Prólogo

989 87 59
                                    

~

Gerard jamás fue un niño normal, de esos que disfrutan salir a tomar el sol, dar un paseo por la plaza o ir a comer un helado con su padre después de las prácticas de béisbol. Gerard era más bien, especial, prefería encerrarse en su habitación a organizar sus crayones, darse largos baños de espuma y ayudar a su madre con la limpieza del hogar.

"Es solo una etapa" se repetían una y otra vez sus padres, pero la verdad es que lo que padecía Gerard era una enfermedad patológica llamada Trastorno Obsesivo Compulsivo o TOC, para quitarle un poco la seriedad. Si bien al principio su obsesión por pequeñas cosas, como la limpieza y el orden, eran adorables, con forme entraba a la adolescencia tomó un carácter demasiado preocupante, llegando al punto de negarse siquiera a salir de su habitación debido a los gérmenes.

Se había encerrado a sí mismo en su mundo y cuando se veía interrumpido entraba en ataques de pánico que comenzaban con la inquietud y temor y terminaban en grandes arranques de ansiedad.

No había sido fácil para sus padres lidiar con un hijo que necesitaba de constantes cuidados y atenciones, cuando tenían otro niño más pequeño que necesitaba crecer con una vida normal.

Pronto decidieron que Gerard era un caso perdido, que prefería esconderse en su habitación antes que salir a dar un paseo familiar; prefería meter su nariz en los libros de ficción antes que arriesgarse a vivir una aventura propia.

Para cuando la preparatoria terminó supo que sus días fuera de casa también habían terminado. Sabía muy bien que la universidad era ese periodo de tiempo en que la vida de todo adolescente cambia por completo, hay fiestas alocadas, citas con lindas chicas, amistades que durarán toda una vida... Sonaba tentador para cualquier chico de dieciocho, pero otra vez, Gerard no era cualquier chico. En su último día de preparatoria le informó a sus padres que no quería asistir a la universidad, él no estaba listo para toda esa clase de experiencia social, él no la necesitaba, no la quería y más que nada no le importaba.

Fue un gran alivio cuando ya no tuvo que volver al instituto, ahora podía quedarse en casa a tiempo completo. Y eso estaba bien porque él no quería ni necesitaba salir de su habitación para absolutamente nada, era automáticamente excluido de salidas a la piscina, picnics, y reuniones familiares, no porque su familia quisiera excluirlo, era más bien una decisión propia. Incluso les negaba la entrada a su habitación alegando que solo traerían gérmenes. Aquellas cuatro paredes se habían convertido en su santuario, tenía sus libros, su escritorio para dibujar, su baño personal y una cama libre de ácaros... No necesitaba nada más.

Estaba por cumplir los veinte dos años y su vida parecía relativamente completa, sus padres no lo obligan a ir a la universidad, y no lo presionaban para buscar un empleo o un departamento para que viviera solo. Al menos no tendría que preocuparse por nada de eso en un buen tiempo porque sus padres lo apoyaban absolutamente, después de todo Donna siempre deseó que sus hijos nunca abandonaran el nido, al menos uno de ellos jamás lo haría.

Pero aveces las cosas pueden cambiar con solo una acción, un pequeño impulso.

El destino está sobrevalorado y quienes compran esa idea son unos ilusos que pierden las apuestas. Aveces no son casualidades, aveces eres solo tú queriendo cambiar el mundo, queriendo cambiar tu propia vida.

Hay quienes dicen que las palomas enjauladas no cantan porque tienen una respuesta sino porque simplemente tienen una canción.

Las personas somos como las palomas, nuestras jaulas son forjadas a base de miedos e inseguridades a nuestro propio mundo exterior, nuestras jaulas son una protección que creamos contra lo desconocido y contra el miedo. Es muy difícil querer liberarse a sí mismo cuando uno se siente tan cómodo con su encierro.

Pero un día la paloma enjaulada observa con envidia a aquella paloma que vuela libre por el aire, sin ataduras y sin cadenas. Entonces decide que quiere volar tan alto como aquel ave, quiere ser capaz de tocar el cielo y acostarse sobre las nubes.

Lo que no sabe es que cuando uno vuela tan alto aveces las cosas no son lo que parecen, las nubes no son de algodón y el sol te puede quemar la cara... Cuando se está tan arriba lo único que es certero es que la caída va a doler más.

"Yo era un objeto esperando a ser ceniza
Un día decidí hacerle caso a la brisa
A irme resbalando detrás de tu camisa
No me convenció nadie, me convenció tu sonrisa"

Calle 13 - La Vuelta Al Mundo

The Ghost Of You  | Frerard |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora