Capítulo 33

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Reconocí el jet de uno de los amigos de papá que nos esperaba en el hangar privado del aeropuerto de la gran capital del estado. Por fin supe dónde demonios estuve metida todos estos meses. La azafata y el piloto nos saludaron amablemente pero sólo Norma fue la que correspondió el saludo. El chofer fue el encargado de llevar nuestras maletas; lo único que llevaba en mano era el diario que me había regalado mi novia.

Fue como estar en estado de shock durante las casi cinco horas que nos llevó llegar hasta aquí, sentía las lágrimas acumuladas en mis ojos pero simplemente no encontraban la salida. Se quedaron ahí, atoradas, esperando el momento adecuado para buscar su camino a mis mejillas. Norma también estuvo en silencio la mayoría del viaje y el chofer sólo nos veía de vez en cuando. Como si le hubieran dicho que llevaría a dos peligrosas prisioneras de una cárcel a otra.

Apenas llegamos el avión despegó, sigo creyendo que les dijeron que veníamos con armas o con material peligroso y que en cualquier momento nos escaparíamos. El lugar olía a coco y a piel. El avión era muy bonito pero ahora mismo la mente no me daba para mucho. Norma se sentó frente a mí, me veía preocupada; hice un intento de sonrisa que era más una mueca y volteé a la ventana.

Después de unos minutos la azafata se acercó a nosotras con un carrito lleno de comida. Una parte de mí extrañaba esto; salmón ahumado, ensalada, pan, mantequilla, jugo de naranja, coca colas enlatadas y burbujeante limonada mineral. Cubiertos en los que podía ver el reflejo de mi miserable estado y todo prolijamente acomodado. El pequeño avión tenía una recamara, y elegantes asientos de piel, prácticamente todo el lugar estaba alfombrado y los detalles y acabados del baño eran más caros que toda la escuela en la que estuve.

-Señora- dijo acomodando la comida frente a Norma.

-Gracias, señorita- dijo amablemente.

-Señorita Orozco- me sonrió.

-Gracias.-

-Si les hace falta algo sólo díganlo- anunció antes de retirarse.

-Provecho- dijo la mujer de cabello corto.

-No tengo mucha hambre.-

-Come algo, vas a necesitar muchas energías al llegar allá. Come- simplemente asentí; me bastó probar un bocado de eso para acabarlo en un santiamén. Estaba riquísimo.

La ciudad de México estaba a poco más de un par de horas de ahí. Hablamos muy pero muy poco durante el viaje. Yo veía por la ventana y podía sentir la mirada de Norma sobre mí. Me dolía esta situación, me dolía que tendría que ser un títere pero no quería llorar, por ahora. Abrí el diario de Ana, sonreí al ver el dibujo de un oso en la primera página. La segunda tenía fecha de junio del dos mil catorce. Muchísimo tiempo antes de que nos conociéramos.

Nadie sabe que hoy es mi cumpleaños y espero que nunca lo sepan pero Livy se portó muy bien conmigo. Me invitó a desayunar con ella e incluso compró mi desayuno; platicamos animadamente de cosas de la escuela. Ella ha mostrado ser una buena persona. Es bueno pasar el cumpleaños con alguien más que papá aunque no sepan lo que significa hoy para mí.

Cerré de golpe la libreta, no estoy lista para esto. Esto es muy íntimo, muy personal y no creo que sea el lugar apropiado para leerlo. Intenté dormir un poco, pero sólo estaba con los ojos cerrados y con la mente yendo a mil kilómetros por hora. Necesito acomodar toda la mierda que me está inundando ahora mismo o me voy a volver completamente loca.

-Lara, debes tranquilizarte- negué. Norma se dio cuenta que estaba haciendo de todo menos dormir.

-Ahora mismo no sé qué significa esa palabra... ¿y si no puedo?-

La Hija del PastorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora