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Durante la semana siguiente intentó por todos los medios olvidar el rostro del niño llorón. Salió a comer en compañía de TaeMin, cambió todos sus muebles de lugar en su tiempo libre y hasta tuvo un par de citas, pero aquella expresión afligida estaba tan grabada en su mente que no podía desaparecer de una forma tan simple. Cada vez que debía volver al trabajo y penetraba alguna de las puertas que desembocaban en el mundo de los humanos para conseguir gritos de infantes, la imagen del chiquillo hecho ovillo y emitiendo débiles sollozos lo atacaba sin remedio.

No lo había comentado con nadie, ni siquiera con TaeMin. El resto de monstruos eran otro asunto, pues las escasas palabras que intercambiaban eran acerca del trabajo o bien, para saludar o pedir algún favor.

Esa tarde les abrieron la puerta a unos minutos de que dieran las seis. Todos los asustadores, parados en una fila horizontal, avanzaron con sus expresiones más espeluznantes hacia sus respectivas estaciones, donde los asistentes ya aguardaban. Kai saludó a su camarada con un cabeceo y esperó con postura recta a que bajaran las puertas. Transcurridos unos segundos la misma puerta azul de días atrás ascendió ante su mirada ansiosa, asentándose en la estación. Leyó cada letra del "Do KyungSoo" escrito en rojo al pie de la puerta y pasó a sentirse más ansioso que nunca.

Cada asustador clamó un rugido y uno a uno comenzaron a entrar. Él no podía quedarse atrás, recibió una mirada de apoyo de los ojos saltones y amarillentos de su amigo que le dio la fuerza y seguridad de girar la perilla y abrir.

Una tenue ráfaga de viento helado lo recibió al llegar. Por lo general las habitaciones de los niños estaban tibias y acogedoras, pero este no era el caso. Observó que la ventana que daba hacia la calle se hallaba entreabierta; las cortinas deslavadas con figuras infantiles serpenteaban al sol del aire nocturno y a través del cristal se divisaba una redonda y pálida luna. Al poner su atención en la cama vio al niño. Se encontraba dormido, pero en su rostro había una expresión turbia que por momentos temblaba, lo mismo que el resto de su cuerpo. La colcha estaba hecha un embrollo por debajo de sus pies, dejando a la vista un piyama de cuerpo completo color verde con pequeñas figuras de lo que parecían ser monstruos peludos pero menos espantosos. También se percató de que el humano llevaba los zapatos puestos con las agujetas sueltas.

Ignoró esos pequeños detalles tal como haría con cualquier otro niño, y entonces decidió continuar con el que era su trabajo; seguramente el resto ya había salido y no se permitiría obsequiar razones para ser criticado. Caminó con calma y en silencio siguiendo su protocolo. Siempre había creído que el motivo por el cual los niños le temían tanto, era, precisamente, la semejanza que existía entre ellos. "Los humanos se temen a ellos mismos", solía pensar, "son sus propios enemigos".

Estaba dispuesto a despertar al chiquillo con su ronca voz, hasta que oyó un sonido proveniente de afuera y se vio obligado a petrificarse cual estatua. Se trataba de una maraña de golpes secos y voces cuyo volumen se elevaba a cada palabra. El sobresalto le hizo saltar y una de sus piernas terminó golpeando la mesilla de la habitación, provocando que la lámpara de encima se balanceara por breces segundos antes de caer.

De manera repentina los gritos dejaron de oírse. Fueron momentos de suma tensión para Kai, segundos en los que pensó en el peligro que estaba corriendo. Al sepulcral silencio le siguieron pasos apresurados que se dirigían a donde estaba él. Todo sucedió tan rápido; no alcanzó a reaccionar y escapar de vuelta a su mundo se volvió imposible.

—¡KyungSoo! ¡¿Sigues despierto?! ¡Creí haberte enviando a dormir!

Al mismo tiempo que la puerta se abría, Kai se ocultó tras botes y cajas hacinados con ropa y juguetes en su interior.

La puerta azul / Monsters inc!Au (KaiSoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora