Capítulo 6

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Ana y yo nos mantuvimos en el lago por insistencia de la rubia quien decía que debía ver algo maravilloso; "un regalo de Dios" fueron sus palabras exactas. Poco tiempo necesité para saber que, a pesar de ser una fastidiosa, Ana es una buena persona; lastimada y con mucho miedo pero podía ver un poco de su noble corazón. El hecho de que ella confiara en mí y la terrible revelación silenciosa de Norma fueron detonantes para querer cuidarla. Y una parte de mí se sentía muy extraña con esta situación.

-Está por suceder.- Dijo entusiasmada.

-¿Qué cosa?-

-Ya verás.- Me veía con una enorme sonrisa. Y unos segundos después el sol llegó a un punto donde sus rayos atravesaban los árboles y estos proyectaban sus hermosos colores sobre la cristalina agua. Era simplemente espectacular. Casi podía ver los rayos chocar contra el fondo del lago. Por unos instantes el agua se convirtió en un enorme espejo que reflejaba la magnificencia de nuestra gran radiante estrella. –Te dije que debías ver esto.-

-Es impresionante, Ana.-

-Lo sé. Dios se manifiesta de muchas formas.- Se recostó sobre mi mochila y cerró los ojos. –Me encantaría vivir aquí por siempre.-

-¿Qué te detiene?-

-Todo y nada.- Me recosté a lado de ella.

-Explícate.-

-Tengo muchos motivos para quedarme lejos de todo, aquí. Y por otro lado quiero salir al mundo de nuevo, quiero estudiar. Pero aún falta mucho para eso.-

-¿Qué quieres estudiar?-

-Me gustaría ser enfermera o psicóloga... quiero ayudar a la gente.- Le sonreí.

-Eso era bastante predecible. Aunque creí que te irías más por ser doctora.-

-La mayoría de los doctores son muy tajantes y van directo a su trabajo; yo tendría la oportunidad de estar más con los pacientes, escucharlos si lo necesitan y esas cosas.-

-Eso es muy... tonto.- Comencé a reír. Tomó una pequeña vara y me la lanzó directo a la cabeza. –Te vas a arrepentir de eso, rubia tonta.- Decía mientras me sobaba la cabeza.

-Temo por mi vida, chica que no sabe cocinar.-

-¿Cómo sabes eso?-

-Vi las marcas de aceite en tus brazos.-

-¿Tanto te intereso que detallas cada parte de mí?- La cara de la rubia se convirtió en un tomate y yo reía a carcajadas. –Rubia acosadora.-

-Lo vi en una de las clases, no eran muy discretas, Lara.-

-Lo que digas, rara.- Seguía riendo mientras la cara de Ana intentaba regresar a su color natural. –Deberíamos irnos.-

-Sí, se hace tarde.- Metí las cosas en mi mochila y nos encaminamos a la iglesia. –No necesitas llevarme; conozco el camino.-

-Pero también sé que eres una tonta y te puedes perder.-

-¿En serio...-

-Silencio, majestad.- Llegamos a la iglesia en un agradable silencio; simplemente disfrutando de la caminata y sí, disfrutando de la compañía. –Listo, rubia.- Asintió y me sonrió.

-Ya te pregunté esto pero, ¿por qué eres amable?-

-¿No debería?- Se encogió de hombros. –Ana, ¿tienes amigos?- Negó. –Bien, yo tampoco.- Su sonrisa se hizo más amplia.

-Gracias, Lara.-

-No le digas a nadie que me agradas.-

-¿Y que sepan que paso tiempo contigo? Dios, no. Tengo una reputación que cuidar.- Levanté mi meñique hacia ella y de inmediato entrelazó el suyo con el mío. –Buenas noches, fastidiosa.-

La Hija del PastorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora