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Anabet, James y yo íbamos caminando por el instituto psiquiátrico mientras yo les presentaba cada lugar, les decía el nombre de cada enfermera y doctor.

—¿Qué hay detrás de esa puerta?—preguntó Anabet refiriéndose a una puerta que decía: "No entre."

—Es un cuarto especial para las personas que están "endemoniadas".—le respondí.—¿Te gustaría entrar?—le pregunté con una sonrisa burlona.

—No gracias, sólo preguntaba.—contestó rápidamente.

Mientras íbamos caminando nos encontramos con una enfermera.

—Ella es Martha, es la encargada de revisar las habitaciones de cada persona del instituto cuando es hora de "apagar" las luces, pero no le presten mucha atención, en realidad no le importa si quieres apagar las luces o no, así que no se preocupen.—les informé a los chicos.

En el recorrido les enseñé el comedor y las oficinas de los psiquiatras.

—Vamos al patio.—dije y les hice señas para que me siguieran.

Al llegar, comenzamos a caminar por todo el lugar, luego nos paramos en frente de unos de los edificios.

—¿Qué es esa mancha?—pregunta Anabet señalando una mancha de sangre seca que había en el piso.

—Bueno...—dije sonriendo.—semanas atrás mágicamente una chica calló desde ahí.—dije señalando al cuarto piso del edificio.—y digo mágicamente porque no tuvo nada que ver el hecho de que yo estuve detrás de ella cuando ocurrió.

Volteé para ver sus reacciones y me encontré con una cara de espanto por parte de Anabet y una sonrisa de parte de James.

—Oh, por favor, no es para tanto.—dije comenzando a caminar.

—Me encantas aún más.—escuché decir a James.

Entramos por uno de los pasillos y nos encontramos con el cuarto de los castigos.

—¿Y exactamente qué castigos se ejecutan ahí?—preguntó él.

—Electrocución, sedantes especializados en hacerte dormir por varios días, inyecciones dolorosas y un par de cosas más.—le respondí.

—¿Y por qué te llevan?—preguntó Anabet.

—Por romper las reglas.—dije con obviedad.

—¿Alguna vez te entraron ahí?—preguntó James.

—Tal vez.—respondí y seguí caminando.—Vamos a mi habitación, necesito hablarles de algo.—dije.

Tomamos rumbo hacia las escaleras para llegar hasta el segundo piso en donde se encontraba mi habitación. Al llegar abrí la puerta con mi llave, entré y les hice una seña a los chicos para que entraran y luego cerré la puerta. Fui hasta mi cama y me senté, James se sentó en el mueble y Anabet a mi lado.

—Necesito que me ayuden en algo.—dije.

—¿En qué?—preguntó James.

—Necesito que esta noche, cuando ya todos estén durmiendo, uno de ustedes entre a la enfermería y me consiga una pastilla con veneno.—le respondí, los dos fruncieron el ceño sin saber de lo que estaba hablando.—¿Se acuerdan de la chica de ayer, la que estaba hablando con David?—pregunté y asintieron con la cabeza.—Pues le daremos fin a su vida.—dije, los miré a ambos y, esta vez, me encontré con dos caras de espanto.

—Espera, ¿qué?

—¿P-por qué haremos?—pregunta Anabet.

—Porque estaba hablando con David, mi David.—le respondí.

Lo que oculta una cara bonitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora