Prólogo: El plan maestro

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–Ruka-pyon hay que hacerlo, los pondremos celoso –dijo Mikan con convicción en su voz pero duda en sus ojos. Se la veía aterrada.

–Natsume me matara –le contestó Ruka asustado. De solo imaginar la mirada asesina de su amigo le temblaban las manos.

–Y Hotaru a mí, pero hay que hacerlo –A pesar de la fachada de seguridad de la chica de las eternas dos coletas, en su tono había súplica, porque sabía que si el rubio se negaba ella no tendría nada que hacer. Solo esperaba que aceptara.

–Confío en ti –cedió el joven de las hebras de oro porque, aunque la idea le parecía una locura y solo quería vengarse, no pudo hacerlo al ver el iris de la castaña inundado de desesperación y esperanza en la vez. Envolvió las pequeñas manos de la muchacha entre las suyas para darle más seguridad e intentar tranquilizarla, porque, a pesar de sus intentos de mantenerse firme, estaba temblando como una hoja sacudida bruscamente por el viento.

–Y yo en ti –Le sonrió ella, agradecida y le dio un apretón en sus manos.

Mikan Sakura y Ruka Nogi habían decidido fingir ser novios para poner celosos a Hotaru Imai y Natsume Hyuuga, de los cuales llevaban enamorados desde el primer momento en el que se conocieron. 

Desde que los ojos ámbar como el caramelo recién derretido de esa chica de apariencia infantil se toparon con las pupilas carmesí del niño que había tenido que crecer antes de tiempo, supieron que estaban destinados el uno para el otro. Mikan había llegado a la Academia Alice con la esperanza de reencontrarse con su amiga de toda la vida, la cual sin ella saberlo tenía un don más allá de entenderla mejor que nadie; pero sin ni siquiera espererárselo se había encontrado con ese chico de apariencia seria y mirada penetrante que fue el primero en darle la bienvenida a su peculiar manera y que se aseguró de que sin ella quererlo siquiera, no se separaran nunca más. A pesar de las insistencias del azabache de que la castaña dejara de ser una lapa pegada a su espalda, él siempre acababa siendo el que la buscaba con la mirada en todas partes y el que hacía cualquier cosa, hasta ir en contra de los que creía sus principios, con tal de protegerla. Era como si un imán los mantuviera eternamente conectados y ya era demasiado tarde para detener la fuerza de atracción que los unía a ellos y a sus corazones.

El caso del muchacho de apariencia cálida como el fuego de una chimenea  y la chica de mirada fría como el témpano más congelado había sido distinto. Desde que Hotaru llegó al colegio y se presentó ante todos como la alumna nueva con un leve asentimiento de cabeza tan propio de ella, Ruka supo que acabaría perdidamente enamorado de ella, aunque intentara evitarlo por todos los medios. Lo que no sabía era que ese amor platónico que crecía cada vez que adivinaba una sonrisa en el rostro de la joven, las cuales con su presencia se volvían más frecuentes, era correspondido. La pelinegra siempre había evitado los sentimientos que la distraían de su verdadero objetivo: mejorar y labrarse un camino por ella misma, tal y como le había prometido a sus padres; pero con el chico de mirada tierna y sonrisa encantadora eso parecía ser imposible. Tal y como le había pasado con su mejor amiga, había acabado acostumbrándose a la presencia de ese compañero que parecía tener una solución para todo y un abrazo siempre que lo necesitaba, y ahora que sabía que era tenerlo a su lado, no quería que separarse nunca de él, como había tenido que hacer con la castaña de las coletas. El fuego de los ojos de Ruka, los cuales parecían gritarle que le pertenecían, había conseguido derretir su corazón congelado, el cual no recordaba cuando había dejado de latir. 

Sin embargo, nadie los preparó para la llegada de Mikan a Gakuen Alice y esa fue la oportunidad que todos necesitaban para que el amor que llevaba germinado y oculto durante todo ese tiempo por fin floreciera. Hotaru estaba tan conmocionada como feliz de volver a estar con su amiga. Durante su ausencia, se había sentido muy sola y eso que la soledad siempre había sido su mayor compañera, por ello el aura de Ruka a su alrededor había sido el calmante que anhelaba para la tristeza que la invadía a diario. Ruka, que vivía en un mundo en el que mostrar los sentimientos tan abiertamente parecía un pecado, se alegraba de conocer por fin a alguien tan sensible como él, y la llegada de Mikan y el magnetismo que existía entre ella y su mejor amiga habían sido las excusas perfectas para acercarse aun más a Hotaru. Era el plan perfecto, pero entonces la guerra azotó sus vidas y los obligó a justo lo que habían decidido no volver a hacer: poner en pausa sus sentimientos. Fue un largo invierno que parecía nunca tener fin, en el que casi pierden sus vidas intentando protegerse los unos a los otros. Pero esta por fin había acabado y con ella la primavera había resurgido, pero los azabaches parecían dispuestos a no dar su brazo a torcer y a no dejar ver ni un atisbo de lo que sabía que sentían los  no querían ser solo sus amigos. La castaña y el rubio  se habían acercado aun más gracias a la coraza que habían construido Natsume y Hotaru alrededor de su corazón para no dejarlos entrar, pero lo que ellos no sabían es que ellos ya estaban dentro de estos, por lo que los habían encerrado enseguida u alma. Mikan y Ruka parecían hechos el uno para el otro, casi como si fueran almas gemelas, pero ellos sabían que en realidad son los polos opuestos los que se atraen, por lo que decidieron usar sus semejanzas y la relación que todos creían que tenían a su favor y volver esta realidad solo por una temporada, con tal de que sus verdaderos enamorados admitieran que los querían. El plan había cambiado y, aunque era arriesgado, sabían por experiencia que en el amor y en la guerra todo se valía.

PERO, ¿CÓMO ACABARÁ ESTA IDEA TAN ALOCADA ?

El plan de los celosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora