Confusa

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Las lágrimas ya se habían detenido, pero aún me sentía fatal. ¿Acaso mi mejor amiga no sabía lo que sentía por Julián? ¿por qué a mi? Apenas si era consiente de a donde me dirigía, sólo seguía caminando con la mirada fija en el frente. Intentaba repeler con todas mis fuerzas esa imágen, la imágen de... Me detuve y me senté en la escalera de una casa, sin poder continuar. Cerré mis ojos y dejé que una lágrima se deslizara por mi mejilla.  

- ¿Por qué yo?- susurré.  

Una figura se sentó a mi lado. César, ya había olvidado que estaba allí. Estaba silencioso y me observaba. Avergonzada por mi comportamiento, comencé a quitarme las lágrimas pero su mano me detuvo. Extrajo un pañuelo de su bolsillo y me limpió el rostro.  

- Gracias- susurré, evitando su mirada.  

Me estaba humillando enfrente suyo, y además él no tenía ni idea de qué me sucedía. ¿o es que había adivinado la situación? Dejé mi mente en blanco y me concentré en reprimir mi llanto.  

Al fin, después de un largo rato de silencio, decidí hablar.  

- No tienes por qué quedarte aquí- musité.  

- Quiero hacerlo- dijo seriamente, seguro.  

Sólo asentí. ¿Es que las lágrimas no se detendrían más? Seguían acudiendo a mis ojos.  

- Shhh, shhhh. Todo se va a solucionar- dijo César, abrazándome.  

Alejandra, Julián...besándose....mi mejor amiga... ¿cómo había podido? Tomó mi rostro entre sus manos y me secó de nuevo las lágrimas.  

- Puedes contarme, si quieres.  

¿Contarle? No se si era una buena idea... Después de todo, no quería arruinar la noche. Demasiado tarde, pensé, ya estaba arruinada. Negué con la cabeza y él me soltó.  

- ¿Él...- cerré mis ojos con fuerza, sabía que lo preguntaría- te gusta?  

- Sí- dijo muy bajo, aunque no estaba segura que después de lo de esta noche lo siguiera haciendo.  

Mi corazón latía pesadamente y estaba temblando del frío.  

- César, yo... No necesitas verme así- dije contra su pecho.  

- Mari- dijo, mirándome a los ojos- me quedaré aquí, el tiempo que necesites.  

Una pequeña sonrisa triste curvó mis labios.  

- Quiero volver a casa.  

Nos pusimos en pie y comenzamos a caminar.  Tomó mi manos fuertemente y me acercó a él.  

- ¿Qué piensas?- dije al fin, luego de un largo silencio.  Arrugó su frente, pensativo.  

- El no te merece... No sabe de lo que se pierde- intentaba darme ánimos. Suspiré y luché contra las lágrimas- no llores por él, no quiero verte así.  

Un pequeño sollozo se escapó de mi pecho y me hizo parar.  

- María, yo jamás te haría daño- susurró. En eso se escucharon pasos rápidos tras nuestro. César se giró y puso cara inexpresiva- es Ale.  

Sin pensarlo ni un segundo, tiré de él y comencé a correr. No quería verla. Al fin llegamos a mi casa. Comencé a arreglarme, no quería dar explicaciones a mis padres. César asintió dándome ánimos y entramos. Apenas abrir la puerta, nos encontramos con nuestros padres, se estaban despidiendo.  

- ¡Ha, al fin!- dijo la señora.  

- Creímos que habían desaparecido- dijo mi padre.  

- Fuimos a dar un paseo- interrumpió César.  

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