Las paredes te escuchan

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Como yo supongo en algún momento de la vida de cada persona hemos sentido que aun estando solos una voz nos llama o nos sentimos observados esta historia es un tanto relacionada con dichos sucesos.

La noche se presta a propósito para lo sobrenatural. Una voz, nacida detrás de las paredes de su cuarto, despertará a Nyan . ¿Es su hermano muerto quien le habla? ¿Con qué fin quiere despertarlo? ¿Atenderá Eugenio a su llamado?... Descúbrelo en este cuento de horror y misterio.

Nyan se encontraba durmiendo en su cuarto. Su cabeza reposaba debajo de la almohada como era habitual. La frescura de las sábanas se reflejaba en su apacible rostro. Sus pies colgaban fuera de la cama ayudándole a refrescar su cuerpo ante el suave calor del verano de ese viernes trece de enero. La Luna se había escondido temprano y la oscuridad reinaba en la noche.

A las 2:05 de la mañana, una voz, que parecía salir de las paredes, lo llamó por su nombre:

-¡Nyan Nyan ! -Insistió varias veces.

Con los párpados pegados y esa sensación de no poder abrir los ojos como cuando uno quiere despertarse antes de tiempo, Nyan , intentó -sin éxito- averiguar quién lo llamaba y de dónde provenía aquella voz apenas conocida, profunda, escasamente perceptible.

Tanteó sobre su mesita de luz queriendo encender el velador. Lo único que consiguió fue tirar, al piso, un bollo de papeles, su celular nuevo, un llavero y un vaso de vidrio vacío, que había dejado allí antes de acostarse. Por suerte, la alfombra de la pieza amortiguó el ruido y evito una tragedia.

Viendo que no lograba nada, cejó en su intento. Intrigado, y un poco molesto, optó por responder a quien le hablaba:

-¿Quién anda ahí? ¿Papá, eres tú? ¿Pasa algo malo? ¿Qué hora es?

La voz no se hizo esperar:

-¡Nyan ! ¡Soy yo! Tu hermano. Pablo.

-¡Pablo! Pero... ¡si tú estás muerto! ¿Estoy soñando todavía? ¿O es alguna clase de broma? ¡Vamos que no estoy para eso a estas horas de la madrugada! ¿Qué hora es?

-Son casi las dos y diez de la mañana -le respondió quien decía ser su hermano-. Y no es una broma, soy yo, Pablo. He venido a prevenirte.

-¡Prevenirme? ¿De qué?

Nyan, por fin despierto, buscó de nuevo; encontró la llave del velador y lo encendió. Miró hacia todos lados. No había nadie más que él en ese cuarto. Así y todo, la voz seguía hablándole desde detrás de las paredes.

-No tengo tiempo para demasiadas explicaciones -le dijo el supuesto Pablo-. Estás en peligro. Necesito que vayas al cementerio donde estoy enterrado, abras mi tumba y quites de mis manos el objeto que el cura acomodó entre mis brazos.

Nyan no terminaba de convencerse; por lo que le respondió:

-¿Tienes idea de lo que me estás pidiendo? No me imagino cavando una tumba; mucho menos, de noche; menos aún la de mi hermano. ¿Y cuánto crees que me pueda llevar hacerlo? No creo que sea tan fácil...

-No tienes que preocuparte por eso. La tierra está blanda. No te llevará mucho. Toma las herramientas de papá (las que guarda en la cochera).

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