CAPÍTULO 6: SEGUNDO ENCUENTRO

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Llegó el  inicio  de clases.  Y  con  él,  las niñas  se preparaban  para ir  asistir.
-  Vamos Perla que  se hace tarde.  Debo  ir  a  la  oficina después  –  apuraba Babi  a su hija.
-  Babi  hija,  levántate que llegas  tarde al  primer  día  –  hacía lo  propio  Katina con  la suya.
Era  el  primer  día  de  clases  y  tanto  Perla  como  Babi  (Valeria),  asistirían  a  la  misma  escuela  secundaria.
Como  si  fuera  una  jugada  en  la  ruleta  del  destino,  las  hijas  de  estas  dos  ex-amigas,  seguirían  las  huellas dejadas por  sus  madres  en  este colegio. Perla  se  preparó  muy  fina  y  delicadamente  para  ir  a  estudiar.  Su  madre  la  llevaría  como  cada  año  en  su Mercedes negro,  antes de  ir  a trabajar  a  su  oficina.
Babi  Valeria,  por  su  parte  se  había  levantado  tarde.  Tras  darse  una  buena  ducha  y  desayunar,  prefirió  irse con el  pelo  suelto  y mojado  a su clase.
-  ¡Niña,  pero  que  desprolija  eres!  Si  te viera  tu abuela,  no te dejaría salir  hasta  que te arregles.
-  Madre no tengo  tiempo  de arreglarme. Déjame que por  lo  menos  ate mi  pelo  antes  de irme.
-  Bueno  pero  apúrate,  que  el  bus  pasa en  cualquier momento  y es caro  tomar un  taxi.
A diferencia de Perla,  Valeria  no  contaba  con  un  medio  móvil  al  alcance de su  mano,  ya  que  su padre  Luque se  llevaba  la  camioneta  muy  temprano. 
Sin  embargo,  era  hora  de  una  visita  previa  a  su  primo  antes  de  ir  a clases.
-  Vaya  pero  que guapa se  ha  puesto  la  ruda  –  dijo  Diego jugando  al  galán.
-  Vamos hombre párale. ¿Recuerdas  nuestro  trato?  –  respondió  su prima.
-  Si  en  el  trato  hay  mujeres,  Diego  Olivera  nunca  olvida.  –  dijo  Diego.
-  Anda, deja de hacerte el  payaso  y vamos  que llego  tarde.  –  apuró Valeria.
Diego  llevó  a  su  prima al  estacionamiento  y fueron  en  búsqueda  de la  moto. Arrancaron y emprendieron viaje hacia  el  establecimiento. Durante  el  viaje,  Diego  le  contó  a  Valeria  sus  últimas  vivencias  y  la  confirmación  de  su  incorporación  al equipo  oficial  de la  marca  donde trabajaba su padre.
-  ¿Así  que has firmado  con  Seat?  –  preguntó  Valeria.
-  Gracias  a  Dios,  sí.  He  logrado  firmar  por  dos  años.  Y  la  gestión  de  papá  tuvo  mucho  peso  –  respondió Diego. -  Vaya  que es  grande el  tío  Hugo.  Si  es por  ti,  me  hago  tu fan  número  uno  –  dijo Valeria,  riendo.
En  ese  momento,  cuando  tomaban  la  calle  de  Las  Piedras,  encontraron  un  gran  embotellamiento.  Diego, con  mucha  práctica,  comenzó  a  sortear  todos  los  autos  estancados  y  continuó  viaje.  Entre  los  autos estancados,  iba  el Mercedes  negro  que transportaba a  Perla.
-  ¡Que embotellamiento  de mierda,  mamá! ¿Cómo no  tomaste por  otro  lado? Ahora  voy  a llegar  tarde seguro  –  rezongó  Perla.
-  Cálmate hija.  En  cuanto  encuentre un  hueco,  desviamos y  buscamos otro  camino  –  respondió  Babi. En ese  momento, Diego  pasó con  la moto  casi  rozándolas.  Perla se exaltó:
-  ¡Joder,  mira  a  esos  locos  como  han  pasado  al  lado  nuestro!  ¡Que  ni  se  les  ocurra  haberse,  por  lo  menos apoyado  en MI Mercedes  porque me van  a  conocer! Una raya  que le encuentre,  los mato.
-  ¡Basta  ya  Perla!  ¡Pareces  una  pendenciera  en  vez  de  una  princesa,  por  favor!  ¿Dónde  quedaron  tus modales?  –  la  retó  Babi.

En  ese  momento,  la  fila  de  autos  se  movió  y  cuando  halló  un  hueco  en  una  bocacalle,  encaró  por  ese  sitio, desviando en búsqueda del camino a la escuela.
Gracias a la excursión  realizada por  Diego  entre los  coches  del embotellamiento, Babi  Valeria pudo  llegar  temprano al  colegio:
-  Bien  prima,  a la salida paso  por  ti.  Solo  avísame por  móvil  –  se  despidió  Diego
-  Vale,  espero  que  tengas  un  buen  día  primo  –  deseó  Valeria -
  Es  que  va  a  ser  un  gran  día,  empezando  desde  ahora.  Viendo  a  las  chicas  más  bonitas,  como  me  lo prometiste  –  dijo  Diego  sonriendo.
Valeria  le  pegó  una  palmada  en  el  casco  y  se  despidió  de  él  corriendo  para  entrar  a  clases.  Diego  la  saludó desde la  moto  y  se  quedó  un  buen  rato,  contemplando  a las  chicas que ingresaban.
Al  otro  lado  del colegio,  se estacionó el  Mercedes de Perla.  Por  fin pudo  llegar. Las cosas iban  bien… hasta  el momento  en  el  que ingresaba  al  colegio.  Diego  al  verla  ingresar  la  reconoció:
-  ¡Hey tú!  –  exclamó  hacia ella. Perla lo  vio,  miró  a  ambos lados y  volvió  su  vista hacia  él.
-  ¿Me hablas a mí?  –  preguntó  ella sin  entender nada. Diego  se  quitó  el  casco  de  la  cabeza  para  dar  a  conocer  su  identidad.  Perla  se  echó  hacia  atrás  como  si hubiese visto  un  fantasma.
-  ¿Qué haces tú aquí?  –  preguntó  nerviosa.
-  No esperaba encontrarte aquí.  Vine  a  traer  a alguien  ¿y  tú?  –  retrucó Diego
-  Pues  a  estudiar  ¿Qué crees? ¿Qué vengo  a jugar  al  elástico?  –  respondió  Perla  de  mala manera.
-  Pues  es  extraño  que  en  este  prestigioso  establecimiento  acepten  animales  además  de  mujeres  -  dijo Diego  volviendo  a cargar  con todo.
-  ¡Vete  a  la  mierda,  maricón!  –  gritó  Perla  furiosa.  Tras  esto  ingresó  corriendo  al  establecimiento,  ya  que llegaba  tarde al  izamiento  de la  bandera.
Diego  se  quedó  afuera  riendo  por  la  actitud  de  esa  muchachita.  Se  calzó  sus  gafas  negras  y  arrancó  la motocicleta  para  irse  a  seguir  sus  estudios terciarios. Tras  los  actos  formales  del  inicio  de  clases,  Perla  ingresó  muy  malhumorada  al  salón  por  el  encuentro vivido  en  la  entrada.  Fue  así  como la halló  su amiga  Valentina,  que se  sentaba detrás de ella:
-  ¿Pues que te pasa ahora  amiga  que  le  vienes con esa cara?  –  preguntó
-  Parece  que  el  destino se  burla  de mí. Hoy  volví  a  ver  a  un  chaval  que  me  hizo  pasar  rabia  frente  al  instituto,  hace  dos  semanas  atrás.  ¿Qué  mal hice yo  para  merecer  ese castigo?  –  respondió  Perla.
-  Pues  ve  tu  a  saber…  ¡A  lo  mejor  está  enamorado  de  ti!  –  dijo  Valentina  riendo  y  echando  más  leña  al fuego. -  ¡Muérdete  la  lengua  Valentina!  –  le  retó  Perla. 
La  conversación  finalmente  terminó  con  la  entrada  de  la profesora al  salón. La  profesora  comenzó  a  pasar  revista  de  las  alumnas  presentes.  La  lista  pasaba  sin  mayores  problemas, hasta  que una  alumna en  particular  llamó  la  atención  de Perla: 
Cuando  la  profesora  preguntó  por  "Mancini  Herreruela,  Babi",  Perla  dio  media  vuelta  hacia  atrás  al oír  venir  el  "presente"  desde  el  fondo.  Allí  vio  sentada  en  la  última  banca  a  una  joven  de  normal  estatura, con la  mano  levantada.
-  ¿Has visto  a esa chica  Valentina?  –  preguntó  Perla
-  Pues  ¿Qué  tiene?  –  retrucó  Valentina -  Es  que  se llama Babi  igual  que  mi mamá.

Por Tu AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora