malditamente adorable—. Me tengo que ir, un placer Harry —y se va con el Cd en la mano.
Harry se tiene que apoyar en la estantería –ahora vacía– para recuperar el aliento que ese chico le ha quitado.
Sabe que lo volverá a ver, y si no, él se encargará de encontrarlo.
Louis camina hacia su madre, y cuando introduce su mano en el bolsillo derecho de sus vaqueros, encuentra un papel doblado que no estaba ahí antes de entrar a la tienda. Lo mira y hay un número de teléfono. Se sorprende, por que no ha notado nada, pero sabe que ha sido el dueño de ese par de ojos verdes y hoyuelos capaces de protagonizar las fantasías de cualquier chico.
—¿Todo bien, hijo? —pregunta su madre.
—Todo más que perfecto —sonríe para sí mismo más que para su madre y mira a Harry, que lo observa desde el otro lado con la mano en la oreja simulando un teléfono, diciéndole en un susurro: "llámame". Lo hará.
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