2. Un problema sin solución

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–Mikan, ¿ese es el maquillaje que te regalé? –le preguntó Hotaru muy afectada a su amiga al verla entrar resplandeciente a clase, lo cual era muy raro, pues ella odiaba estudiar–. Te ves preciosa–. dijo pestañeando sucesivamente para comprobar si era real lo que estaba viendo.

–¡Gracias, Ruka-pyon me dijo lo mismo! –le contestó emocionada y en vez de abrazarla como hacía cada mañana, se aferró más al brazo del muchacho y apoyó su cabeza en este–. ¿A que sí, cielo? –le cuestionó con sus ojos brillando por la ilusión y este solo asintió con timidez.

–Dijiste que esta mañana vendrías sola a clase –Le recordó con más duda que acusación en sus ojos.

–Ah sí, sobre eso... –Empezó a reír nerviosa–. Es que me daba vergüenza admitir que no dormí en mi habitación.

–Entonces, ¿dónde dormiste? –le inquirió, aunque temía la respuesta y al ver como ella y el rubio se miraban riendo como tontos y con las mejillas sonrojadas, confirmó lo que pensaba–. Ah, entiendo–. Al contrario que a sus amigos el color se le había drenado del rostro.

–Hotaru, ¿estás bien? –le preguntó su amiga con preocupación pues la pelinegra parecía a punto de desmayarse.

–Sí, solo estoy un poco mareada, no te preocupes –Intentó tranquilizarla, mientras se disponía a sentarse en su sitio.

–Hotaru –La detuvo de repente la castaña.

–¿Sí? –le contestó esta con la esperanza de que se empezara a reír y le confesara que todo eso era una broma de mal gusto.

–¿Te importa cambiarle el puesto a Ruka? Es que queremos estar juntos –le suplicó sonriendo como una idiota y ella no pudo negarse.

–Claro –cedió como una autómata y levantándose a duras penas para que Mikan se sentara.

Sin embargo, ella no se quería marchar y se paró junto en frente al chico de hebras doradas, al cual miró fijamente. Parecían dos piezas de ajedrez enfrentadas en medio del tablero, sin que ninguna de las dos se atreviera a moverse por fin y a hacer el jaque mate, destruyendo a la otra. Blanco y negro enfrentados, rubio y cobrizo, safiro y amatista, las pupilas lagrimeando porque ni siquiera parpadeaban. A esa distancia, pupila con pupila, parecía que todo lo demás se esfumaba y solo quedaban ellos dos y lo que sentían.

–¿Ruka-pyon? –lo llamó su supuesta novia al ver que no se movía–. Ven a sentarte conmigo–. Lo apremió palmeando el asiento a su lado.

Hotaru subió las cejas hasta que estas rozaron su coronilla, como apremiándolo a que lo hiciera, a que fuera con ella, aunque ambos sabía que eso no era lo que ninguno quería. Le estaba dando el poder para destruir, para darle la corona a otra y terminar esa partida. Le estaba dejando ganar y él que sabía la verdad, le hizo caso, aunque le dolía, y rompió el hechizo que conectaba sus miradas.

–Imai –dijo como única despedida en un tono seco.

Él que siempre la había tratado con confianza, llamándola por su nombre a pesar de sus reproches, ahora la trataba como una simple desconocida, mientras a Mikan, a la cual siempre había llamado Sakura con cordialidad, ahora ni siquiera la llamaba con el "chan", sino por todos esos apodos cursis de los que, aunque le costara admitir, ella quería ser dueña.

–Nogi –lo imitó intentando que la voz no se le quebrara.

Como fichas movidas por una mano que no era suya, se separaron enfrentados cada uno a una esquina del tablero, como si nunca hubieran luchado, como si nunca se hubieran amado, como si ya no se conocieran y solo reconocieran en el otro a un enemigo.

El plan de los celosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora