El carruaje.

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Tenía apenas seis años cuando todo empezó, vivía con mi familia en el campo. Mi madre había muerto hace unos años por culpa de las enfermedades de la zona. No había cura conocida y si la tuviera tampoco hubiéramos podido pagarla, por esta razón vivo sólo con mi padre y mi hermana.

Trabajaba arando tierra cuando llegó un carruaje elegante. Estiré el cuello tratando de ver quién venía en él.
Era Arthur Kirkland, dueño de una fábrica textil, buscando trabajadores, sin duda.

Mi padre salió a recibirlo y mi hermana mayor, Madeleine, se arregló rápidamente y salió a ver al tan famoso Arthur Kirkland.

- Buenos días, señor Kirkland. ¿Qué necesita usted de nuestra humilde familia? -Él ni lo miró y dirigió su vista directamente hacia mí, sin siquiera ver a mi hermana.

- Lo necesito a él. -El rastrillo se me cayó de la impresión. Mi hermana suspiró y volvió a casa dándome un codazo.

- Mejor prepárate, Al. No nos volveremos a ver nunca más. - No entendí lo que había querido decir, al menos no hasta que mi padre habló nuevamente.

- ¿Alfred? ¿Qué quiere con mi niño? -Arthur se acercó a mí y dijo apretando mi brazo, me quejé.

-Necesito mano de obra. - Me arrastró con él e intenté liberarme, sin éxito. Mi padre gritó.

- ¡Déjelo! ¡Él es mi hijo! -Arthur se detuvo, sacó de su bolsillo interno un manojo de billetes y se lo lanzó a mi padre, que me miró con culpa antes de ir a buscar el dinero.

-Papá...

-¡Y eso es sólo ahora! En tres días estará forrado en dinero...

-¡No, papá! ¿¡Por qué me haces esto!?-Volví a intentarlo, pero era imposible para mí salir de aquella situación.

- Alfred f. Jones. Te callas o te golpeó. -Amenazó Kirkland. Lo miré atentamente sin ganas de pelear más, dirigí una última mirada a la que fue mi morada durante tanto tiempo...

- Adiós, mamá... -Susurré con una lágrima resbalando por mi mejilla.

La Revolución Industrial. (Tiene algunas Incongruencias históricas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora