Alicia del Buceo

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Julio era joven cuando le ocurrió un hecho que lo marcó para el resto de su vida. Una madrugada, cuando se disponía a llegar a su casa en el alejado barrio del Buceo de Montevideo, característico por su pequeño puerto y su cementerio, Julio vio a una joven de aspecto formal. Algo asombrado por encontrar a la muchacha a esa hora de la noche, se acercó y le preguntó si le molestaba que la acompañara. Ella le contestó que no. En el camino, ella le contó que se llamaba Alicia y que era estudiante de música, y él, a su vez le contó que trabajaba en un diario. Pronto llegaron a una casa importante, tal vez algo descuidada, y se detuvieron ante un gran portón de hierro. Ella se despidió amablemente y agradeció la compañía. Julio regresó a su casa, por supuesto, meditando sobre la muchacha y el extraño encuentro.

Los encuentros se repitieron por varias noches, en una de ellas Julio invitó a bailar a Alicia y aunque esta en un principio se negó, finalmente accedió a la invitación. A la salida del baile, ya entrada la madrugada, hacía mucho frío, por lo que Julio le colocó sobre los hombros un abrigo que llevaba y la despidió como todas las noches.

La madre de Julio, quien advirtió que su hijo se estaba encariñando con la muchacha, le sugirió que la invitara a encontrarse en otras circunstancias más favorables. Fue así que Julio invitó a Alicia a pasear por el parque un sábado por la tarde. Pero aunque Julio la esperó mucho rato, Alicia nunca apareció. Intrigado, Julio fue hasta la casa a donde acompañaba a la muchacha todas las noches y tocó la puerta. Lo atendió una señora mayor y él le dijo que quería hablar con Alicia. Sin decir nada, la señora lo hizo pasar y le pidió que esperara. Una vez adentro, Julio vio un piano y sobre él un retrato de la chica a la que él había estado acompañando todas las noches. De pronto, apareció una señora mayor que se presentó como la madre de Alicia.

- Quedé de encontrarme con su hija esta tarde, pero ella no concurrió a la cita - le dijo Julio

- Es muy difícil que ella pueda ir a esa cita - le contestó la mujer. - Mi hija está muerta.

- Pero ¿cómo? - le dijo Julio - Ayer mismo me encontré con ella, no puede ser.

- Pero es así - le dijo la mujer - Su tumba está al fondo en el cementerio, por qué no va y se fija?

Julio salió de la casa meditando sobre el episodio. <> se decía a sí mismo. Pero a pesar de todo, se dirige al cementerio y después de buscar un rato le pareció ver algo familiar: su sorpresa fue total al ver su ABRIGO "COLGADO EN LA LÁPIDA DE ALICIA".

Voces AnonimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora