El camino a Inglaterra fue largo, para mí lo fue. Mientras intentaba pensar en porque mi padre no hizo nada más por defenderme...
Paramos un par de veces para recoger a otros niños, dos de ellos esclavos negros. Uno que venía de Kenya y otra que venía de Seychelles.
El chico Kenyano no nos miraba, se limitaba a mirar al horizonte.
La chica Seychellense era tímida y no se soltaba las manos temblando constantemente.
También había un chico Neozelandés, con rizos dorados que miraba su bastón con lágrimas en los ojos.
Cuando llegamos, Arthur se bajó del carruaje y las cadenas que le unían a los esclavos les obligaron a levantarse e ir tras él.
El neozelandés y yo salimos por cuenta propia y los seguimos.
Ellos entraron a la gran mansión Kirkland, yo me quedé un rato afuera mirando sorprendido la inmensa mansion frente a mí.
Cuando entré vi que dos pelirrojos estaban peleando en la entrada de la mansión, eran gemelos.
-¡Te he dicho que yo me quedo con el neozelandés...! -Gritó uno y, al ver entrar a Arthur, se sonrojaron de vergüenza y bajaron la cabeza diciendo al unísono.
- Bienvenido, hermano.
Un rubio, que se parecía un poco a Arthur, bajó las escaleras con un cuaderno y un lapiz en mano y, al vernos, dijo.
- Arthur, veo que ya trajiste lo que te pedí. -El señor Kirkland frunció los labios y se cruzó de brazos soltando un gruñido.
- Thomas, no sé porque siempre tengo que hacer el trabajo sucio por ti. Ahí los tienes. ¡Y no me molestes! Estaré escribiendole a Sophia acerca de nuestro compromiso. -Thomas, como parecia llamarse aquel hombre, rió y puso una mano bajo su barbilla diciendo.
- No sé como te aguanta esa pobre chica, Arthur.
-¡Cállate! -Se sonrojó. Miré a Arthur, era bastante divertido molestarle aunque los otros niños parecían no darse cuenta.
Él subió y Thomas miró su cuaderno y empezó a dictar.
- Alfred F. Jones...
- Soy yo. -Contesté sin mayor demora, Thomas escribió algo y dijo.
- Sey Xilai. - La chica levantó la mano en silencio. -Ken Dursbay. -El Kenyano levantó la mano. -Sylan Winnspoor... -El neozelandés levantó su bastón y los pelirrojos miraron a su hermano a la expectativa.
- ¿Qué hacen aquí?- preguntó un chico que parecía ser el mayor saliendo de una habitación cercana.
- Trabajadores. -Respondió Thomas. -Alfred será custodiado por Arthur. -Sonreí me divertiria bastante molestando a Arthur y de paso me olvidaría de mi padre y mi hermana en el camino. Tal vez no sería tan fácil, pero valía la pena soñar.
-Sylan por... Ryan. -Uno de los pelirrojos saltó de alegría y abrazó fuertemente a Sylan. El otro se quejó.
- Sey conmigo. - La chica no dijo nada. -Y Ken con Scott.
- ¡Otro más! Suficiente tengo con León.
- Pues aguantate, pues a Bryan le toca uno peor... -Scott fumo su puro y dijo sárcasticamente.
- ¿Peor que León? No lo creo. -Se escuchó un grito y Arthur bajó las escaleras corriendo tras un niño trigüeño de ojos azul oscuro y pelo castaño claro que reía con todas sus fuerzas.
- ¡Llévate a tu mocoso! ¡Me ha puesto una trampa! -Bryan miró al niño con ojos soñadores y dijo en un susurro maravillado.
- ¿Le rompiste las patas de la silla para que cuando se sentará cayera de golpe? -El niño asintió enérgicamente.
ESTÁS LEYENDO
La Revolución Industrial. (Tiene algunas Incongruencias históricas)
De TodoEs una historia de Hetalia: axis powers. AU. Tenía apenas seis años cuando todo empezó, vivía con mi familia en el campo. Trabajaba arando tierra cuando llegó un carruaje elegante. Era Arthur Kirkland, dueño de una fábrica textil.